Un chico recoge los equipos de un canal de televisión en la sede del Sí en Bogotá. Mientras tira de cables y guarda cámaras repite «Colombia, país de mierda». Son las siete de la noche y la sala del hotel Tequendama se ha quedado vacía. Dos horas antes, cuando no se conocían los resultados del plebiscito sobre los acuerdos de paz firmados entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, periodistas y partidarios del proceso de paz pujaban por entrar. La victoria del No, que fue vista desde tres pantallas grandes, eliminó el entusiasmo con el que llegaron. El resultado fue sorpresivo y apretado: 50,23% para el No, 49% para el Sí, con una participación de apenas el 37,43% del electorado (de un total treinta y cuatro millones y medio de votantes). La paz queda en el aire en Colombia. Los acuerdos firmados en Cartagena el 26 de agosto de 2016 no podrán ser implementados por el Gobierno de Juan Manuel Santos.

En apenas minutos, la euforia con la que se esperaba el resultado, se convirtió en desilusión. Los primeros reportes le daban una ligera ventaja al Sí, pero al interior de los promotores del acuerdo, la derrota ya se presentía. Frente a las pantallas de transmisión, con brazos cruzados y mirada estática, los partidarios del Sí miraban los resultados sin más reacción que el llanto.

 

No fue para todos un resultado de mierda. A cinco kilómetros del hotel, el partido del expresidente Álvaro Uribe, Centro Democrático, los festajaba. Las regiones uribistas, como Antioquia —en especial su capital, Medellín— decidieron el referendo. El Sí arrasó en la mayoría de las zonas históricamente afectadas por el conflicto armado, como el Chocó, Cauca o La Guajira. De acuerdo una nota de la revista Semana, “los números que más saltan a la vista son los de Bojayá, la población del Chocó que vivió uno de los momentos más traumáticos de la guerra”. Hacía poco, había participado de un acto de perdón con los miembros del Secretariado de las FARC. En 2002, el combate entre guerrilleros y paramilitares mató a 70 personas que se habían refugiado en una iglesia de ese municipio. El artista Juan Manuel Echavarría recogió en un video de 18 minutos los testimonios de esa masacre. En Bojayá, según el reportaje de Semana, el Sí obtuvo el 96% de los votos. En Miraflores, en la provincia de Guaviare, el Sí ganó con el 85%. En ese pueblo, en 1997, un grupo paramilitar asesinó a doce personas y desplazó a más de trescientas.

 

Las FARC y el Gobierno habían dicho que no estaban dispuestos a modificar los acuerdos si ganaba el No. Pero el cese el fuego declarado el 26 de agosto se mantendrá. Incluso, la guerrilla ya entregó el primer cargamento de explosivos. ¿Qué pasará con la hoja de ruta trazada para el fin del conflicto? No se sabe qué pasará con la salida de los guerrilleros a las zonas veredales transitorias de desmovilización y campamentos, que son los lugares donde deben permanecer  antes de reintegrarse a la vida civil. O debían: ahora nada parece cierto en Colombia.

A las 19:00, con un discurso más esperanzador que triunfalista, el presidente Juan Manuel Santos apareció para asumir la derrota. Adelantó que convocará a todos los partidos, incluso a los promotores del No y reafirmó el compromiso de “seguir trabajando por conseguir la paz”.

Si bien el acuerdo no fue aprobado por los colombianos, el   proceso para el fin del conflicto sigue en marcha. El líder de las FARC, Timoleón Jiménez, «Timochenko», afirmó que «mantendrán su voluntad de paz». Además, los miembros del Comité Negociador del Gobierno viajarán el lunes a La Habana a reunirse con el equipo de las FARC para redefinir la ruta a seguir.

La victoria del No se celebró en Medellín. Desde ahí, Álvaro Uribe llamó a un “gran pacto nacional” e insistió en la necesidad de modificar el contenido del acuerdo. El mismo discurso mantuvo otro de los promotores del No, el exprocurador Alejandro Ordóñez: “Las Farc y el Gobierno deben entender que Colombia rechaza la impunidad y rechaza que los perpetradores de atrocidades no se arrepientan genuinamente”. Los promotores del No hicieron suyas las calles. Como si se  tratara de un partido de fútbol, los ciudadanos salieron con banderas, pitos o camisetas. Mientras, a cinco kilómetros, en la sala del hotel Tequendama, se apagan las últimas luces y se reparten los últimos abrazos. La celebración por la paz quedó pospuesta hasta nuevo aviso.

Mientras tanto, la paz en Colombia está pospuesta.  Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, dijo hace unos días que si  Colombia votaba por el no, daría “la impresión de ser un pueblo esquizofrénico que se aferra a la guerra como forma de vida». Mañana lunes 3 de octubre, un día que muchos creyeron marcaría el inicio de un nuevo tiempo en el país, amanecerá como uno más de los cincuenta y dos años anteriores: marcados por el fuego de la guerra y la venganza, que no es lo mismo que la paz, ni la justicia. Un país aferrado a la guerra, y orgulloso de su esquizofrenia.