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Transparente, magnética e incombustible. Los elogios a Joanne “Jo” Cox, activista humanitaria y parlamentaria inglesa laborista asesinada a tiros por un fanático nacionalista británico el jueves 16 de junio de 2016, se acumulan incontenibles y transversales entre los políticos británicos, europeos y globales. El duelo por su muerte, mientras cumplía su tarea legislativa —conversaba su agenda con la comunidad que ella representaba— puso de manifiesto que la política como compromiso social y participativo, generalmente se vive en silencio. Y que en un clima de tensión política creciente, como el del referendo sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, corre peligro.

En muchas formas, la historia de Jo Cox era como sacada de un cuento de hadas político: motivada por el afán de servicio, la defensa del humanismo, y en donde la sencillez y cercanía con su comunidad son la brújula. La parlamentaria de 41 años y madre de dos niños -cinco y tres años de edad-, llevaba un año en funciones y tenía un currículo impecable. Se había graduado en Cambridge, había trabajado durante ocho años en Oxfam —una reconocida ONG enfocada a ayudar a países en desarrollo— y había sido electa por la circunscripción de Batley y Spen, un crisol de bagajes religiosos y étnicos que, en el contexto actual, parecería ser el caldo de cultivo para un clima cívico hostil e invivible. En su discurso de aceptación de su curul parlamentaria, Cox habló de esa diversidad como un valor por el que quería luchar. Convirtió en hechos sus palabras, juntándose con la comunidad periódicamente para discutir su agenda legislativa, que incluyó promover la ampliación del número de refugiados sirios en suelo británico. Cox era el polo opuesto a lo que se ha vuelto un lugar común en todo el mundo: catalogar a los políticos como una élite egoísta, desconectada de la ciudadanía.

La muerte de Cox nos recuerda el lado menos discutido de la política: el esfuerzo que hacen muchos representantes por conectarse con las comunidades y construir una agenda a partir de esa interacción. El sistema parlamentario británico promueve esta dinámica a través de los constituency surgery o cónclaves con la circunscripción. Son reuniones en que cada uno de los 650 members of Parliament (conocidos como MPs) británicos tienen la oportunidad de interactuar cara a cara con sus votantes para discutir varios temas locales y nacionales. Estas reuniones pueden ser en escuelas, bibliotecas o centros sociales de la circunscripción. El asesinato de Cox ocurrió justo a la salida de una de estas reuniones, que para muchos representan el núcleo central de la democracia británica. Por eso The Guardian en su editorial del 17 de junio decía que el asesinato de Cox fue un ataque al idealismo y humanismo que ennoblece la política. Pero, además, un golpe durísimo a uno de los valores que la democracia británica promueve: el contacto con la comunidad.

El crimen sucedió en un clima de convulsión política, tanto en el Reino Unido como en el resto de Europa. Al ambiente anti-inmigratorio que se ha acrecentado desde la crisis económica de 2008, se sumaron la crisis de los refugiados de 2015 y un discurso –y actitud— cada vez  más reactivo que apela al temor xenófobo. De hecho, el migratorio es probablemente el factor clave que decidirá el resultado del referendo que se vota esta semana sobre la continuidad de Reino Unido en la Unión Europea. Si bien los promotores del Brexit (un juego de palabras entre Britain y exit) argumentan que la razón es devolverle al país el control de sus fronteras, la extrema derecha apela al temor de que los migrantes y refugiados se vuelvan una incontenible marea que les quite a los británicos trabajos, desmejorando sus sueldos y la calidad de los servicios sociales.

Las razones de la muerte de Cox todavía no han sido establecidas con claridad. El principal sospechoso, Thomas Mair, ha sido descrito como una persona reservada, de la que se conocen antecedentes de simpatía con la extrema derecha de Sudáfrica y el Reino Unido, y de haber tenido en su poder propaganda neonazi. De hecho, algunos testigos señalan que Mair habría gritado England First! (el nombre del grupo ultranacionalista radical inglés) mientras apuñalaba y baleaba a Cox. Lo más probable es que la inestabilidad sicológica del atacante haya sido la razón principal para que perpetrara lo que a todas luces aparece como una locura sin sentido. Pero tampoco es menos cierto que, en medio de un discurso de polarización creciente respecto del rol de Reino Unido en la UE y del debate cada vez más acalorado sobre la migración, Cox -una activista por los refugiados y la mejor integración de los migrantes- haya sido una especie de chivo expiatorio del clima xenófobo. Cuando Mair fue a tribunales este sábado, al preguntársele su nombre dijo: “me llamo muerte a los traidores, libertad para Bretaña”. Tal parece que Mair quiso mandar un tenebroso mensaje con el ataque: no solo aborrecemos la migración, también a sus defensores.

La muerte de Cox puede generar un precedente determinante para las votaciones del referendo. La opción por dejar la UE comenzó a tener una ventaja de 7 puntos según las encuestas de la semana previa al referendo. Su campaña (Leave, que puede ser traducido como Salgamos) se ha afianzado en la idea de devolverle la soberanía a Reino Unido, particularmente para controlar su política migratoria, sobre todo los flujos de personas de la UE que han llegado a suelo británico. El tono del discurso de los euroescépticos conservadores y laboristas ha sonado hasta amigable, pero en el fondo tiene metida bajo la piel la marca de la antimigración extrema que promueve la ultraderecha. El asesinato de Cox podría desnudar al lobo xenófobo disfrazado de tierna oveja soberanista.  

Es un crimen horrendo que invita a los británicos a sopesar el verdadero alcance del referendo del 23 de junio. La campaña para permanecer en la UE ha mostrado cifras constatables de que los beneficios de permanecer en la unión son mayores a sus costos. Pero esta narrativa no  ha podido desmantelar los miedos a la migración, que han ganado terreno al punto de que se convirtieron en el factor decisivo de cara al referendo. Sin embargo, los ideales de una parlamentaria que honra el quehacer político y que luchó por la integración, dentro y fuera de su país, puede ayudar a que muchos británicos abran los ojos. Y, al resto, nos enseña que también hay gente que llega al poder para servir, con el compromiso de cambiar el mundo para mejor. 

Bajada

El asesinato de Joanne Cox invita a reflexionar sobre la política como un ideal amenazado 

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Fotografía de Garry Knight bajo licencia CC BY SA 2.0