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Estimado vicealmirante Zambrano,

La capacidad de combate de nuestro país —nuestra facultad de defendernos en una guerra convencional— es preocupante. En esta carta, además de explicarle por qué, quisiera exponer algunas propuestas para mejorarlo. La reciente tragedia donde perdimos más de veinte soldados ecuatorianos debe motivarnos a tener un debate abierto, honesto, y pragmático sobre este tema. Le formulo tres inquietudes y propuestas orientadas a maximizar el poder de combate convencional de nuestras Fuerzas Armadas (FF.AA.).

Debo reconocer que las Fuerzas Armadas deben cumplir las directrices actuales del Gobierno que ha puesto mayor énfasis en amenazas tales como grupos armados ilegales, narcotráfico, y tráfico de armas. E igualmente, debo resaltar la entregada labor que nuestros militares realizan diariamente en neutralizar esas amenazas. Sin embargo, Vicealmirante, esto no significa que la guerra convencional no represente la razón de ser del sector defensa. En un contexto como el actual —de recursos presupuestarios limitados y un escenario internacional incierto— es urgente tomar todas las medidas necesarias para que las FF.AA. cuenten con capacidades ofensivas y defensivas que maximicen su probabilidad de victoria. Este pedido no es una exageración: basta recordar catástrofes militares como la derrota contra Perú en 1941 y la humillación en 2008 —cuando Colombia bombardeó Angostura— que nos enseñaron que, tarde o temprano, Ecuador tendría que luchar una guerra convencional, la que, por su falta de capacidades militares, nos costará vidas y territorios, y causará un impacto en la moral y autoestima nacional.

Mi primera preocupación, Vicealmirante, está en las relaciones civiles-militares del Ecuador.  Recientes episodios como la actitud indisciplinada del alto mando militar conformado por los generales Luis Garzón, Carlos Obando, Raúl Banderas, y el vicealmirante Luis Santiago son una prueba que, aun después de más de treinta años de haber retornado a la democracia, los civiles ecuatorianos no pueden confiar plenamente en la obediencia militar de las decisiones políticas nacionales. El bochornoso retiro de oficiales en servicio pasivo de la ceremonia militar donde usted asumió el mando confirma que, a nivel estructural, nuestros militares no aceptan que el civil ecuatoriano, indiferentemente del acierto de sus decisiones, es su autoridad suprema e indiscutible.  

Lo más preocupante es que hay oficiales militares activos que justifican estas actitudes. En el comunicado sobre el ISSFA los oficiales usaron un párrafo para argumentar que su deber es defender la Constitución: fue una soterrada apelación al viejo concepto de garantes constitucionales de la Constitución de 1998 (la idea que en situaciones de conflictividad política las Fuerzas Armadas debían garantizar la gobernabilidad del país). Vicealmirante, esto no es verdad. Los llamados a defender la Constitución son los políticos a quienes elegimos cada cuatro años en elecciones. De igual manera, quisiera puntualizarle que juzgar a esos políticos no es competencia militar,sino de los ciudadanos y de autoridades designadas para tales propósitos como asambleístas, contralores y otros fiscalizadores legalmente establecidos. En aspectos netamente militares, estas actitudes laceran la cadena de mando que los civiles hemos aprobado: está plasmada en la Constitución y en las leyes militares que designan al Presidente de la República —sin importar sus desaciertos— como la autoridad suprema e incuestionable en materia militar. En pocas palabras, Vicealmirante, si ustedes siguen irrespetando el orden constituido con estos actos de indisciplina soterrada no hará más que afectar la confianza civil-militar. Sin ella,  no hay éxito en operaciones de combate.

Este punto sirve de entrada para mi segunda preocupación: la efectividad de nuestras capacidades militares. De acuerdo al mariscal de campo Albert Kesselring, uno de los mayores factores de éxito de la evolución táctica y operacional que facilitó la efectividad militar de la Wehrmacht fue precisamente que el general Hans von Seeckt despolitizó el ejército a tal punto que su lealtad a los gobiernos alemanes de turno fue incuestionable. Entre 1919 y 1933 el golpismo e inestabilidad fueron la norma en Alemania. Sin embargo, fue en este periodo en el que la Wehrmacht floreció  táctica, operacional, y estratégicamente.  

En el caso de Ecuador, debido al continuo temor de insubordinación de sectores de las fuerzas armadas ante medidas que no les guste, el actual gobierno ha sido quizá mucho más tímido de lo que debería en reformas militares urgentes, como la reducción de las fuerzas activas para liberar fondos para modernización de equipos. El país cuenta con cerca de 57 mil militares de los cuales casi 62% están en la Fuerza Terrestre. De acuerdo a datos del informe de transparencia del Comando Conjunto del 2013, esto deja un remanente presupuestario de cerca de 150 millones de dólares para las tres fuerzas. 

Hay que tomar en cuenta lo siguiente: nuestros tanques AMX tienen casi 46 años, fuera de los doce Cheetah C y los doce Super Tucano no contamos con aviones cazas que nos permitan enfrentar a nuestros pares regionales en operaciones defensivas y ofensivas aéreas, y el tiempo promedio de servicio de nuestras embarcaciones en la escuadra naval es casi de 40 años. ¿Son los 150 millones suficientes para contar con las capacidades adecuadas para nuestras operaciones militares? Responder a esta pregunta es aún más necesario cuando durante la administración del presidente Correa, se ha apoyado los esfuerzos de modernización que han permitido adquirir precisamente los Cheetah-C, los aviones de contra-insurgencia Super Tucano, Aviones no Tripulados Heron, y modernos elementos de transporte aéreo táctico como los Mi-17 y los cuestionados helicópteros DHRUV. Sin embargo, conociendo que todo presupuesto estatal tiene límites, es cuestionable ustedes no propongan reducciones de personal que complementen el esfuerzo gubernamental y liberen más fondos para la modernización que aún esperan componentes significativos de nuestras fuerzas.

La situación de nuestras capacidades militares me lleva a mi tercera preocupación: la propia efectividad de nuestras formaciones de combate —divisiones, brigadas, escuadrones aéreos, y escuadra naval—. Las tendencias actuales del entrenamiento de nuestras fuerzas parece que no recrearían con fidelidad la incertidumbre, peligro, y azar propios de la guerra. En base al informe de gestión del Comando Conjunto, solo existe un ejercicio conjunto al año que dura dos días y se orienta a contingencias internas. Fuera de este ejercicio, el Ejército tiene un ejercicio anual de 16 días donde verifican el funcionamiento de sus sistemas en el terreno. La fuerza naval realiza siete ejercicios anuales de distinta duración y la aérea tiene un ejercicio de tres días al año. Los factores en común de los ejercicios es la falta de claridad sobre si existe una fuerza opositora que genera la incertidumbre que enfrentarán en la guerra, y que los ejercicios conjuntos son muy escasos. Esto se puede apreciar de mejor manera en el caso de los ejercicios de la Fuerza Terrestre donde el informe especifica que las operaciones eran netamente defensivas y verificaban niveles de alistamiento, es decir los niveles entrenamiento para el combate de nuestros soldados, así como habilidades de planificación y conducción del personal militar. Mi duda aquí es si no es mejor hacer estas verificaciones en el transcurso del año y no durante estos ejercicios únicos anuales para que, cuando se deba conducirlos, se pueda usar una fuerza opositora que genere la mayor cantidad incertidumbre, azar, y peligro que nuestras tropas deberán enfrentar en un combate real. Por ejemplo se podría usar la 11ra brigada blindada como fuerza opositora permanente para incrementar el realismo de los ejercicios de la Fuerza Terrestre.

Expuestas mis preocupaciones, Vicealmirante, me gustaría contribuir con algunas propuestas dirigidas a solucionar los problemas discutidos. En el caso de las relaciones civiles-militares creo necesaria una autodepuración militar basada en el criterio de profesionalismo. Como lo ha dicho Samuel Huntington en El Soldado y el Estado, el profesionalismo militar se basa en su despolitización e incuestionable obediencia a las autoridades civiles. Creo que es necesario que las FF.AA. como institución veten, sancionen, y persigan todo tipo de comentarios y actitudes uniformadas que desafíen la autoridad civil que pesa sobre ellas. Esto no significa que las FF.AA. no tengan la responsabilidad de cuestionar políticas o decisiones civiles que disminuyan la capacidad su combate. Al contrario, Huntington valida tales actitudes con la salvedad que deben ser respetuosas de la autoridad civil y circunscribirse a la cadena de mando. Adicionalmente, argumenta que los cuestionamientos militares deben ser únicamente en aspectos relacionados a la conducción operacional y táctica de las tropas, es decir aspectos únicamente relacionados al combate militar, pero no de políticas domésticas —como el futuro del ISSFA. Podría argumentarse que esto le quita a las FF.AA. su responsabilidad de defender la Constitución, pero le recuerdo Vicealmirante que como ciudadano en ningún momento he autorizado, y no recuerdo que mis conciudadanos lo hayan hecho tampoco, un régimen donde los hacemos supervisores de nuestras autoridades. Al contrario, nosotros supervisamos a nuestras autoridades y ellas a ustedes.

En cuanto a las capacidades militares es necesario que se estudien planes que reduzcan significativamente el tamaño de la Fuerza Terrestre.  Países sin traumas nacionales como Suiza —o con traumas nacionales como Israel— mantienen movilizado en todo momento menos del 20% de su reserva militar en formaciones activas. Esto les permite abaratar costos corrientes y maximizar fondos presupuestarios para modernización y entrenamiento militar. Por ende, ustedes deben recortar significativamente el personal de la Fuerza Terrestre para maximizar los recursos disponibles que permitan modernizar más y con mayor profundidad nuestras fuerzas. 

Esto podría cuestionarse si consideramos la posibilidad de un conflicto armado en Colombia y la incertidumbre respecto a efectos colaterales para nuestra frontera norte en caso que las FARC decidan penetrar nuestro territorio. Sin embargo, Vicealmirante, podemos reducir la Fuerza Terrestre si incrementamos la calidad y cantidad de las formaciones de combate en reserva así como su rapidez de movilización.  Por ejemplo, Israel puede movilizar el resto de sus formaciones en reserva con solo 48 horas de alerta temprana para guerra, y en menor tiempo para operaciones no convencionales en Gaza o Cisjordania. Esto es posible porque cuentan con suficientes recursos presupuestarios para el entrenamiento individual de sus reservistas —quienes han servido previamente dos años en la fuerza activa— durante treinta días al año. Esto no solo es una práctica de los países con conscripción, sino de los que no la tienen —como Estados Unidos. En nuestro caso, podríamos hacer lo mismo con una reducción de personal que libere fondos para modernización y entrenamiento militar que incluya a la reserva militar actual así como aumentar el tiempo del entrenamiento de soldados de seis meses a un año para luego requerir un servicio mínimo de dos años para los voluntarios.  De esta manera, es posible reducir la Fuerza Terrestre aun con el conflicto colombiano en marcha.

Finalmente, para incrementar la efectividad de las habilidades de nuestras formaciones de combate es necesario considerar medidas en el campo organización de nuestras fuerzas, de comando, y de entrenamiento militar. En este sentido, la Fuerza Naval y la Fuerza Aérea han conservado más la capacidad de operar en formaciones sin embargo la situación en la Terrestre merece definir si conservaremos el sistema divisional —donde la formación de combate básica es la división la cual está formada por 4 brigadas de distintos y unidades de comunicaciones, aviación, comunicaciones, medicina, e inteligencia— o eliminaremos las divisiones para hacer la brigada nuestra formación básica.  Digo esto debido a que actualmente la Fuerza Terrestre tiene cuatro divisiones territoriales, es decir que más que formaciones de combate son comandos que controlan unidades en una jurisdicción territorial, y 14 brigadas. Podríamos mantener los dos solo si las divisiones se convierten en formaciones y dejan de ser únicamente comandos territoriales .  En este sentido, es necesario estudiar las ventajas y desventajas que ofrece el sistema divisional versus las del sistema modular a fin de elegir un sistema sostenible que coadyuve un comando y control eficiente en operaciones convencionales.  

A nivel de comando es necesario formar a nuestros voluntarios y oficiales con la capacidad de implementar lo que se conoce como Mission Command, la práctica de dar intenciones superiores para que los subalternos las implementen en su mejor criterio, en lugar de ser meros ejecutores de las disposiciones de comandantes superiores o generales.  Para esto serán necesarios cambios en el reclutamiento y educación militar que abran las puertas de las FF.AA. a los elementos más capacitados que puedan nutrir sus filas en la tropa y oficialidad. Para esto, es necesario cambiar la mentalidad militar ecuatoriana y hacer del voluntario la columna vertebral de nuestras fuerzas ya que son estos valientes individuos quienes facilitan la cohesión de unidades en combate y quienes proveen el ejemplo de liderazgo para que nuestros soldados tomen la iniciativa ante cualquier adversidad. En cuanto a la oficialidad, es necesario adoptar las ideas del general Yigail Allon quien argumentó que el oficial debía inspirar a sus soldados liderándolos como un soldado más que ostentaba un puesto de responsabilidad pero que pelearía y moriría como soldado.  Aunque en nuestra historia tenemos ejemplos de esto en los sacrificios de oficiales como el teniente Hugo Ortiz, esto debe ser práctica diaria en aspectos como habitaciones, alimentación, entretenimiento, y todo tipo de privilegios que han sido cuestionados acertadamente por el actual Gobierno.

Esto permitirá que a nivel de entrenamiento militar podamos mejorar las habilidades individuales y a nivel de formación del militar ecuatoriano. Reclutando ciudadanos con mayor capacitación profesional reducimos el tiempo y recursos que se deben destinar a impartirles habilidades y conocimientos no militares. De acuerdo al informe del Comando Conjunto, durante el 2013 parte de la formación impartida a conscriptos involucró habilidades no militares tales como albañilería, aluminio y vidrio, reparación de electrodomésticos, gasfitería. ¿Cuánto se pudo haber ahorrado reemplazando esa formación por habilidades militares tales como operaciones de reconocimiento de combate, de penetración de líneas enemigas, de defensa de retaguardia, o de mantenimiento militar?  Adicionalmente, es necesario considerar la reducción del reclutamiento de ciudadanos sin educación universitaria debido a que las tendencias de armamento moderno requieren formación superior en aspectos tecnológicos que los bachilleres no necesariamente podrían tener. Todo esto permitirá maximizar el empleo de recursos y tiempo para inculcar habilidades militares. Ante esto podría argumentarse que las FF.AA. tienen una misión de apoyar el desarrollo, pero Vicealmirante la mejor contribución que pueden hacer al desarrollo es garantizar la seguridad del Estado y gobierno a quienes les pago por ocuparse de desarrollar el país. 

A nivel de formaciones de combate —nuestras brigadas, escuadrones, y la escuadra naval— esto repercutirá en soldados con altos niveles de habilidad táctica que permitirán incrementar el tempo operacional y capacidad ofensiva de nuestras formaciones.  En este campo es necesario que nuestras fuerzas entrenen de la manera más realista y estructuradamente para garantizar que cada formación de combate será capaz de operar integradamente durante una guerra. Para esto es necesario concebir un ciclo de generación de fuerza compuesto por tres fases básicas: instrucción, simulación, y combate.  En la primera las formaciones practicarían distintas habilidades, maniobras, y escenarios que incrementen su capacidad de lidiar con aspectos técnicos, militares, y organizacionales de combatir contra un par estatal. En la segunda estas habilidades se simularían en un ambiente controlado de combate donde se educaría el juicio táctico y operacional del componente humano involucrado así como del empleo de todo el potencial táctico que ofrece su armamento. En la tercera se usaría una fuerza adversaria para simular toda la incertidumbre, peligro, y azar que caracterizan el ambiente operativo donde nuestras fuerzas deberán combatir.  

Espero que esta discusión sirva para examinar nuestra capacidad para triunfar en una futura guerra, Vicealmirante. Mi esperanza como ciudadano formado en estos temas es que podamos integrar esfuerzos civiles y militares para incrementar nuestra probabilidad de victoria en cualquier conflicto que llame a nuestro país a emplear sus fuerzas armadas.  Pero aún más importante, deseo que todas las decisiones que tomemos sean orientadas a preservar la probabilidad de supervivencia del militar ecuatoriano en conflictos donde la muerte será lo único cierto en su resultado. Por este motivo, creo que debemos ofrecerle todos los medios que le permitan la mayor probabilidad de éxito y que obtengan resultados que al menos sean relativamente proporcionales al sacrificio supremo que pedimos de los ecuatorianos en uniforme.  

Bajada

Carta abierta al Jefe del Comando Conjunto Vicealmirante Oswaldo Zambrano

fuente

Fotografía de Cancillería del Ecuador bajo licencia CC BY-SA 2.0. Sin cambios.