Fausto Cobo ha dado las declaraciones más controversiales de un militar ecuatoriano en la historia reciente: dijo que las Fuerzas Armadas no tienen capacidad estratégica, operativa, y táctica para cumplir su función. La razón de esta incapacidad, según Cobo, es coyuntural: no hay radares aéreos para alertarnos, la intercepción aérea que ofrecen los aviones Cheetah C adquiridos por el Gobierno es insuficiente, la artillería antiaérea no ha sido repotenciada, y no existe inteligencia militar porque los esfuerzos del Gobierno se centran en inteligencia política. Cobo acierta en la conclusión pero se equivoca en sus causas: Ecuador está en una situación militar urgente, pero es un problema que va más allá del argumento coyuntural de Cobo. La verdad es que nuestras fuerzas armadas son una Fuerza Vacía, más allá de su apariencia externa, no podrían resistir el impacto de una guerra convencional.

Darle la razón a Fausto Cobo no es fácil. La construcción de su argumento no parte de premisas verdaderas, pero llega a una conclusión real: la situación militar del Ecuador es preocupante aun después de nueve años de esfuerzos del Gobierno de Rafael Correa para mejorar el estado militar del país —como la adquisición de los aviones Super Tucano o la modernización de los dos submarinos de la Fuerza Naval—. Este gráfico esquematiza apropiadamente los niveles aludidos en la conclusión del ex Coronel:

Un error común de los civiles es suponer que la existencia de armamento, cierto número de maniobras, y personal uniformado significa que el país cuenta con una capacidad de combate adecuado. Por ejemplo, en las casas abiertas y paradas militares en Ecuador observamos soldados, marinos, y pilotos exponer su material. Esto sumado a los comentarios de militares sobre la gallardía de nuestros soldados lleva a suponer que el Ecuador cuenta con una capacidad de combate convencional significativo. Pero no es así, tenemos fuerza vacía debido a que, después de un examen más profundo, las Fuerzas Armadas del Ecuador sufren de deficiencias de personal, equipo, mantenimiento que ponen en tela de duda su capacidad de cumplir su misión.

¿Por qué se equivoca Cobo?

Cobo concluye que existe una incapacidad táctica, operacional, y estratégica en las Fuerzas Armadas para cumplir su misión, básicamente dice que el Ecuador tiene una fuerza vacía. Su conclusión —con argumentos incorrectos— es correcta. En primer lugar Cobo resalta la falta de radares, defensa antiaérea, e interdicción supersónica debido a la antigüedad de los cazas Cheetah-C de la Fuerza Aérea del Ecuador (FAE). Aunque es cierto que el país ha tenido un problema de vigilancia aérea por la falta de radares adecuados anterior al ataque colombiano en Angostura el 1 de marzo del 2008, esto no es un argumento adecuado. Lo correcto es analizar los componentes de defensa antiaérea de las Fuerzas Armadas que entrenan de una manera muy poco realista —no existen ejercicios ofensivos y defensivos que sometan nuestra defensa antiaérea a niveles de estrés similares a los de la guerra, el entrenamiento existente es escaso durando un par de días al año— y podría tener deficiencias en sus equipos de tierra como lo he analizado anteriormente. El problema no solo es contar con una nueva generación de sistemas anti-aéreos sino que estos deben ser integrados a una red de Comando Control Comunicaciones Computación Inteligencia Vigilancia Reconocimiento (C4ISR) que sincronice los elementos anti-aéreos de las tres ramas de las Fuerzas Armadas. Un C4ISR es una red integrada de sensores de detección, comunicación en tiempo real, armas ofensivas y defensivas, y sensores de reconocimiento que permiten el funcionamiento del sistema de defensa antiaéreo.  Sin C4ISR y escuadrones entrenados frecuente y realistamente, podríamos tener todo lo que Cobo dice que falta tener pero nuestras Fuerzas Armadas seguirán siendo vacías.

En segundo lugar, Fausto Cobo miente cuando dice que no hay inteligencia militar.  Actualmente las tres ramas de las Fuerzas Armadas tienen elementos altamente preparados en este campo. En el caso de la Fuerza Terrestre existe la 29na Brigada de Inteligencia Militar —con cerca de tres mil efectivos— en Conocoto, y también cuenta con Grupos de Inteligencia Militar desplegados en todo el Ecuador. La Fuerza Naval cuenta con dos Grupos de Inteligencia Naval en el norte y sur del país y la Fuerza Aérea, con un ala de inteligencia en el Comando de Operaciones Aéreas y de Defensa.  De esta forma, es probable que la comunidad de inteligencia militar ascienda a casi cinco mil efectivos que trabajan efusivamente por monitorear actividades militares de países de interés así como prevenir que agentes militares extranjeros accedan a información sensible de nuestras capacidades militares. Finalmente Cobo confunde la inteligencia militar con la Secretaría Nacional de Inteligencia (SENAIN) porque la cadena de mando de SENAIN no tiene acceso directo a la inteligencia militar nacional. Las actividades de la Secretaría son de otra índole y, a lo mucho, pueden coordinar el flujo de información entre las diversas agencias de inteligencia en el Ecuador. Por eso no se puede argumentar que la SENAIN controla la inteligencia militar nacional porque no tienen la capacidad organizacional, legal, ni técnica para hacerlo.

Porqué Cobo tiene (un poco de) razón

La razón por la cual la conclusión de Fausto Cobo es correcta a pesar de todas mis objeciones a su carácter personal es que existe evidencia para justificar que las Fuerzas Armadas son una fuerza vacía. Si nos remitimos a las definiciones del gráfico 1, existe una total falta de responsabilidad e interés civil en estrategia militar.  Actualmente, el interés civil está orientado a implementar una serie de cambios dispersos en las Fuerzas Armadas que tienen justificación militar pero no están estructurados sistemáticamente en torno a un interés genuino en incrementar el poder de combate del país.

Aunque el actual Gobierno ha hecho un esfuerzo histórico en atención presupuestaria a la defensa nacional incrementando el presupuesto del sector de 1.000 millones de dólares en el 2007 a casi 1.900 millones de dólares en el 2014, no ha existido interés en formar civiles en materia militar y mucho menos examinar si nuestro poder de combate puede resistir una guerra convencional debido a motivos ideológicos que hacen este objetivo una “cosa del pasado”. Como ejemplo, cuando colaboré con asesores de María Fernanda Espinosa durante su administración en el Ministerio de Defensa, escuché como uno de sus principales asesores decía que el interés militar en renovar las baterías antiaéreas era muestra de unas Fuerzas Armadas que no tenían interés en atender nuevas amenazas como el narcotráfico. Mi sorpresa ante este comentario fue que él no entendía que la defensa antiaérea del país es una de las mejores contribuciones de la Fuerzas Armadas a la lucha contra el narcotráfico debido a que los radares de control de fuego y rastreo tienen mayor capacidad de discriminación para la baja emisión electromagnética de avionetas ligeras que los radares de vigilancia antiaérea primaria —que se habían adquirido a la empresa china CETC durante el 2009—. Este tipo de civiles objetan todo tipo de ejercicios de guerra que entrenen a nuestros soldados en torno a un adversario estatal específico porque argumentan que la guerra es una cosa del pasado y que las fuerzas armadas deben atender otras amenazas que no sean la guerra. De esta manera, uno de los motivos para argumentar que tenemos una fuerza vacía es que no hay interés civil en mirar honestamente la capacidad de combate del país y cómo puede formar un medio para alcanzar objetivos nacionales en una guerra. Consecuentemente, toda la cadena de responsabilidades del gráfico 1 colapsa automáticamente debido a que, sin liderazgo político civil informado y capacitado para liderar a sus fuerzas en la guerra a nivel estratégico, todo esfuerzo subsecuente en la dimensión operacional y táctica es viciado de inicio.

La segunda razón de que tenemos una fuerza vacía es la propia situación de las Fuerzas Armadas en términos de capital humano, presupuesto, organización, y entrenamiento. A nivel de capital humano, nuestras fuerzas mantienen un tamaño que imposibilita contar con suficientes fondos para su modernización y entrenamiento adecuado como lo he mostrado en artículos anteriores. A manera de ejemplo, cuando colaboré con oficiales Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas en aspectos de estructura de fuerza, hubo un ex Almirante que se escandalizó ante la sola idea de reducir el tamaño de las fuerzas para liberar fondos para su modernización. Lo peor de este problema es que el peso mayoritario del personal se registra en la Fuerza Terrestre del Ecuador la cual, aun después de la firma de la paz con el Perú, retornó a su tamaño previo a la Guerra del Cenepa. El argumento en este tamaño podría girar en torno a que este servicio tiene la tarea de sostener las líneas fronterizas en momentos en que existe un conflicto interno en Colombia. Sin embargo lo mismo se podría hacer reduciendo el tamaño de la fuerza activa —el personal militar permanentemente movilizado que presta funciones en la fuerza terrestre— y dependiendo más de una reserva militar altamente preparada y lista para movilizarse como lo hace Israel con su ejército. Finalmente, la calidad del capital humano de las Fuerzas Armadas deja mucho que desear. Actualmente gran parte del entrenamiento militar contiene elementos de educación básica que deben suplir las deficiencias de muchos de los voluntarios militares lo que incrementa los costos de formación militar y reduce el tiempo disponible para formar sus habilidades de combate y liderazgo táctico.

A nivel organizacional y de entrenamiento hay poca claridad sobre la estructura de fuerza militar, baja consistencia en la composición de formaciones debido a que usamos el sistema modular y divisional al mismo tiempo, y el entrenamiento de las unidades consistiría más en verificar el armamento en terreno que verdaderos enfrentamientos entre una fuerza opositora y una fuerza agresora.  Formalmente, el país cuenta con cinco Comandos operacionales que integra los elementos de las tres ramas militares para combatir en los distintos espectros de conflicto. Sin embargo no hay claridad sobre las formaciones que integran estos comandos.  En teoría cada uno tiene una fuerza de tarea que a su vez integra distintas unidades de las tres ramas pero no hay claridad si la fuerza de tarea es una formación de combate o una agrupación administrativa. Si es una formación entonces su entrenamiento y comando debería ser integrado pero esto no ocurre en nuestras fuerzas.

De acuerdo al Comando Conjunto, gran parte del entrenamiento de nuestras formaciones se realiza a nivel de fuerza y se orienta a contingencias internas que ponen en tela de duda si el mismo recrea con fidelidad la incertidumbre, peligro, y azar propios de la guerra convencional.  En base al informe de gestión del Comando Conjunto, solo existe un ejercicio conjunto al año que dura dos días y se orienta contingencias internas. Fuera de este ejercicio, la fuerza terrestre tiene un ejercicio anual de 16 días donde verifican el funcionamiento de sus sistemas en el terreno. La fuerza naval realiza siete ejercicios anuales de distinta duración y la aérea tiene un ejercicio de tres días al año.  El factor común en todas estos ejercicios es que no hay claridad sobre si hay una fuerza opositora que genera la incertidumbre que enfrentarán en la guerra así como los ejercicios conjuntos son muy escasos.

Aun dentro de las mismas fuerzas, existe inconsistencia en cuanto a organización. El ejemplo más relevante es la Fuerza Terrestre del Ecuador que tiene cuatro Divisiones y quince Brigadas de distintos tipos. Esto significa que usamos el sistema modular —donde la formación de combate básica es la Brigada— y el sistema Divisional —donde es la División— al mismo tiempo. En teoría, una División de infantería moderna comanda al menos tres brigadas cada una con artillería, infantería, y vehículos mecanizados.  Sin embargo, nuestras Divisiones no existen como formaciones de combate sino como comandos administrativos que supervisan distintas unidades en su jurisdicción geográfica. Esto significa que la formación de combate básica de la Fuerza Terrestre sería la Brigada pero esta no es independiente de la División. De esta manera, aun dentro de una fuerza existen dos sistemas de organización que generan dudas sobre la consistencia de sus formaciones.  Es muy probable que las fuerzas de tarea tengan serios problemas para operar como formación en una guerra convencional lo que implicaría que nuestra capacidad operacional y  táctica sufriría reducciones significativas que comprometería nuestro éxito militar.

Esto significa que si Ecuador tuviera que luchar una guerra convencional mañana la situación sería apremiante. Como lo ha dicho Fausto Cobo, no tendríamos capacidad táctica, operacional, y estratégica para obtener una victoria en esa guerra arriesgándose a sufrir un serio revés en el campo diplomático tal como el país lo experimentó en 1941.

El problema real

Fausto Cobo tiene un poco de razón sin embargo su irresponsabilidad es gigantesca por cómo elabora su argumento eligiendo hacer a un lado las verdaderas causas de nuestra debilidad, y manipulando la opinión pública para hacerla creer que la razón recae completamente en el Gobierno de Correa. Nuestra actual situación militar es resultado de altos mandos militares que no han querido implementar cambios necesarios en nuestras fuerzas armadas a nivel de capital humano, organización militar, y entrenamiento, así como civiles ecuatorianos que, desde la firma de la Paz con Perú, decidieron que la guerra era cosa del pasado y sostienen esa posición aun después del trágico ataque colombiano en Angostura.

De esta manera es necesario rechazar la irresponsabilidad argumentativa y profesional del Coronel Fausto Cobo al mismo tiempo que se debe hacer un llamado a que civiles y militares ecuatorianos integren sus esfuerzos para solucionar esta situación urgente. Ecuador solo podrá recuperar sus capacidades estratégicas, operacionales, y tácticas sí civiles y militares estamos dispuestos a reconocer nuestra realidad militar. Esto permitirá que el liderazgo estratégico civil genere un punto de partida que facilite los mejores resultados a nivel operacional y táctico. Sin liderazgo civil-militar adecuado no podemos salir de la peligrosa zona donde se encuentra la defensa de nuestro país.