[dropcap] G[/dropcap]uillermo Lasso tiene un lassomóvil. Es una van blanca para once personas cubierta con publicidad amarillo, azul y roja que dice Lasso presidente. La tarde del 1 de febrero del 2017, el lassomóvil se estaciona en el norte de la avenida Tufiño en el norte de Quito, y el candidato presidencial del partido de derecha Creando Oportunidades (CREO) baja del carro con su esposa María de Lourdes, su equipo de comunicación y sus guardaespaldas. Son ocho personas que llegan una hora tarde a la firma del acuerdo contra el cáncer en la Fundación Ayuda a Niños y Adolescentes con Cáncer (Fanac). Algunos carros que pasan reconocen el lassomóvil y pitan, la gente que lo espera en la puerta aplaude, la prensa entra a la pequeña casa marrón donde funciona la fundación. Lasso —61 años, pelo gris entrecano y mirada achinada detrás de unos lentes gruesos— lleva un suéter azul de cuello redondo con coderas de gamuza del mismo color, camisa a rayas azules, pantalón caqui, zapatos de cuero café y medias negras. Es el expresidente y mayor accionista del Banco de Guayaquil, el tercero más grande del país, y por su facha parece sacado del catálogo del empresario exitoso convertido en político, edición de primavera 2017. Ya adentro en un cuarto de no más de cinco por cinco metros con piso de madera y persianas cerradas, lo esperan dos niños de la Fanac —una tiene cerca de diez años, pelo castaño recogido en una cola de caballo y ojos negros, vestida con un calentador gris— acompañados por sus padres, los organizadores del evento y más cámaras y periodistas. El otro niño —con gorra azul, camiseta del mismo color con el dibujo de Angry Birds y bermuda blanca— está sentado en su silla de ruedas al lado de la puerta. Lasso entra sonriendo, con una sonrisa que le encoge los ojos detrás de los lentes cuadrados, y saluda. Se pone en cuclillas frente al niño en la silla de ruedas: le pregunta el nombre, la edad, si va a la escuela, si le gustan los juguetes. Con pequeños murmullos, el niño le responde mientras se acaricia la oreja. Lasso le sonríe, le promete que hará todo por él y se para. La conversación dura tres minutos,  y durante tres minutos el chasquido de las cámaras fotográficas no cesan. Lasso y su esposa se escurren por un angosto corredor formado entre la mesa y la pared, Lasso y su esposa se sientan en el centro de la mesa. Afuera —a excepción de su camarógrafo— queda el resto del equipo que lo acompaña porque no caben en el cuarto. A la derecha del candidato presidencial está Wilson Merino de la red Acuerdo Nacional Contra el Cáncer, que presenta los lineamientos del acuerdo: promover políticas públicas para prevenir el cáncer, crear un consejo veedor de que se cumplan con las necesidades de los pacientes con cáncer, incentivar la investigación sobre el cáncer para tener más datos estadísticos. Lasso, con los codos sobre la mesa y la mirada fija sobre la pared donde está proyectada la presentación de Powerpoint, lo escucha mientras mueve el pie derecho rápidamente: punta talón punta talón punta talón. Para. Hace lo mismo con el izquierdo. Vuelve al derecho. Para. Desvía su mirada de la presentación y ve los dibujos enmarcados en la pared a su izquierda hechos por los niños de la fundación. Merino le cuenta  los objetivos y las propuestas para que los ecuatorianos accedan a tratamiento, la prevención, la rehabilitación de cientos de pacientes en el país, la necesidad de plaquetas de sangre para los niños con leucemia. Lasso mira su codera de gamuza azul, mueve las piernas, le  hace señas a su secretario. Veinte minutos después, Merino le da la palabra al candidato. La principal propuesta de Guillermo Lasso en la campaña 2017 ha sido la generación de trabajo, en un país en que en el último año 350 mil personas han perdido el suyo. Así que Lasso encuentra un vínculo entre el cáncer y su oferta electoral:

— La primera política social para poder tener familias fuertes que enfrenten amenazas como el cáncer dentro de su familia es tener un empleo para prever estas situaciones

Sigue hablando de sus propuestas, de sus objetivos, del déficit de camas en clínicas, del rol del Estado. Lo aplauden y firma el acuerdo después de leerlo. Se había anunciado que los medios de comunicación podrían hacerle preguntas al candidato, pero Lasso se levanta después de que le tomen las fotos y sale del cuarto. Se encuentra  con una señora y sus hijos que lo detienen. Ella le dice: “una foto con el futuro presidente del Ecuador”. Lasso, con su esposa, sonríe. María de Lourdes se detiene a conversar con algunas madres de los niños con cáncer pero Lasso le toca el brazo. “Vamos”. Ella se despide apresurada. Salen de la casa, dan unas declaraciones en la puerta y se suben al lassomóvil, porque Guillermo Lasso tiene un lassomóvil, es decir, un vehículo en el que viaja como viajan los superhéroes: camino a salvar a alguien. Porque Guillermo Lasso está convencido de que hay un motivo superior que lo impulsa en su campaña, que más que para la presidencia es para salvar al Ecuador.  

Quien es Guillermo Lasso

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Hay mucha gente que está de acuerdo con Guillermo Lasso de que al Ecuador hay que salvarlo. Esa es la razón por la que van a votar por él, lo apoyan y siguen. Incluso hay quienes no lo apoyan, ni lo siguen, pero votaron por él en primera vuelta por la simple y sencilla razón de que Guillermo Lasso era el más opcionado para llegar —como en efecto llegó— a una segunda vuelta con Lenín Moreno, el candidato que corre por Alianza País, el partido de gobierno. “Hay el reconocimiento de que ya la discusión no es si eres el candidato liberal o conservador” —explica Carlos Andrés Vera, cineasta y activista político, que trabaja en la comunicación de Lasso desde 2012— “la discusión es si eres el candidato de los que quieren democracia”. Vera cree que Lasso quiere ser presidente porque arreglar un país es un reto nuevo para el empresario guayaquileño: “Él entiende el mundo de la economía, de los números. Él toda la vida lo que hizo fue arreglar cosas que están mal”. Según Vera, eso hizo con el banco del Guayaquil cuando fue nombrado su Presidente Ejecutivo en 1994: pasó de ser un pequeño banco a uno de los principales del país. Fue, además, su principal accionista hasta el 2012 cuando renunció a la presidencia ejecutiva porque, según dijo en una entrevista en El Universo, iba “a dedicarme a luchar contra la pobreza”. Cuando el alcalde de Guayaquil le encargó la dirección de la reconstrucción de la terminal terrestre de la ciudad en 2002, la historia se repitió. La terminal era un lugar conocido por su estado catastrófico: olía mal, era un tugurio sucio y repulsivo que por errores de construcción corría el riesgo de desplomarse. La terminal que Lasso entregó en el 2007 es moderna, funcional y una de las obras más visibles de la administración municipal guayaquileña. Décadas antes, en el Ecuador había sucedido algo que parecía imposible en cualquier otra parte del mundo: la Coca-Cola quebró. Guillermo Lasso se hizo cargo de la embotelladora que producía la gaseosa negra y la rehabilitó. En una entrevista con GkillCity enumeró algunos proyectos que, según él, ha ayudado a resurgir casi de la quiebra. Vera recuerda que alguna vez Lasso le dijo bromeando “parece que mi destino en la vida es arreglar cagadas”. Pero no todo el mundo cree que Lasso está corriendo por un sentido de responsabilidad. Una persona que trabajó con él en 2013 pero no quiere ser nombrada dice que Lasso corre para satisfacer su ego.

Sea cual fuese su motivación, la que finaliza el 2 de abril de 2017 será la última campaña de Guillermo Lasso, gane o pierda. Juan Carlos Solines fue su binomio en las elecciones presidenciales de 2013. “Guillermo me dijo que no quiere convertirse en un Alvarito Noboa” —recuerda Solines, aludiendo al excéntrico magnate guayaquileño que ha corrido cinco veces por la presidencia— “La última vez que se lanzaría a la presidencia sería en el 2017”. El binomio Lasso-Solines quedó en segundo lugar con cerca del 23% de los votos y Rafael Correa se reeligió en una sola vuelta con el 57% de los votos. Cuando se anunciaron los resultados ese 17 de febrero, Lasso y Solines recibieron en Guayaquil la noticia de que el presidente había sacado más votos que los otros sietes candidatos juntos. “Fue un momento de shock porque recorriendo el país estábamos convencidos de que habría segunda vuelta por cómo nos recibían en las provincias” —recuerda Solines— “Le dije ‘Guillermo: tuvieron que habernos hecho fraude’, pero él me dijo que no podíamos denunciar eso porque no teníamos ninguna prueba”. Así que salieron esa misma noche a agradecer a sus votantes y a reconocer la derrota. Lasso salió y habló con palabras cortas y pausadas: “Quiero reconocer el triunfo del presidente Rafael Correa”. Dijo que seguiría en la lucha para convertirse en la primera fuerza política del Ecuador, agradeció a su equipo y a todos los que lo apoyaron.

Cuatro años después, Guillermo Lasso está de vuelta en la carrera por el poder. Parece estar más cerca que nunca de alcanzarlo. El país no es el mismo de 2013, cuando los altos precios del petróleo inyectaban liquidez en la economía ecuatoriana. Era una época en que Alianza País parecía invencible: no solo habían ganado la Presidencia en una sola vuelta por segunda ocasión (la primera había sido en 2009), sino que de los 137 asambleístas que tiene el legislativo del Ecuador había obtenido 100 escaños. Ahora, las condiciones económicas del Ecuador se han complicado al punto de que el presidente Rafael Correa ya no lidera lo que una revista colombiana llamó en 2013 El milagro ecuatoriano, sino un país que había retornado a los niveles de desempleo de 2007 —para diciembre de 2007 la tasa era de 5% y para diciembre de 2016 del 5,2%– , con problemas por la caída del precio del petróleo, la apreciación del dólar (el Ecuador no puede devaluar su moneda porque usa la estadounidense desde principios de este siglo). Un país cuyo cuadro se agravó por el terremoto que destruyó pueblos enteros en las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas en abril de 2016 y por los casos de corrupción —en Petroecuador, la compañía estatal de petróleos, en el concurso de asignación de frecuencias para radios, y en las obras desarrolladas por la constructora brasileña Odebrecht, que habría pagado más de treinta y tres millones de dólares en coimas a funcionarios estatales entre 2007 y 2015. Si se le da crédito a la mayoría de las encuestas que circulan, cerca de la mitad de los votantes ecuatorianos perdió ya la fe en el gobierno de Alianza País. Según la encuestadora Cedatos (que acertó en el pronóstico de que habría segunda vuelta) la aprobación de Rafael Correa en enero de 2017 era del 43%, una caída de treinta y seis puntos comparado con 2015, cuando fue el segundo presidente más popular del planeta. Esa es la coyuntura que le permite al candidato de CREO creer que puede llegar a dirigir el país.  

A Lasso ya no lo acompaña el ecuánime Solines. Su binomio es Andrés Páez, un político ibarreño que ha sido criticado por su violencia retórica. Cuando cientos de quiteños fueron a protestar afuera del Consejo Nacional Electoral (CNE) el 19 de febrero de 2017 porque el organismo encargado de contar los votos no daba los resultados definitivos de la primera vuelta electoral, Páez ejecutó al peluche de un borrego. Hay una foto donde se lo ve ondeando el palo del que cuelga el muñeco de trapo del animal que ha sido convertido en un insulto con que muchos opositores se refieren a los correístas. El slogan de la candidatura es Vamos por el cambio pero a Páez se lo cuestiona por replicar la virulencia e imprudencia de la que se acusa a Rafael Correa.

A diferencia de la campaña del 2013, su familia lo ha acompañado en sus viajes por el país. Sobre todo su esposa de hace treinta y seis años, María de Lourdes Alcívar. Guillermo Lasso y María de Lourdes Alcívar se conocieron en 1977 y se casaron en 1980. En un video, el empresario recuerda que él tenía una camioneta Datsun azul. “No es precisamente un auto para conquistar a tu novia” y se  describe a sí mismo como un muchacho “delgado, muy flaco, no era propenso al deporte y no tenía músculos. Usaba pelo largo y era indomable y se me venía a la cara”. En el spot de propaganda, María de Lourdes Alcívar dice que sí tenía la camioneta, pero que no era feo: “Se pinta como Pedro el feo y yo pensé este chico tiene una mirada bien fuerte pero eso es lo que él es hasta  ahora”. Carlos Andrés Vera dice que es una conversación recurrente: “Guillermo siempre saca pecho porque feo conquistó a María de Lourdes que es bien guapa. Y ella dice que no, pero Guillermo es feo”—y remate riendo— “más mérito pues”. Tienen cinco hijos: Guillermo, Santiago, Juan Emilio, María de Lourdes y María Mercedes. Viven en una exclusiva urbanización cercada de la vía a Samborondón, en las afueras de Guayaquil, en una casa que Vera dice tiene un estilo clásico: asientos de cuero, piscina, televisión, jacuzzi, biblioteca de madera, pinturas de sus hijos y sus padres hechas a partir de fotos. “Su familia es todo, entonces ves familia por todo lado”, dice. Una persona que los conoce pero prefiere no ser nombrada dice que sus hijos son personas sencillas. “Es un buen padre. Tiene unos hijos muy chéveres que lo quieren muchísimo”—dice— “Tiene una excelente relación con su mujer, me parece inclusive que él vive a través de su mujer, muere por ella. Es un excelente marido con ella”. En la entrevista que Guillermo Lasso dio a GkillCity, Alcívar entró sin hablar mucho, saludó con distancia y se sentó en una silla detrás de las cámaras. Durante la hora que duró la conversación con John Dunn y María Sol Borja, no se perdió un gesto o palabra de su esposo. Me pareció atenta, miraba a su esposo fijamente, asentía con la cabeza cuando él decía algo. Cuando le pedí a la relacionista pública de la campaña unos minutos con María de Lourdes Alcívar, se negó: me dijo que no soy el primer medio en buscarla pero que a María de Lourdes no le gusta dar entrevistas porque ella no es política sino su marido. Sin embargo, su presencia ha ido aumentando. El 12 de febrero, siete días antes de la primera vuelta electoral, publicó un video en Facebook pidiendo a los ecuatorianos que voten por su esposo: “Él nunca me ha defraudado y sé que a ustedes nunca los va a defraudar. Hace 36 años yo me decidí por él como esposo y fue la mejor decisión de mi vida y sé que si tú te decides a darle tu voto a Guillermo como presidente él no te va a fallar”.

Guillermo Lasso en la firma del Acuerdo Contra el Cáncer

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Pero no todo el mundo siente que Lasso no lo ha defraudado. Como todo candidato, ha tenido que salir a buscar consensos y apoyos. Hace más de veinte años, una revista de variedades publicó en su portada una foto de Guillermo Lasso con el titular “Sí, soy del Opus Dei, ¿y qué?”. Era una entrevista en la que en ninguna parte decía textualmente y qué, pero a la editora que diagramó la tapa le pareció que era una línea vendedora. Lo que sí decía Guillermo Lasso es que era miembro de esa orden católica, considerada por algunos sectores dentro de la propia iglesia como ultraconservadora, elitista e incluso retardataria. Muchos de los críticos de Lasso dicen que en un potencial gobierno suyo, habrá una fuerte influencia de la organización fundada por el obispo español Josemaría Escrivá de Balaguer (y a la que pertenece el papa emérito Benedicto XVI). Es un cargo que ha sido rechazado con insistencia por él: “Yo pretendo ser presidente del Ecuador y no pretendo ser rector moral de los ecuatorianos”, ha dicho. Sin embargo, también reconoce que sus firmes creencias religiosas han marcado su forma de vida cotidiana: antes de salir a hablar en público, Lasso reza.

El 15 de febrero de 2017 fue el cierre de campaña de Guillermo Lasso en Quito. El encuentro fue en la Tribuna del Sur y justo antes de subirse a la tarima donde lo esperaban cerca de doscientas personas, Lasso rezó. En un video publicado en el Twitter de Carlos Andrés Vera se ve al candidato con sus manos apoyadas —la una sobre la otra— en el maletero del lassomóvil. Con los ojos cerrados y la frente descansando sobre sus manos, se ve a Lasso moviendo la boca, concentrado, serio, aislado. “Él se encomienda supongo. Es su momento de observación interior, observación eterna” dice Vera. Él cree que lo rescatable es que Lasso tiene una apertura para escuchar y dialogar: “Hay un reconocimiento de que esos temas son distantes y ajenos a él, y lo primero que ha hecho es enviar un mensaje claro de que mantendrá el Estado laico y lo que eso significa” —explica Vera, que ha facilitado ciertos acercamientos— “y lo segundo es abrir puentes de diálogo porque hay cosas que él no domina ni entiende”. Cuando le pregunto si, más que una verdadera empatía, la búsqueda de encuentros no es una táctica proselitista que se hizo recién cuando se confirmó la segunda vuelta me contestó: “Tenía que ver también que del otro lado tampoco le estaban abriendo la puerta. Lasso ha sido claro en sus pronunciamientos sobre comportarse como un demócrata, pero del otro lado…” —dice Vera y hace una pausa como para escoger bien sus palabras— “Le han dicho de todo, le atacan, y está bien pero así es difícil pues hablar. Cuando tú vas con las armas arriba, ¿cómo vas a hablar?”.

Pamela Troya es una activista por los derechos GLBTI que participó de las conversaciones que hubo con CREO. Se suponía que iban a firmar un acuerdo con Lasso el 27 de marzo de 2016, pero al final las conversaciones no llegaron a ningún lado. Troya dice que, por lo menos ella, nunca ha cerrado las puertas al diálogo ni con Lasso ni con ningún político (a excepción de Rafael Correa). “Es impreciso lo que te ha dicho Carlos Andrés Vera de que nunca hemos abierto las puertas a Lasso porque él jamás nos buscó”. Vera dice que no se firmó el documento porque no encontraron un punto común que satisficiera a ambas partes. Hubo un primer borrador que estuvo listo para la firma, pero al final fue descartado por Lasso y su equipo, que propusieron una declaración distinta. “El acuerdo original era mucho más interesante pero no representaba la visión del gobierno y Guillermo no quiere firmar algo donde no se vea auténticamente reflejado” me dijo Vera.

El documento aprobado por un grupo GLBTI comprometía a Lasso a no someter a consulta popular el matrimonio igualitario (ni ningún otro derecho), a tender puentes para que la sociedad civil y las poblaciones GLBTI visibilizen sus derechos y se respeten “sus acciones de empoderamiento político y social”. Además, el candidato presidencial no intervendría en los procesos constitucionales en causas como el matrimonio civil igualitario o el reconocimiento del derecho de las parejas del mismo sexo a adoptar. Carlos Andrés Vera, en cambio, dice que Lasso quería  hacer un pronunciamiento que sea en pos de la democracia, la no discriminación y del diálogo: “De pronto esos tres conceptos explicados vagamente no son suficientes en este punto”. Pero hay otra versión sobre por qué no se suscribió nunca el compromiso. Cuando se estaban dando las primeras conversaciones con Troya, Vera anunció la firma de los acuerdos en su cuenta de Twitter. Según varias activistas, ese tuit generó que el Opus Dei internacional llamara al orden a su militante Guillermo Lasso. Vera lo desmiente y dice que el argumento no merece mayor crédito que cualquier teoría de conspiración. Lo que faltó, dice, fue tiempo. “Me anticipé en anunciarlo en Twitter, pequé de entusiasta y creo que debí manejarlo con mayor cautela.”

Pamela Troya coincide en algo con Carlos Andrés Vera: fue su tuit el que entorpeció las conversaciones. Pero según ella fue el propio Vera quien le dijo que una facción conservadora comenzó a cuestionar el acuerdo y se transformó en un texto que para Troya era más bien lirismo. Intentaron que el texto volviese a su versión original, pero dice que en CREO les dieron largas. “Entiendo, y me preocupa, que sí hubo una injerencia conservadora que no estuvo muy contenta con el acuerdo”, dice Troya. Si Lasso llegase a ganar las elecciones no dejará de tender puentes con él, pero también dijo que de ser necesario serán frontales opositores del gobierno de Lasso para que no haya retrocesos para la población GLBTI.  

El 27 de marzo de 2017, Lasso sí firmó un compromiso con otro grupo que no lo mira con los mejores ojos. Acompañado de Carlos Andrés Vera, se juntó el 6 de marzo de 2017 con las organizaciones de defensa de derechos de las mujeres. Se reunieron con el colectivo feminista Nosotras por la Democracia conformado por Solanda Goyes, Paquita Morejón, Nívea Vélez, Martha Roldós. El compromiso, firmado el 27 de marzo de 2017,  dice que Lasso garantizará un Estado laico y de libertades, que apoyará los derechos de las mujeres, que implementará políticas para prevenir la violencia de género e intrafamiliar, que darán indultos a las lideresas que han sido criminalizadas por “ejercer su derecho a la protesta y a la libertad de expresión”. Silvia Buendía, abogada feminista y defensora de los derechos humanos, dice que el acuerdo es insuficiente porque no toca temas urgentes como qué pasará con las mujeres criminalizadas por abortar, qué acciones reales se tomarán para erradicar el embarazo adolescente e infantil, y cómo no se cumplen con la disposición de los dos casos en que el aborto en Ecuador ya es legal. “Sobre todo me hiela sangre que en ese compromiso cuando se habla de los derechos de las mujeres, se excluye de estos en forma deliberada e irresponsable a los derechos sexuales y reproductivos”. En otras palabras, dijo, este compromiso no es nada.

Su postura frente al aborto y la libertad sexual ha sido otro de los cuestionamientos que se le han hecho a Lasso. En su libro Otro Ecuador es posible, Lasso dice “las ideologías no pueden ser un obstáculo para muchas decisiones que son de sentido común y que refieren a temas de enorme importancia de las personas y que pueden ser acordadas entre personas de buena fe”. En la entrevista con GkillCity, preguntado sobre las mujeres que están presas por abortos espontáneos pero que han sido criminalizadas de todas formas, respondió que anteponía dos conceptos que para él eran fundamentales: “el primero solidaridad con las mujeres; en segundo lugar, yo creo en la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural”—y continuó con la misma línea que mantiene desde hace cuatro años, cuando se lanzó por primera vez a la presidencia: “En caso de que yo tenga que resolver desde el gobierno asuntos relativos a políticas públicas en materias de los temas que estamos hablando buscaré siempre la defensa de los dos seres humanos: de la madre y el niño  que lleva en las entrañas. No soy Dios para escoger sobre la vida de uno o la de otro.” Cuando María Sol Borja le preguntó si mantendría la penalización del aborto como está hoy en las leyes ecuatorianas, Lasso se dio la vuelta para mirar al otro entrevistador, John Dunn. Él le señaló a Borja, Lasso tosió, se viró y le dijo “¿perdón?”. La periodista le repitió la pregunta y Dunn le dio la cifra de mujeres presas por haber abortado espontáneamente, Lasso dijo: “el tema es difícil, es complicado” y salió con una vuelta retórica con una dureza pétrea: “¿qué certeza tenemos de que algunos embarazos son por violación y no es una excusa para justificar un embarazo que se enmarque dentro del actual código orgánico integral penal? No somos jueces.” Después dijo que hay que debatir, conversar, hablar sobre estos temas pero Lasso parece hacer un parapeto de apertura para volverse a encerrar en el capullo de sus convicciones: solo hay una forma de familia y el aborto no se puede despenalizar en ningún caso.

Quién es Guillermo Lasso

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Guillermo Lasso Mendoza solo entiende a la familia en su forma tradicional. Es el último de once hijos de Nora Mendoza y Enrique Lasso Alvarado, un matrimonio católico. Nació el 15 de noviembre de 1955 en Guayaquil cuando su padre tenía 55 años. De la infancia y de su familia se conoce por lo que hay en sus videos de Facebook y en una entrevista exclusiva con su comunicador, Carlos Andrés Vera. La familia Lasso-Mendoza vivía en una casa en Guayaquil con tres cuartos —uno para los padres, otro para las cinco hermanas mujeres y el otro para los seis hijos varones— y dos baños —uno para sus padres y el otro para los once niños. “Había escasez económica, y eso lo sentía”, dice en el video de Vera mientras se ven imágenes de niños montados a caballo en el campo. En la entrevista con GkillCity dijo que no conservaba ningún amigo de la infancia. Su círculo más cercano era su familia.

Lasso es reservado, casi inexpresivo. Juan Carlos Solines, su candidato vicepresidencial de 2013, se toma un largo tiempo para responder a la pregunta sobre los defectos de Lasso. “Estoy intentando ser diplomático” —dice mientras ve el piso de su oficina en el centronorte de Quito— «A veces puede ser distante, tal vez un poco desconfiado”. Ante las cámaras parece más locuaz que cuando no las tiene en frente. A ratos da la impresión de que es un tipo de pocos afectos. Ha dicho que su relación con su padre fue distante. “Un hombre trabajador, de familia, nunca un mal lenguaje o un mal término y constituía un ejemplo para sus hijos”. Enrique Lasso, quiteño, quedó huérfano cuando tenía 12 años. A los veinticinco se mudó a Portoviejo, la capital de la provincia costera de Manabí, para trabajar como contador público en el Banco Nacional de Fomento. Murió cuando su hijo Guillermo tenía 23 años, de un infarto. Su madre, Nora Mendoza, era diabética. Enrique le inyectaba la insulina después de medirle los niveles de azúcar en la sangre. “Era un tipo de ritual que reunía a todos los hermanos pequeños para ver cómo mi padre atendía a mi madre y se preocupaba de su salud, de su nivel de azúcar, la cantidad de insulina que debía ponerle” —dice Lasso en el video — “Quería hacerlo él, lo cual explicaba una expresión de mayor cuidado, mayor preocupación: el no encargarle a otro la salud de mi madre”.

Nora murió en 1980, dos años después de su esposo. Sin sus padres, los Lasso Mendoza se quedaron solos. María Eugenia, la hija mayor, se convirtió en el pilar materno de su familia y, Guillermo, en el paterno. Le pregunté a una persona que conoce a la familia pero que prefiere no ser identificado, cómo era su relación con sus hermanos. “Lo que a mí me dijo uno de los hermanos, Xavier, es que Guillermo se  ha convencido de que él es la cabeza de la familia y no tolera ningún tipo de incidencia”.  La relación con su hermano Xavier ha cobrado rumbos sinuosos. La persona que los conoce dice que su relación era complicada mucho antes de que la política se cruzara en medio de ellos porque, mientras Guillermo quería meterse en el mundo de los negocios y dirigir la familia Lasso-Mendoza: “Y Xavier les respondía que lo sentía mucho pero que Guillermo no era su padre, y que no tiene por qué decirle qué hacer”.

Xavier Lasso Mendoza tiene 63 años, es el noveno hijo de la familia, y vive en las antípodas de su hermano menor Guillermo. Estudió derecho en la Universidad Católica de Guayaquil, una maestría en estudios sociales la Facultad Latinoamericana de Estudios Sociales (Flacso) y cursó dos años de estudios económicos en la Universidad Católica de Guayaquil. Siempre le gustaron la cultura, las letras, la literatura: escribió para diario El Comercio, era director del programa de radio Palabra Suelta y, ahora, es el director editorial de los medios públicos. Sí: el hermano del principal opositor del gobierno de Rafael Correa es uno de los intelectuales más conspicuos del gobierno de Rafael Correa.

En el 2012, cuando Guillermo Lasso renunció al banco de Guayaquil y se declaró opositor del correísmo, su  hermano Xavier renunció a medios públicos: “Yo por eso me fui de los medios, no porque no haya tenido qué decir, sino porque decidí callar. Fue un homenaje a mi familia”, dijo según el portal web La República. Después de renunciar, Rafael Correa lo nombró como delegado de las Naciones Unidas en Nueva York.  

Las diferencias entre Xavier y Guillermo se vieron desde que eran pequeños. El hermano del candidato a la presidencia dice que Guillermo siempre se interesó más en el mundo de los negocios y que él no, que su camino siempre fue la cultura. “No apoyé a mi hermano Guillermo, no trabajé en su proyecto político. No lo hice por perverso, ni porque no ame a mi hermano, no. Lo hice porque así lo hemos hecho desde niños, cada quien tomó su camino con su perfecto derecho de hacerlo.” —dijo en una rueda de prensa de Cancillería en el 2015— “Siempre y cuando al tomar nuestro camino respetemos a los demás. Esto pasó, esto sigue pasando”. En el 2015, el excanciller Ricardo Patiño le pidió a Xavier Lasso que regresara al país para reeemplazarlo por dos meses en la Cancillería, mientras atendía asuntos familiares. Cuando Xavier aceptó el cargo dijo que no lo hacía por dañar la intención de su hermano Guillermo de llegar a la presidencia. “Es mi camino, es mi necesidad de apoyar un proyecto en el que yo creo”. Cerró la rueda de prensa diciendo que esperaba que sus palabras acabaran con el morbo creado alrededor de su relación con Guillermo y sus afinidades políticas. En 2015, Xavier Lasso dio una de las últimas entrevistas en las que habló sobre su hermano. Le dijo al diario estatal El Telégrafo que no quería reeditar la historia de Caín y Abel. Describió a su hermano como una persona de mucho poder económico. “A la gente muy poderosa, aceptar el no se le hace muy difícil, el no es casi como una herejía”. Dijo que fueron buenos hermanos a pesar de sus diferencias, pero que entre ellos no hablaban de política ni de fútbol porque a su hermano no le gusta este deporte. Dijo que su hermano Guillermo supuso en 2013 que él lo acompañaría en la campaña electoral, pero él respondió: “No puedo, yo le apuesto al proyecto de la Revolución Ciudadana y te lo digo con toda franqueza”. Ese mismo año, en una entrevista con el canal de televisión Ecuavisa Guillermo Lasso dijo que no mantenía contacto con su hermano hacía un par de años, pero que respetaba sus decisiones como canciller.  Cuando le pedí una entrevista para este perfil me contestó con un lacónico y contundente “No, no puedo. Rígido silencio mantengo sobre el tema”.

Pero Carlos Andrés Vera piensa que el silencio del hermano mayor es un silencio ambiguo. “Su hermano lo ataca, no directamente, pero está adentro operando en los medios y eso es algo que a él le rompe el corazón y tú lo ves” —me dijo— “Es algo que a él le quiebra la voz y tú lo ves, ves ese dolor y esa impotencia”. Dice, además, que Guillermo Lasso le ha dicho que ellos siempre vieron “el mundo de forma diferente pero nuestro punto de encuentro era la ética”. La persona que los conoce y prefiere permanecer en el anonimato dijo que era cierto. Además, me dijo que el día de las elecciones de la primera vuelta del 2017 a Guillermo Lasso le había dado un ataque de llanto incontrolable cuando escuchó que su hermano Xavier había abrazado a Lenín Moreno, candidato por Alianza País, cuando el oficialismo creía que había ganado las elecciones de 2017 en primera vuelta.

Sus otros nueve hermanos están alineados con el exitoso hermano empresario. Según la persona que los conoce, las cinco mujeres adoran a Guillermito. Dice que él tiene una enorme influencia sobre ellas, que le disculpan cualquier grosería o falta de tacto muy común en él porque “Guillermito es así, hay que entenderlo”. Sus sobrinos, sobrinas, y cuñadas saben que Guillermo Lasso no es especialmente sociable, ni cercano, ni cariñoso, ni conversador. Tiene dos hermanas favoritas y dos cuñados favoritos con los que habla más. Lasso es selectivo hasta con su familia: “En el clan Lasso están los chéveres y los no tan chéveres» dice la persona que lo conoce pero no quiere dar su nombre. Dice, además, que le cuesta abrirse e incluso es esquivo para saludar, a tal punto que ha causado ciertos roces familiares. La persona que los conoce cree que los hijos de Guillermo “entienden que tienen un padre difícil porque por su conservadurismo vive en otra época, ha tenido problemas con sus hermanos, sus sobrinos. Entonces sus hijos son queridos por toda la familia se encuentran a veces con el conflicto de que su papá se ha peleado con su tío o su padrino”. Santiago Lasso, uno de los hijos del candidato presidencial de CREO, nunca me contestó los pedidos de entrevistarlo. Las opiniones que sus hijos tienen de su padre se ven apenas en las redes sociales o entrevistas a medios con espacios de menor extensión. Lo describen como un líder “en todo sentido, considerado, una persona motivadora con espíritu de lucha, visionario, optimista, alegre, ordenado”. Aunque no tanto como su madre, lo han acompañado en muchos eventos campaña: las hijas ponen la música en el carro, se toman fotos en familia o con los cabezones que replican la cara de su padre. Ese aire familiar ha tenido un efecto positivo. “Lo que me gusta de Lasso es que es una persona familiar”, me dijo una mujer veinteañera en uno de sus mítines políticos en la tribuna del sur en Quito mientras su familia se tomaba una selfie de trescientos sesenta grados.

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Guillermo Lasso es un banquero. Es un negocio al que se dedica desde 1984, cuando fue nombrado Presidente Ejecutivo de la financiera Finansur. Sus detractores políticos han usado el término como un demérito, pero Lasso suele decir que no hay nada de malo en su oficio. En su libro Otro Ecuador es posible  escribió en su prólogo que después de recorrer el Ecuador durante tres años se dio cuenta “de que mi traje de banquero —del que me enorgullezco— me ha quedado chico”. En 1989 Finansur se fusionó con el Banco de Guayaquil, y Lasso fue nombrado Vicepresidente Ejecutivo y, unos años después, Gerente General. En 1994 ascendió a Presidente Ejecutivo del banco. En ese año empieza su vida pública cuando es nombrado vocal de la Junta Monetaria y Vicepresidente de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador. Hasta antes de eso, su vida había estado dividida en dos andenes que corrían paralelos: su trabajo y su familia. La historia de superación personal de Lasso ha sido contada muchísimas veces: que empezó a trabajar a los 15 años, que sus padres tuvieron problemas económicos que lo llevaron a pedirle a su cuñado, Danilo Carrera Drouet (casado con su hermana María Eugenia), que le dé trabajo en la bolsa de valores de Guayaquil para pagarse sus estudios. “Con mi salario pagaba la pensión del colegio y además me alcanzaba para invitarla al cine a mi padre o para ayudar en ciertas cosas de la casa” dijo en un video. Se graduó en 1974 de bachiller y estudió tres semestres en la Facultad de Economía de la Universidad Católica de Quito. No terminó la carrera, y años después obtuvo un diplomado en Administración de Empresas en el Instituto de Desarrollo Empresarial (IDE). Hacia el final del milenio, dio el salto a la función pública: en 1998 el presidente de la república Jamil Mahuad Witt lo designó Gobernador de la provincia del Guayas, un cargo que ejerció durante un año.

Eran tiempos aciagos para el Ecuador. El feriado bancario —la mayor crisis económica y social de la historia del país— estaba a punto de desencadenarse. El presidente Mahuad creó el cargo de Superministro de Economía y Energía, un puesto hecho a la medida para Guillermo Lasso que no duró más de dos meses en funciones. El sistema bancario nacional colapsó por completo: quebró el 70% de todos los bancos que había en el país. El 8 de marzo de 1999, el presidente Jamil Mahuad y la Ministra de Finanzas, Ana Lucía Armijos, declararon un feriado bancario de 24 horas (es decir, que los bancos no abriesen al público por el temor a un retiro masivo de depósitos). El 11 de marzo, decretaron el congelamiento de los depósitos mayores a dos millones de sucres. El feriado duró 4 días más de lo previsto. Guillermo Lasso no solo era gobernador del Guayas, sino Vicepresidente de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador (ABPE). Se congelaron más de mil ochocientos millones de dólares del sistema bancario privado, más de 680 de la banca offshore y  145 millones de sociedades financieras, cooperativas y mutualistas. La inflación se disparó al 60%. El desempleo aumentó del 9% al 17%. Fue una hecatombe que se saldó con muertos, desahucios y éxodo masivo y desesperado de más de un millón de ecuatorianos hacia España, Estados Unidos e Italia. El 21 de enero de 2000, Mahuad fue derrocado por un golpe liderado por indígenas, militares y políticos. Por su participación en ese nefasto gobierno, Rafael Correa acusa a Lasso de ser partícipe del feriado bancario.

Lasso ha rechazado cualquier responsabilidad en el feriado bancario. En una entrevista con diario El Universo, Guillermo Lasso dijo “Yo no soy responsable de ninguna de esas decisiones y porque yo, como banquero en mi actividad privada, he sido fiel a la confianza de los clientes. En aquella época (1999) vendí activos personales para capitalizar el banco y sobrellevó la crisis sin ningún centavo de apoyo del Estado.” El 18 de agosto de 2015, en su cuenta de twitter dijo que “Los culpables del feriado bancario trabajan en este gobierno. @MashiRafael me ataca porque yo no lo adulo, a diferencia de sus funcionarios“. Sin embargo, según el periodista Hernán Ramos, Lasso tuvo una participación en las causas principales de la crisis. Como representante de la banca privada ante la Junta Monetaria de 1994 a 1996, Lasso alabó las políticas de desregulación promovidas por el vicepresidente Alberto Dahik. En una publicación titulada La banca crece en eficiencia, Lasso escribió: “El proceso de estabilización de la economía ecuatoriana, caracterizado por el incremento de la reserva monetaria internacional, la reducción de la inflación, la renegociación de la deuda externa, la promulgación de dos nuevas leyes importantes, la de Instituciones del Sistema Financiero y la de Mercado de Valores, el proceso de desregulación especialmente en lo que se refiere a las tasas de interés y la reducción del encaje bancario han creado un entorno adecuado para producir el incremento de la eficiencia del sistema bancario ecuatoriano durante 1994”. Pero en diciembre de 1995 —cuatro meses después de la publicación de su texto—, el sistema bancario comenzó a desmoronarse: quebraron varias financieras y el Banco Continental, el quinto del país en ese momento. Las autoridades financieras del Ecuador decidieron salvar al Continetal, y le entregaron —hasta febrero de 1996— 480 mil millones de sucres (en una época que según el registro histórico del Banco Central, el cambio era 2.949 sucres por cada dólar).

El presidente Rafael Correa dijo en el 2013 que Guillermo Lasso es “uno de los responsables directos del feriado bancario” y el responsable político de congelar los depósitos de los ecuatorianos. Además, señaló que Lasso como presidente del Banco del Guayaquil compraba los certificados de depósito de algunas personas por un 40% del valor real y, después, los vendía al Banco Central del Ecuador por el total de su valor. Según Correa, es así como Lasso creó su fortuna. El banco de Guayaquil emitió un comunicado negando haber hecho negocios con los certificados de depósitos, y una comisión formada por el propio gobierno de Rafael Correa concluyó que Lasso no tenía ninguna responsabilidad en el feriado bancario. Sin embargo, ha sido la acusación más repetida en su contra. Lo que parece claro que es que Guillermo Lasso no escogió muy bien los gobiernos en los que decidió colaborar: en el 2003 fue su asesor económico y embajador itinerante del gobierno del excoronel Lucio Gutiérrez, liderando misiones en Washington para reanudar el diálogo crediticio con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Gutiérrez fue derrocado en abril de 2005.

Un año después, Guillermo Lasso se vinculó con el movimiento político liberal UNO: quería ser candidato a la presidencia pero no fue postulado. En 2012, Guillermo Lasso anunció su retiro de sus negocios para dedicarse a la política. Dice, además, que “a quienes se preguntan si seré candidato en las elecciones de febrero de 2013 les respondo: es posible, es probable”. Cuando hizo el lanzamiento del Otro Ecuador es posible en julio de 2012, reiteró que no estaba haciendo campaña política pero fue criticado por el exministro de Gobierno Francisco Huerta quien dijo que las ideas del texto parecían un plan de Gobierno y que el evento de lanzamiento de un libro se asemejaba más al de una candidatura. Ese día, Lasso cerró su presentación diciendo “Yo les digo en esta noche que quiero servir al Ecuador desde la primera línea, desde el mayor compromiso. Y lo voy a hacer con todas mis fuerzas posibles”. Luego le habló a quienes los escuchuban: la respuesta de si sería candidato presidencial la tenían ellos. En enero del 2012, el Consejo Nacional Electoral (CNE) habilitó al movimiento Creando Oportunidades (CREO)  dirigido por el expresidente de la Cámara de Acuacultura, César Monge, y la exasambleísta Mae Montaño. Para septiembre del 2012, Lasso confirmó su candidatura para las elecciones del 2013 por ese movimiento.

La oposición al gobierno de Rafael Correa buscaba una unidad para enfrentar la elección de 2013. César Montúfar y Juan Carlos Solines, del partido Concentración, se reunieron con Guillermo Lasso en el hotel Marriot en Quito al rededor de marzo del 2012. Según Solines, Montúfar le dijo que podían buscar la unidad pero que su propia candidatura para la presidencia ya estaba en marcha. Lasso le contestó que la suya también. No hubo un acuerdo. “No fue una buena reunión. Más que debatir a Guillermo le gusta polemizar”, dice Solines. Después de esa reunión, Lasso llamó a Solines —quien era presidente de Concertación— para verse en privado. “Me dijo que quería explicarme que de pronto me dio una mala impresión porque estaban en conflicto con César, pero quería contarme el proyecto de CREO”. Solines dice que lo escuchó porque le pareció un buen gesto.

Según Solines, el movimiento CREO siempre había tenido al partido Concertación como una posibilidad para la vicepresidencia, sobre todo desde que el Consejo Nacional Electoral (CNE) no lo inscribió por falta de firmas. Tanto él como Montúfar querían la candidatura a la vicepresidencia, y esa pugna desató un conflicto interno en Concertación, e hizo que Lasso y su movimiento llamaran a Solines y le dijeran que no podía seguir con los diálogos. Lasso eligió a Auki Tituaña, al líder indígena, militante de Pachakutik y exalcalde del pequeño cantón andino de Cotacachi. Pero Tituaña tuvo que renunciar después de que la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) lo expulsara por aceptar correr con el exbanquero. Además, Tituaña tenía un impedimento legal para continuar su candidatura por no haber renunciado con noventa días de anticipación a su anterior movimiento político. Cuando se quedó sin compañero, Lasso llamó a Solines: lo quería a él, sin Concertación. Solines se desafilió de su partido y comenzó la campaña presidencial. Aunque dice que no iban a todas partes juntos por cuestiones de logística, recuerda que Lasso era muy trabajador, de horarios extensos: “Nunca paraba, pero era parsimonioso”.

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Guillermo Lasso avanza en el centro de la calle cuando hace caminatas políticas. No se mueve del lugar en que está, donde va rodeado de guardaespaldas y su equipo. El mismo día en que firma el acuerdo contra el cáncer, tiene un recorrido en el Comité del Pueblo, al norte de Quito. El día había empezado, como todos los demás de la campaña, a las seis y cuarto de la mañana. A las siete ya estaba sentado en radios y sets de televisión. Después, empezaron los recorridos por el Ecuador. El tiempo no les alcanza para mucho: “A veces nos tomamos un jugo antes de salir” —dice Daniel Coronel, su secretario particular— “pero lo más común es que desayunamos después de hablar con los medios.” En el lassomóvil entran once personas. Después de las actividades de la mañana (mítines, encuentros, caminatas) paran a comer en cualquier lugar que esté al paso, a menos que tengan un almuerzo programado. “Nos conocemos todos los Paseo Shoppings del Ecuador” dice Coronel, en referencia a una cadena de centros comerciales con grandes patios de comidas que existe en algunas ciudades del país. En el lassomóvil siempre hay una hielera con agua y Coca-Cola de dieta. Es lo que más toma Lasso por su diabetes. “Se cuida en la alimentación pero eso es un problema a veces en lo político”—explica Carlos Andrés Vera— “En Ecuador, si no comes todo lo que te ofrecen en una comunidad te quedan mirando feo,  y él no siempre puede comerse todo lo que le ofrecen”. A Guillermo Lasso sus críticos le han cuestionado sus esfuerzos por comer comida típica en mercados, carretas y puestos callejeros. Los esfuerzos de Lasso por parecer un hombre común y corriente —como disimulando que es un millonario banquero— han llegado a extremos a veces excéntricos. Un día le dijo a su chofer que lo deje en una esquina y se subió a una metrovía, el sistema de buses de carril exclusivo de Guayaquil. Hay fotos en las que se lo ve tomándose una cerveza a pico, y en 2016 se hizo una extraña selfie frente a la clase turista de un vuelo a Madrid. Lo que quería era demostrar que el presidente de la República despilfarraba dinero en viajar en los aviones particulares de la Presidencia, pero en realidad el experimento social salió un poco descolocado. Pronto su imagen fue photoshopeada en el alunizaje, la caída del muro de Berlín, el asesinato a John F. Kennedy y una infinidad de situaciones históricas. Pero ninguno de esos tropiezos lo han hecho dudar —ni a su equipo— de que él es el salvador que necesita el país.

Ya en el comité del Puebo, Lasso enfila los 850 metros que recorrerá. La avenida Jorge Garcés está llena de afiches de Guillermo Lasso. Algunos de sus simpatizantes sacan los carteles de otros candidatos y los reemplazan con los suyos, los cabezones con la réplica de Lasso y Andrés Páez entregan panfletos y saludan a los viandantes. Sus partidarios, los partidarios del cambio, de la salvación, de la última oportunidad que le queda a la democracia, lo esperaban a las cuatro y cuarenta y cinco de la tarde pero ya son las cinco y media. Avanza en sentido sur con la música de la campaña, banderas blancas, decenas de personas acompañándolo y camionetas del movimiento CREO parqueadas con monigotes vestidos del verde Alianza País en el interior de una celda adentro de su balde. Él está con su esposa, el candidato a vicepresidente Andrés Páez, y candidatos a la Asamblea por CREO. Lasso saluda de la mano a las personas que lo miran desde las ventas y las puertas de sus casas y tiendas. Con pisadas largas y apresuradas cubre en quince minutos el barrio sin abandonar el centro de la fila sin acercarse a los que lo miran. Al final de la avenida, se sube al lassomóvil. Tiene una entrevista con radio FM Mundo a las seis y media, y ya son las cinco y cuarenta y ocho de la tarde. Sobre el pavimento quedan panfletos, calendarios, y los que no pudieron saludar a Guillermo Lasso porque los guardaespaldas crearon un cerco infranqueable entre ellos y el candidato del cambio, ese que sus partidarios —e incluso algunos de sus detractores de otros tiempos— dicen que es el salvador que el país se merece.