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En Guayaquil hay mayor interés por la construcción de centros comerciales que de plazas, a pesar de que estas tienen mejores efectos sobre la calidad de vida de las ciudades. De hecho la última construida por la Municipalidad local es la Plaza Rodolfo Baquerizo Moreno, en 2004, donde estaba el parque Guayaquil junto al Estero Salado. Hoy existen alrededor de cuarenta y cinco malls o centros comerciales en la ciudad. La  privatización del territorio urbano es un negocio rentable: se pueden construir proyectos como los centros comerciales enfocados al consumo para el beneficio económico de su propietarios e inversionistas. Los malls y plazas son dos versiones de los espacios arquitectónicos colectivos que las ciudades de todo el mundo han usado para desarrollar actividades económicas, culturales, de ocio. Los centros comerciales (o malls) son espacios colectivos de administración privada para la compra de  productos variados; el consumismo es el principal motor que los promueve.  Las plazas son espacios públicos importantes en el tejido urbano porque constituyen lugares de encuentro de unos con otros fomentando la cohesión social. Guayaquil ha elegido al mall. 

La plaza es el espacio urbano público por antonomasia: tradicionalmente descubierto y amplio donde las personas interactúan libremente. Nació en la Europa Medieval, y luego, con el urbanismo renacentista, su diseño y uso fue fundamental para el desarrollo de la sociedad y la construcción de ciudadanía. En Latinoamérica, durante la época colonial, se construyeron varias con fines comerciales, como espacios para el libre intercambio, compra y venta de productos agrícolas y mercadería en general. Con el pasar de los años, la modernización capitalista que se dio en las sociedades europeas produjo un cambio en su estilo de vida. Sin embargo, su identidad y vida urbana hizo que esta modernización capitalista se adaptara a sus necesidades reales dentro de lo social y cultural, no al revés. En Guayaquil pasó lo contrario con las diferentes piazzas que hoy existen, que no son otra cosa que grandes parqueaderos con tiendas comerciales a su alrededor.

Las piazzas que hay en Guayaquil no son plazas. Es un incorrecto uso de la terminología urbanística: si bien la traducción de piazza al español es plaza, el  concepto de plaza no tiene nada que ver con lo planteado por los promotores que impulsan estos proyectos. En vez de tener piazzas con árboles de copa grande que doten de sombra generando ecosistemas agradables para el esparcimiento de niños, jóvenes, adultos y ancianos, lo que se tiene son lugares para parquear los autos de las personas que van a comprar en estos sitios. La sociedad guayaquileña podría estar priorizando demasiado una cultura de consumo, aun cuando le reste espacios públicos que le brinden una mejor calidad de vida. 

En esta misma dirección, se podría decir que las ganancias económicas de los malls solo son para un único grupo empresarial, convirtiéndose estos en una competencia desmedida para medianos y pequeños negocios en la ciudad. Por otro lado, en el caso de las plazas públicas, su fortaleza radica en la rentabilidad social para un beneficio comunitario y ciudadano. La municipalidad tiene muy poco interés en impulsar e incrementar la presencia de plazas en la ciudad,  por la errónea lógica y asociación a una rentabilidad económica baja. Este error deriva en que el sector privado tampoco fomente su construcción en sus proyectos inmobiliarios. Sin embargo, las plazas dentro de espacios urbanos planificados pueden generar una alta rentabilidad económica al sector o barrio donde se encuentre ubicada.

Para el geógrafo urbanista Jordi Borja, los centros comerciales no son otra cosa que las propuestas de los promotores para destruir el planteamiento urbano de gozar una ciudad con espacios públicos de calidad. Los centros comerciales lo único que logran es fracturar el territorio y dificultar la cohesión social desde las relaciones sociales. La presencia de los centros comerciales en Guayaquil han producido estos efectos en  su territorio y  sociedad. Inclusive, los malls en la ciudad han hecho que los guayaquileños se sientan inseguros e incómodos en espacios públicos abiertos o descubiertos, una especie de agorafobia, que se traduce en la preferencia por lo privado y cerrado sobre lo público y abierto. A esto se suma la poca calidad de espacios públicos (no privatizados) en la ciudad que puedan integrar y ofrecer seguridad  a los guayaquileños. 

Los principales factores que motivan a los guayaquileños a visitar los malls son la distracción, la seguridad y la oferta variada de productos de buena calidad. Además, se puede mencionar que estos lugares cuentan con climatización artificial, lo que los hace muy atractivos sobre todo en días calurosos y con excesiva radiación solar en comparación con los espacios públicos que en su mayoría carecen de sombra por los deficientes criterios sobre áreas verdes por parte del cabildo. La realidad es que estos centros comerciales no ofertan mayor experiencia de enriquecimiento cultural y mucho menos social como si lo ofrecería la ciudad desde lo urbano si esta gozara de espacios públicos de calidad que no buscaran solo la rentabilidad económica. Es innegable que el negocio de los Centros Comerciales se ha posicionado a nivel mundial pero sobre todo con mayor aceptación en países de Latinoamérica, sobretodo en ciudades como Guayaquil que desde sus políticas urbanas impulsan la privatización en el uso del suelo  y que además no planifica su espacio público. Además, se podría indicar que estos espacios cerrados pseudo-públicos conocidos como malls, le restan espacio urbano y tiempo a la vida urbana de las personas.  Es decir, el espacio y tiempo invertido en estos templos del consumo solo restan espacio urbano y tiempo a la vida urbana colectiva de la sociedad.

Hay muchos ejemplos de esto. Por ejemplo, la Plaza Taskim dentro de la zona moderna europea de Estambul, llena de bares y restaurantes de varios hoteles importantes de la ciudad. Se puede combinar el concepto de parque con plaza como en el parque de los Pies Descalzos en Medellín: contiene varias micro-plazas alrededor de juegos pedagógicos infantiles, áreas verdes y piletas de agua usadas por los niños. Las escalinatas de la Plaza de España de Roma —en la vía dei Condotti, una de la calles más famosas para ir de compras— conectan la plaza con la iglesia frente a la fuente de agua son consideradas un espacio de encuentro al aire libre: de hecho, cada fin de año las plazas romanas se repletan para celebrar el año nuevo. El Skate Plaza de Vancouver, en Canadá, funciona de forma exitosa debajo de los pasos vehiculares elevados:  es un parque de patinaje para jóvenes con sombra. En el Ecuador, la Plaza Foch en Quito ubicada en la intersección de la Mariscal Foch y Reina Victoria articula bares, restaurantes y cafeterías fomentado la vida cosmopolita de la capital. Todos estos ejemplos tienen en común la vida urbana que se genera alrededor de plazas en la ciudades.

La actividad consumista que se da en los malls, con los mismos productos importados, se puede realizar en los espacios urbanos de la ciudad. Por ejemplo la ropa de reconocidas marcas podría comercializarse en el boulevard 9 de Octubre, articulándose con la incorporación de espacios culturales y artísticos. Sin embargo no toda actividad comercial es positiva en el Boulevard 9 de Octubre, es el caso de los electrodomésticos que poco aportan a la experiencia urbana y a lo cultural. La clave es entender qué productos en los espacios públicos peatonales aportan a la calidad de vida urbana. Se puede tener como analogía para ilustrar lo mencionado a la calle The Strand, en Londres, conocida como la «milla del estilo» por la cantidad de tiendas de diseñador que contiene en su recorrido urbano. 

La diferencia es que en la ciudad, este consumo sí aporta al empoderamiento ciudadano de lo público-urbano, y articula otras actividades cotidianas, culturales y sociales. Se puede aprender de la experiencia del movimiento Beautiful City a finales del siglo XIX donde los urbanistas estadounidenses decidieron romper el trazado de damero (retícula urbana para planeación urbana de la ciudades) con imponentes avenidas, bulevares y plazas, con áreas verdes para el uso y disfrute de sus usuarios articulando las dinámicas económicas y culturales alrededor de estos sitios. En las ciudades europeas —sobre todo en sus centros históricos— se puede ver cómo las grandes tiendas de ropa de renombradas marcas a nivel internacional están en bulevares o calles y no únicamente en centros comerciales. La presencia de estas tiendas hace que  muchas personas acudan a las calles, volviendo seguro el sector donde estén dichas tiendas. Lo esencial aquí es que la sociedad  no pierda vida urbana para adaptarse al capitalismo sino todo lo contrario: que el capitalismo se adapte a la vida urbana de cada ciudad.

En Guayaquil, deberían existir más plazas. Sin embargo, el diseño de los centros comerciales tiene otros referentes, como por ejemplo Plaza Lagos en Samborondón que busca arquitectónicamente ser un espacio semiabierto. Su diseño arquitectónico es más atractivo en comparación con los simples y pobres diseños de los riocentros o paseos shoppings ubicados en la mayoría de ciudades de la costa, pero continúa siendo un espacio privatizado y  desconectado de la vida urbana. En un futuro, lo ideal sería que existan menos centros comerciales: la vida siempre está afuera, en la ciudad, y no dentro de los centros comerciales. La vida urbana de calidad debe estar por encima  de las necesidades espaciales del capital, pero para esto la sociedad debe entender que su recurso territorial y su tiempo deben ser invertidos en espacios que les otorguen mayor rentabilidad cultural y social. 

Bajada

¿Por qué Guayaquil necesita más plazas urbanas y menos centros comerciales?

fuente

Un escapista actúa frente a su público en la plaza del mercado de Covent Garden, en Londres.

Fotografía de anthony kelly bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0