Un nuevo proyecto de ley reabre el debate sobre las ideas que el gobierno del presidente Correa tiene sobre las Fuerzas Armadas. Como en las reformas al Instituto de Seguridad Social militar (el Issfa)— la discusión gira en torno a la importancia de la igualdad social dentro de la institución militar. La propuesta es auspiciada por el asambleísta Octavio Villacreses (PAIS) y se presentó a la Asamblea Nacional el 2 de septiembre de 2016 y dice estar basado en búsqueda de la Revolución Ciudadana de “la eliminación de prácticas rudas y discriminatorias en los procesos de admisión y cursos de especialidad” en las Fuerzas Armadas. Existen dos principales mecanismos en el proyecto para ese fin: garantizar el derecho a la formación académica profesional de los militares y reemplazar las categorías de Oficiales y Tropa por una denominación única: Personal de las Fuerzas Armadas.  Esta iniciativa repite una constante del gobierno actual: creer que la igualdad es un fin en sí mismo, y no un medio para garantizar la la efectividad de combate de nuestros militares.
Para entender esto es necesario considerar algunos aspectos sobre el rol de la igualdad en las operaciones militares. Según el general alemán Friedrich von Mellenthin, Jefe de Estado Mayor del XLVIII Cuerpo Panzer en el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los aspectos que favoreció la efectividad del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial era la relativa cercanía entre oficiales y personal de tropa. La igualdad de condiciones de vida de generales y soldados alemanes, incrementó la moral entre las tropas del Afrika Korps —el cuerpo del ejército alemán en África del Norte al mando del general Erwin Rommel—, a pesar de la carestía de municiones, armamento, alimento, combustible, y agua. En un clásico ejemplo de esta espartana igualdad, von Mellenthin cuenta que el comandante del Afrika Korps comía la misma ración que un soldado raso. Aún más importante: von Mellenthin dice que Rommel llegó a tal cercanía con su tropa que, en algunos casos, combatió codo a codo con ella. Esta igualdad fue decisiva en las hazañas de un Cuerpo compuesto por menos de treinta mil alemanes que derrotaría persistentemente a las tropas británicas hasta 1942. Es claro: la igualdad importa porque reduce la distancia social entre soldados y permite mayor confianza entre ellos. Eso repercute en cuán efectivos son en combate.

Esto no significa que a costa de la igualdad se tenga que crear la ficción que todos miembros de las Fuerzas Armadas son iguales en todos los sentidos. La existencia de las categorías de oficiales y tropas es una realidad que responde a la dificultad del combate y la estrategia en la guerra. El estratega militar prusiano Carl von Clausewitz explicó que la utilización de un ejército en combate involucra dos habilidades claves: entender cómo usar la fuerza en un enfrentamiento específico y cómo usar múltiples enfrentamientos para alcanzar el objetivo de una guerra. La tropa generalmente se entrena para la primera habilidad. Los oficiales para la segunda.

El motivo de esta diferencia, más que la creación de clases ficticias, es la realidad operativa de las dos habilidades. La primera requiere el dominio de los factores físicos y emocionales para vencer en el fragor y letalidad de la batalla. La segunda precisa el dominio de los factores políticos, geográficos, económicos y militares para liderar campañas compuestas de múltiples enfrentamientos. Más que dos habilidades separadas, están entrelazadas por su interdependencia: para ganar campañas hay que ganar enfrentamientos, y para ganar guerras hay que organizar los enfrentamientos en una campaña.

Existe un problema de separación social excesiva entre los integrantes de las Fuerzas Armadas que está haciéndole daño a la institución. Los oficiales perciben beneficios distintos al personal de tropa.  Tanto en comida como en educación complementaria, uniformes, beneficios de retiro, y trato interpersonal existen diferencias donde no debería haber. La comida de un Sargento Segundo es muy distinta a la comida de un Coronel, aun cuando ambos están un cuartel donde se podría proveer comida de igual calidad para todos. Sin embargo, las iniciativas del gobierno no buscan eliminar la desigualdad para aumentar la efectividad de combate, sino apenas reducir la desigualdad. Eso es un problema:  sin un norte claro, creerán estar solucionando un problema, pero habrá creado otro.

La medida propuesta por el asambleísta Villacreses podría perjudicar los programas de entrenamiento, educación, y operaciones al artificialmente eliminar una diferencia profesional.  Los oficiales necesitan programas de entrenamiento donde puedan tomar decisiones en condiciones de alta incertidumbre, mientras que el personal de tropa necesita programas de entrenamiento donde experimenten lo más realmente posible el horror del combate y cómo maniobrar con sus armas en condiciones de máxima incertidumbre. Si ambos son “personal de las Fuerzas Armadas”, los programas de entrenamiento podrían tratar de unificar dos necesidades diametralmente distinta.  Aún más importante es considerar que los contenidos educativos y las necesidades operativas de oficiales y tropa no son los mismas. Mientras los oficiales necesitan educación académica humanística sofisticada y mayor cantidad de comando y control a medida que avanzan en su carrera, el personal de tropa necesitará más educación táctica y técnica sofisticada con mayor capacidad de combate a medida que progresan en la suya. Es fácil ver que la iniciativa de Villacreses, aunque loable en la aspiración de reducir ciertas injusticias, puede hacer más daño que bien.

Pero Octavio Villacreses no es el único que ha creado un problema por buscar un objetivo válido. Las reformas al ISSFA, implementadas por el Ejecutivo y que intentaron solucionar el problema de las diferencias entre pensionistas que fueron oficiales y de las tropas también han causado un serio problema:  no consideraron la cuestión más amplia del peso de la seguridad social militar sobre el presupuesto de defensa del Ecuador. La finalidad del proyecto era conservar al Issfa, pero corrigiendo los problemas de contribución que generaban pensiones consideradas como excesivas. La solución era calcular las pensiones militares en base al promedio de los 60 mejores últimos salarios de cada aportante, al mismo tiempo que se redujeron las contribuciones patronales e individuales al ISSFA.  Si de igualdad se trata, para el Gobierno esto era suficiente.

La seguridad social militar es un costo operativo por lo debe ser mantenido bajo control para que no merme los recursos para otras necesidades del sector defensa. Por ende, el gobierno atacó el problema de reducir la desigualdad sin atacar el problema de los costos operativos que pueden carcomer los recursos para mantener una efectiva capacidad de combate.Las reformas actuales al Issfa no controlan la presión de la seguridad social militar sobre el presupuesto de defensa.

Aun con la actual solución, el Estado ecuatoriano deberá seguir contribuyendo recursos en el orden de los 350 millones de dólares anuales al Issa para asegurar su autonomía como entidad de seguridad social militar. ¿De cuánto es la presión de esta transferencia? Es el 25% del presupuesto de defensa de 2015. Estados Unidos destina el 19% de su presupuesto de defensa a financiar su equivalente a nuestro Issfa. El Ecuador gasta en seguridad social militar más que la primera potencia militar mundial: nuestros costos operativos están fuera de control.

La repercusión para la efectividad de combate del país es dramática. En el 2015, de los 1506 millones de dólares destinados a defensa solo 105 eran para inversión. El costo de mantener un Issfa autónomo es dramáticamente dañino para el Ecuador: mientras tenemos aviones, tanques, y embarcaciones que superan los 35 años con altos costos de mantenimiento por la escasez de sus repuestos, gastamos el equivalente a tres veces el presupuesto de inversión en pagar una entidad de seguridad social autónoma. Ese dinero podría estar destinado a más horas de vuelos de entrenamiento que reduzcan los accidentes de nuestra flota aérea, o para que existan aviones más modernos y confiables. Sin embargo, solo se busca reducir la desigualdad, pero no se busca conservar —o aumentar— la capacidad de combate del Ecuador.

Las políticas militares del presidente Correa han dejado mucho que desear. Si se piensa que esto sería mejor con otro político, es un error: ninguno de los candidatos ha planteado problemas y soluciones en esta área. Por ejemplo, el plan de gobierno de 2012 del movimiento CREO no decía nada sobre estos problemas. Es más, no menciona para nada la defensa nacional.  PAIS tampoco lo hace dentro de su plan de gobierno para el 2017.

Las Fuerzas Armadas tampoco han sido proactivas en generar soluciones a estos temas. Al contrario, se han conformado con tomar los más de diez mil millones de dólares que los ecuatorianos les hemos encomendado para destinarlos a gasto corriente sin haber buscado mecanismos de ahorro como, por ejemplo, la reducción de personal militar. Han sido estáticas en tratar de gastar mejor nuestro dinero, incluyendo tener una organización con mayor igualdad social entre rangos y mejor efectividad de combate.

El siguiente gráfico muestra esta realidad:

La búsqueda de la igualdad dentro de las Fuerzas Armadas por el gobierno del presidente Correa revela que no entiende el rol de la igualdad en la institución militar. Existen problemas de diferencias innecesarias y dañinas en ella que deben ser eliminadas tajante e inmediatamente.  Sin embargo, el gobierno no sabe cómo emprender esa búsqueda sin comprometer la efectividad de combate. Aún peor: no existen propuestas o alternativas de solución en este campo por parte de políticos de oposición, y las Fuerzas Armadas, por sí mismas, han sido incapaces de generar soluciones.  En esta elección, necesitamos de nuestros candidatos propuestas electorales que nos ayuden a alcanzar la igualdad y efectividad militar de la mano, no una a costa de la otra.