No repetir tonterías también es una forma de solidaridad
Cuando el Ecuador se levantó la madrugada del 18 de mayo de 2016 porque la tierra volvía a temblar, el Instituto Geofísico (IG) dijo en un tuit que la magnitud preliminar del sismo era de 7,1 grados pero unos minutos después, lo borró y ajustó la cifra a 6,8. El servicio geológico estadounidense (USGS) coincidió con el registro de 6,8, pero algunos usuarios de redes sociales han cuestionado el cambio de los reportes. Suponen una manipulación de los datos como una forma de control de la información, hacen teorías de conspiración o reclaman una supuesta ineptitud del IG. El IG ha explicado en un boletín que cuando elimina información de sus cuentas es porque la reemplaza por información actualizada y más exacta. “Se pide a la comunidad tener en cuenta el estado del reporte: si éste dice “PRELIMINAR”, fue emitido automáticamente por un programa informático y es muy probable que su valor cambie luego de que un técnico humano procese manualmente la información del evento”. Sin embargo, en el país de la sospecha, muchos aún desconfían de la explicación. Entonces, ¿estamos ante una oscura maquinación para que no sepamos qué es lo que pasa en realidad, o hay que dar las razones del IG por buenas? La explicación técnica es más plana, pero más precisa.
De entrada hay que decir lo más o menos obvio: el IG ha dicho la verdad. La geóloga Mónica Segovia da la misma explicación vía correo electrónico desde Francia, donde termina su PhD: “los reportes preliminares son automáticos y son enviados por el sistema de adquisición y localización que tiene el IG en menos de 3 minutos (publicado en Facebook y Twitter)”. Es un programa informático que asocia las llegadas de las ondas sísmicas a cada una de las estaciones y luego —en función de los tiempos de llegada— localiza el evento. El Servicio Sismológico Nacional de México también lo confirma. “La información preliminar disponible durante los primeros minutos siguientes al evento se obtiene a partir de un grupo pequeño de estaciones de la red de observatorios sismológicos que se encuentran distribuidos en todo el territorio nacional” —explica en su página web— “A medida que se encuentra disponible información adicional y ésta es procesada, la magnitud del evento se recalcula y se actualiza continuamente. Algunas veces la magnitud varía ligeramente del primer valor reportado debido a este ajuste”. Dicen lo mismo los servicios geológicos de Australia, Estados Unidos, y básicamente todos: es el consenso científico.
Lo que el IG no ha explicado es por qué es necesario que un humano revise y —de ser necesario— ajuste la medición. Hay dos razones posibles. “Puede ocurrir que el programa asocie o vincule señales que no son precisamente ondas sísmicas (esto puede ocurrir cuando hay fallas en una estación o, incluso, ruido local, por ejemplo)” —explica Mónica Segovia— “Se crea un evento que no existe, o por asociar una señal de una estación que está dañada por ejemplo, lo localiza en otro sitio”. En el Ecuador, la Red Sísmica del Instituto Geofísico es la encargada de monitorear cómo se mueve la tierra debajo nuestro y cómo se comportan los volcanes. Para hacerlo, utiliza un complicado entramado de equipos (si se quiere revisar a detalle cuáles son, están acá), de los que resaltan los acelerógrafos —que miden cómo se mueve el terreno durante el sismo— y los sismógrafos —que determinan hora, epicentro, profundidad, magnitud—.
Ciento veinte estaciones monitorean la actividad sísmica en el territorio del Ecuador —tanto de las placas tectónicas, como las de los volcanes que corren por la Sierra del país. “La magnitud que se reporta es un promedio de la magnitud que registran cada una de las estaciones” —explica Segovia— “Por la misma razón, si una estación está mal (es decir, registró ondas no precisamente sísmicas o tiene una falla), entonces la magnitud también no es correcta.”
La otra razón para la diferencia entre las magnitudes preliminar y revisada, es que en los terremotos de más de 7 puntos de magnitud, se necesita que todas las ondas sísmicas lleguen a las estaciones de monitoreo. Eso puede tardar, explica Segovia, diez o más minutos en algunos casos, dependiendo de qué tan lejos están las estaciones del epicentro. “Entonces, a los 3 minutos, aproximadamente,” —dice la experta— “un sismo está publicado con la identificación PRELIMINAR. Más tarde, en función de los análisis que se hayan hecho, se publica un sismo REVISADO con una localización y magnitud más precisas”. En el Ecuador, la información que reportan las estaciones sísmicas llega al Centro de Procesamiento, Información y Alerta Volcánica y Sísmica (TERRAS) a través de un “sistema de adquisición” (el verdadero misterio es por qué los científicos hablan tan enredado), y en unos tres minutos desde que se generó la información se reportan en las redes sociales del IG, por eso aparecen con la viñeta de Preliminar. Luego son analizados por un especialista, y se ajustan las mediciones. Por eso la intervención humana es necesaria. Aún no estamos totalmente a merced de las máquinas.
Las teorías de conspiración suelen ser divertidas. Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna lo sabe perfectamente porque mucha gente no le cree. En la última entrevista que dio antes de morir en 2012, lo recordó: “La gente ama las teorías de conspiración. Son muy atractivas” —dijo el astronauta estadounidense— “Quiero decir, son muy atrayentes. Pero nunca me han preocupado, porque sé que, algún día, alguien va a volar de vuelta allá y recogerá la cámara que olvidé”. Las teorías de conspiración, sin embargo, se vuelven peligrosas en épocas de catástrofe. Nadie va a entrar en pánico porque alguien con demasiado tiempo y una conexión de Internet dice que el alunizaje es un fraude. Por el contrario, decir que los reportes sísmicos de un instituto técnico como el IG responden a oscuras voluntades, o que suponen un engaño al público, es irresponsable. Tal vez no pase nada Guayaquil o Quito, pero estos mensajes tienen un impacto directo en las poblaciones donde más daños dejó el terremoto de abril. Y no lo duden: llegan. En un grupo de Whatsapp de Pedernales, el rumor de la manipulación de la medición de las magnitudes causó alarma. Por suerte, uno de los miembros tuvo la serenidad de pedir información verificada: “Por favor, antes de compartir o decir algo de lo que sale en las redes sociales del sismo, investiguemos un poco más.”— escribió a pocas horas de la réplica del mediodía del 18 de mayo— “Tenemos los nervios de punta y podemos afectar a los más sensibles aún mucho más”. No repetir tonterías es también una forma de solidaridad.