Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de Jimmy Jairala. 

Historias desde una de las ciudades más afectadas por el terremoto de Ecuador

La noche del sábado 16 de abril de 2016 Pedernales se desplomó. Un terremoto de 7.8 grados de magnitud sacudió al Ecuador y su epicentro estaba en este pueblo costero de la provincia de Manabí, al norte del Ecuador.  Eric Samson, corresponsal de Radio Francia Internacional, estaba en Same, una playa más al norte, pasando el fin de semana. A las 18:58, la tierra comenzó a temblar. Aproximadamente un minuto después, el sesenta por ciento de las casas y edificios de Pedernales estaban destruidas o tan dañadas que no podrán volver a ser habitadas. Mayra Nevárez le contó a Samson cómo fueron esos momentos: “La casa, las columnas explotaron. Se fue para allá la casa entonces quedó este pedazo grande aquí. Como que hizo una ola así y se sentó la casa. Yo estaba atrás de la casa en otra casa que pega con esta mismo entonces yo estaba en un pedacito de patio que tengo entonces yo estaba haciéndole un asado a mi hijo y me arrodillé en ese momento y en lo que me arrodillo veo que la casa se va abajo”. Navárez no tenía las llaves de la puerta más cercana, así que corrió hacia el otro lado de su patio. Cuando le pareció que no quedaba nada que hacer, se arrodilló. “Y enseguida la casa se cayó”. Si hubiese intentado entrar a su casa para buscar las llaves, habría muerto aplastada.

Sin electricidad, en medio del calor y los gritos de los heridos, Pedernales se convirtió en un escenario de terror. Unas horas después, los almacenes del centro fueron saqueados. Christian Mendieta se lo contó a Samson la mañana del domingo mientras conversaban parados frente a su casa que, aunque parece estar en pie, está toda destruida por dentro. Ahí no se puede vivir, pero Mendieta no se va para evitar «saqueos robos no». Samson dice que no ha habido más incidentes como los del domingo y Mendieta dice que es verdad, pero prefiere quedarse ahí, en la calle, “haciendo guardia”.

Al día siguiente del terremoto, la ayuda comenzó a llegar. El gobierno del Ecuador ha instalado doce albergues en distintas ciudades de las provincias afectadas. En Pedernales, explica Samson, hay gente que está durmiendo en el albergue pero muchos prefieren pasar la noche en las calles. El primer día era por temor a las réplicas. Después fue para pararse frente a sus casas y cuidar lo poco que les queda. Yvonne Niza le dice al corresponsal de Radio Francia Internacional:“Estoy viendo a ver qué va a pasar pues. Porque no nos podemos ir, sino vienen los amigos de lo ajeno y nos dejan sin nada.” Mucha gente sigue deambulando entre los escombros.  “¿Qué podemos hacer?”, se pregunta Niza y dice que se va a quedar ahí a esperar.

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El acceso a agua potable y comida es una preocupación creciente. Según reportes de periodistas, en Manta, en el sector de Tarqui, un galón de agua se especula hasta en 9 dólares, cuando —por lo general— cuesta 1,50. Y, sin embargo, Samson dice que en Pedernales la mayoría lo que pide es una respuesta. “Una seguridad sobre su futuro” dice el reportero francés. “La gente quiere tener la sensación de que alguien se está preocupando de ellos” —cuenta por teléfono—“hay mucha gente acercándose a la puerta del estadio pidiendo algo, pero hay otros que están un poco perdidos”. Es la gente como Yvonne Niza y Christian Mendieta que se quedan sentados por sus casas para —más allá de las necesidades básicas que, por supuesto, son reales— sentir que alguien se encarga de su caso, y que hay una perspectiva de futuro. “Algo si lo queremos decir” —dice Samson— “más espiritual”.

La tragedia es tan grande que perderlo todo no es el peor de los escenarios. Manuel Cortés le explica a Samson con una serenidad conmovedora que está buscando ataúdes para sus hijas. “Tres niñas mujeres” —le dice el hombre— “Somos evangelistas y fueron muertas en la iglesia apostólica” ¿Durante la misa?, le pregunta Samson “Sí, durante la misa, ayer de tarde. Se cayó se desplomó la casa con todo, mi señor. Todos quedaron aplastados y recién las rescatamos en la mañana”. Mayra Nevárez, la mujer que se salvó de morir aplastada porque se arrodilló en su patio también perdió un familiar: “En esta cuadra que sigue había un edificio, al frente toda esa cuadra es mi familia, toda esa cuadra. Y hubo una chica la esposa de un sobrino que al salir del trabajo, salió a comprarle un yogur al niño y salió del carro y ahí la cogió el sismo y le aplasta un poste y fallece instantáneamente.”

Otro sobreviviente, Patricio Navarrete, está viendo cómo entrar a una de las casas derrumbadas. “Podría haber alguien abajo” —le dice a Samson— “Estamos buscando dos personas que pueden estar ahí, muertas, pero queremos rescatarlas”. Samson le pregunta si hay posibilidades de que estén vivas. “No ya no hay posibilidad de sacarles vivas”. Son, dice Navarrete con la voz hecha una hilo, su comadre y su ahijada.

El calor en Pedernales es asfixiante. La angustia y la incertidumbre también. Samson explica que muchos se quejan de la delincuencia, pero soldados y oficiales siguen enfocados en la búsqueda de sobrevivientes. Cerca de la plaza grande de la ciudad, la mañana del lunes 18, han sacado un adolescente de entre las ruinas de una casa. Samson dice que hay un sitio donde los vecinos insisten que hay media docena de personas vivas atrapadas. Ya no hay saqueos como los de la noche del sábado, explica, cuando no había electricidad y la oscuridad era total. Hay muchos policías patrullando y la ayuda sigue llegando. Pero no parece que alcanzara: la tragedia es desbordante.

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En el Ecuador es todavía muy temprano para pensar en reconstrucción. Es comprensible: aún hay gente esperando ser rescatada. Es más, dice Samson, si se mira la experiencias de terremotos anteriores —Nepal o Chile, Haití o Perú— hay gente que ha sido sacada a los ocho o diez días. Por supuesto, son casos excepcionales, pero existen. “Yo he estado cerca de una casa donde la gente decía que se escuchaban cinco o siete voces gritando por ayuda”, dice. También hay quienes afirman que hay personas atrapadas en un hotel en la playa.  Es gente para la que el tiempo corre cada vez más rápido en contra.

El número de muertos ya ha ascendido a más de 400. Muchos de esos cadáveres han sido encontrados en Pedernales. El Presidente del Ecuador, Rafael Correa, ha dicho que la tarea principal es —por el momento— salvar la seguridad, tratar de rescatar a la mayor cantidad posible. El vicepresidente Jorge Glas prometió reconstruir Pedernales. Pero fue cauto: no va a ocurrir en poco tiempo y podría tomar, en palabras de Correa, “cientos, quizá miles de millones de dólares”. Samson recuerda que en en Perú, Alan García dijo en 2007 tras el terremoto de Pisco que la ciudad sería reconstruida en seis meses. “No sé si la gente quería escuchar eso para tener esperanza pero era obvio que no era posible” dice Samson. 

Mientras tanto, el estadio de fútbol de Pedernales se ha convertido en un gran hospital móvil. Hay ahí médicos y enfermeras atendiendo a los heridos en carpas, en condiciones que Samson llama un “un poco sumarias”: hay gente sobre colchonetas o cartones en el piso. “Pero por lo menos están recibiendo atención”.  Búster Conforme, que se identifica como colaborador del gobierno autónomo descentralizado —la alcaldía— de Pedernales dice que están trabajando más que por responsabilidad burocrática, por sentido de solidaridad. Se alegra por las promesas del vicepresidente Glas. “Qué bueno que estuvo aquí” —dice— prometió Y recuerda que no hay un plazo claro para la reconstrucción porque aún no hay un diagnóstico real de la situación. “Podríamos decir en un mes o dos, sería mentirle. Lo que sí se comprometió seriamente sería darle la reconstrucción de Pedernales. A todos sus ciudadanos y en todos sus niveles.”

En medio de la devastación, el Ecuador se ha sentido unido. Miles de toneladas de víveres y medicinas, ropa y frazadas han sido enviadas a los lugares más golpeados por el terremoto. En los sitios donde la tragedia es mayor, cada vez que alguien es sacado de entre los escombros por los bomberos y rescatistas, se aplaude y se grita de alegría. Es extraño: por primera vez en muchísimo tiempo, el país siente que tiene una causa común. Hay gente —políticos, periodistas, fanáticos de toda ralea— que ha intentado usar la tragedia para sus agendas personales. El rechazo ha sido unánime. Incluso, hay una sensación de restarle importancia a lo que dicen el Presidente, o el alcalde, o el prefecto. La gente está concentrada en clasificar las donaciones, en empacarlas y treparlas a los camiones y avionetas que salen a cada hora hacia la tragedia.  Todo el mundo alimenta, en la manera que mejor puede, la esperanza. Porque aun hay gente que respira debajo de los escombros y que —contra toda lógica— todavía puede sobrevivir. Como le dijo Lizbeth Giler de Pedernales a Samson “La verdad yo recién estoy viniendo, no sé. Pero en la parte de acá encontraron a la mamá y el bebé: sobrevivientes”.