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La final soñada honró las expectativas que generó. En un desenlace de infarto, los Cavaliers de Cleveland, capitaneados por LeBron James, se coronaron campeones, por primera vez en su historia, cuando derrotaron el domingo 19 de junio 93-89 a los Golden State Warriors de Oakland, y al dos veces Most Valuable Player de la NBA, Stephen Curry. La victoria, además del inédito campeonato para los Cavaliers, marcó otro hecho histórico: por primera vez un equipo logra remontar una desventaja de 1-3 juegos, en una final.

Fueron batallas épicas en las que el cambio fue permanente. Los Warriors eran favoritos, tenían ventaja de localía si la serie llegaba a los siete encuentros, y contaban con un equipo formidable que había roto el récord de victorias en la temporada regular: 73. Este favoritismo pareció confirmarse cuando los de Oakland ganaron los dos primeros partidos en casa (104-89 y 110-77). Dominaron a los Cavaliers y mostraron un juego en donde titulares y reservas parecían estar muy por encima de LeBron James y su tropa.

Los siguientes dos juegos en Cleveland parecieron cementar el favoritismo de los Warriors. Si bien perdieron el tercer encuentro con un apabullante 120-90, luego revirtieron el traspié ganando el siguiente juego 108-97. Hasta ese momento, la suerte parecía echada: ningún equipo en la historia profesional le había dado vuelta a un déficit de 1-3, y los Warriors jugaban dos de los siguientes tres encuentros en casa.

Pero, como en toda remontada épica, el cuento de hadas se escenificó gracias a que los héroes aparecieron. Sobre todo las dos máximas estrellas de los Cavaliers: LeBron James y Kyrie Irving. Si bien para el quinto encuentro de la serie, jugado en Oakland, los Warriors no contaron con un jugador clave como Draymond Green —suspendido por un incidente con James—, la diferencia la marcaron James e Irving, quienes contribuyeron con 41 puntos cada uno (primera vez que dos jugadores de un mismo equipo conectaban más de 40 puntos cada uno en un partido de final de la NBA), para consolidar una victoria de visita por 112-97.

El triunfo como visitantes inspiró a los Cavaliers y, sobre todo, a su estrella, LeBron James. En el sexto juego de la serie, hizo un espectacular bloqueo a Curry. Luego de tanta controversia acerca de cuál de los dos era el jugador más dominante de la NBA, con el bloqueo The King quiso dejar claro quién era superior. Y gracias a su presencia gravitante, la victoria de local de los Cavaliers (115-101) forzó un séptimo juego.

Al encuentro decisivo, el favoritismo de los Warriors llegó evaporándose. James imponía un juego completo: durante la serie acumuló en promedio 29.7 puntos, 11.3 rebotes, 8.9 asistencias, 2.3 bloqueos y 2.6 asistencias. Curry tuvo promedios mucho más bajos y apareció de forma intermitente. La diferencia en la performance de los jugadores insignia marcó el destino de sus equipos.

La consistencia de The King fue lo que permitió a los Cavaliers conseguir una victoria épica en el encuentro final. El partido llegó empatado 89-89 en los últimos tres minutos. Pero cambiaría cuando James evitó que Andre Iguodala anotara, a solo 1:52 del final. Fue una jugada tan espectacular que en el futuro todos sabremos de qué estamos hablando cuando alguien diga el bloqueo de LeBron.

La increíble defensa de los Cavaliers impidió que los Warriors anotasen en los últimos tres minutos del encuentro. Kyrie Irving liquidó el partido con un triple en el último minuto y los Cavaliers defendieron esa ventaja hasta el silbato final como si se tratara de un duelo de vida o muerte. La victoria fue celebrada con lágrimas por James, quien alcanzó —como él mismo diría, contra todos los pronósticos— darle el campeonato prometido a su ciudad. Que James haya sido nombrado MVP de la serie fue el remate de una actuación épica que dejará para la posteridad un mensaje: el reinado de The King se agrandó en 2016.  

Bajada

En una de las mejores finales de la historia de la NBA, los Cleveland Cavaliers lograron lo que nunca nadie hizo antes

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Fotografía de Erik Drost bajo licencia CC BY 2.0. (Detalle)