[dropcap] L[/dropcap]as revelaciones de Carlos Pareja Yanuzelli -más conocido por su acrónimo empresarial Capaya- me hicieron pensar en uno de esos asteroides que cada cierto tiempo cambian la vida y composición de la Tierra. Tan inesperados como impresionantes, su onda expansiva y virulencia marcaron el curso de diferentes periodos terrestres, al punto que extinguieron especies y cambiaron el eje de gravedad del planeta. Los Capayaleaks produjeron lo mismo: las declaraciones del ex ministro y ex gerente de Petroecuador, modificaron radicalmente el centro de gravedad del proceso electoral 2017. Dejamos de hablar de los otros candidatos y nos concentramos en la telenovela que los Capayaleaks se convirtieron para el gobierno y el binomio Moreno-Glas. La pregunta es qué tanto afectará este asteroide a la sobrevivencia del proyecto de Alianza País.

La clave para imaginar el efecto final de este entuerto radica en el grado de verosimilitud de los Capayaleaks para los electores. Carlos Pareja es un prófugo de la justicia, de quien se descubrió, gracias a los Panama papers, que recibió comisiones en varias cuentas en su empresa-acrónimo. A pocas semanas de las elecciones, Pareja decidió dar varias entrevistas a medios escritos y de televisión, sin brindar evidencias que respalden sus revelaciones. Por ello, medios como diario Expreso decidieron no publicarlas: el entrevistado no presentó más que aseveraciones que apelaban a su memoria y a la intención de colocar responsabilidades en Jorge Glas y Rafael Correa. La parte poco creíble de los Capayaleaks tiene que ver con que estas tienen una evidente intención política, disfrazada de servicio al país y provienen de un prófugo que habría comisionado en varios contratos importantes. Para colmo, una vez fuera del Ecuador, Pareja habría pedido clemencia al presidente Correa.

La contracara, que hace levantar cejas, tiene que ver con la naturaleza creíble de la revelación que proviene de cualquier insider: decir las cosas que la gente de adentro, por más evidentes que parezcan, calla. En el caso de la industria más importante del país, afirmar que las decisiones importantes pasaban, finalmente, por Glas, con conocimiento del presidente. Algo incuestionable por estructura institucional pero que en el discurso oficial está cubierto por el manto del silencio, la negación o la tesis del engaño. Pareja también apunta a las pérdidas generadas por las decisiones vinculadas a las preventas petroleras, asignaciones de campos y obras de infraestructura como El Aromo. Para peor: muchas operaciones recientes, supuestamente apuradas y perjudiciales, habrían tenido la única intención de recaudar caja, para evitar que el trasatlántico estatal naufragara en el corto plazo. Más allá de que el exministro apuntara su dedo en varios funcionarios caídos en desgracia o supuestamente sostenidos por Glas, Pareja dijo lo que muchos intuyen pero el gobierno ha negado: que nuestra gallina de los huevos de oro está quebrada y que los huevos están prevendidos por varios años (exactamente, según Pareja, hasta el 2026). Independiente de su verdadera intención, Pareja ha sido un hombre clave: participó en la primera campaña de Correa al punto de que, según él, lo acompañó a visitar a banqueros para pedirles financiamiento, algo que Fidel Egas, dueño del Banco del Pichincha ha dicho que es cierto. No solo fue un funcionario importante en la toma de decisiones de la industria petrolera en esta década verdeflex, sino que trabajó en el sector durante al menos las dos décadas anteriores. Es un hombre que conoce, o debería conocer, de lo que está hablando.

La reacción del gobierno siguió el patrón propio de los eventos que lo han descolocado: restarle total veracidad al mensajero (Pareja), argumentar una confabulación internacional y local (CIA, Isaías, oposición, prensa), poner las manos en el fuego por los suyos (Glas). El problema es que la fórmula pierde peso por lo trillada y por el momento en que se han acumulado tantas sospechas. Es cierto que los Capayaleaks parecen una maniobra política, pero es imposible precisar su origen, por la cantidad innumerable de posibles beneficiarios políticos y detractores gubernamentales. Si bien es un prófugo de la justicia, Pareja no es un mensajero cualquiera: ha formado parte del círculo de hierro del correísmo en la industria clave del país durante todos sus gobiernos. La defensa corporativa y personal de Glas, suena a un capricho que pretende minimizar algo importantísimo: su responsabilidad política. Responsabilidad que es, además, de todo un gobierno que se ha quemado las manos por las traiciones de cercanos, en lugar de haber aplicado mecanismos de fiscalización exhaustivos para evitar la corrupción y las malversaciones.

La batalla de los Capayaleaks se centró en las redes sociales, con trincheras claras. Cada bando dando credibilidad total a la veracidad de lo que Pareja o el gobierno argumentan. Pero esta escaramuza es insustancial porque la toma de partido es del núcleo duro de votantes de gobierno u oposición. Lo verdaderamente importante será lo que piensa el voto clave de estas elecciones según todas las encuestas: los indecisos. Es en ellos en donde se definirá el que haya segunda vuelta electoral y el que exista o no una tendencia hacia tener otro periodo con Alianza País o con una candidatura de oposición. Por tanto, los efectos del asteroide Capayaleaks son directamente proporcionales al voto castigo que generen en los indecisos.

La elección parece que giró su eje hacia lo que se ha convertido en un tema contradictorio: la posible corrupción o, en el peor de los casos, mala administración durante los gobiernos de Alianza País. La contradicción radicaría en que el tema parecería no ser tan relevante para el elector medio de un país con un atávico y alto nivel de tolerancia de la corrupción. Y al que poco le importaría la desprolijidad en el uso eficiente de los recursos públicos. Esa hipótesis podría alterarse si los Capayaleaks implican un punto de saturación. Una especie de contaminación de partículas que provoquen un cambio radical del clima político en el país.

El asteroide Capayaleaks también provocó un ruido tan ensordecedor que silenció a todos los candidatos. La campaña entró en un punto muerto del que ningún candidato se beneficiaría exclusivamente, pero en que el binomio Moreno-Glas sí podría perder con las revelaciones. Tanto en lo estrictamente electoral, como en su cohesión interna: Moreno se da cuenta que va a recibir un país con su principal industria en estado de coma, y al doctor que la dejó en ese estado como Vicepresidente. Este último factor sería clave para su subsistencia de cara a una posible segunda vuelta y la sostenibilidad de su gobierno. Otro coletazo, del que solo sabremos algo la noche del 19 de febrero, es qué tanto este asteroide erosionó los apoyos a los candidatos de AP a la Asamblea. Una victoria del binomio oficialista podría verse empañada por la pérdida de la mayoría parlamentaria. En cuyo caso, el nuevo gobierno tendría que enfrentar a un parlamento que investigaría las revelaciones de Pareja y otras denuncias sobre los malos manejos y la corrupción de sectores estratégicos. El asteroide igual dejaría secuelas permanentes.

Nadie sabe el efecto final del asteroide Capayaleaks en estas elecciones, pero sin dudas remeció la campaña 2017. El eje se movió hacia un debate histórico: cómo evaluar la gestión de los gobiernos de Alianza País de cara a una realidad dolorosa, en que la industria petrolera parece implosionar, tanto por la corrupción como por la irresponsabilidad. Más allá de los efectos electorales, el asteroide va a dejar una marca simbólica: abona a la percepción cada vez más generalizada de que nuestra industria petrolera, y la economía del país, están en terapia intensiva. Y que cualquiera sea el médico que llegue este año, va a tener serios problemas para recuperarlas.