Minimizar —o banalizar— los problemas es una vieja forma de negar su existencia. En el enlace ciudadano 451 el presidente Rafael Correa se refirió a las alarmantes encuestas sobre violencia de género en el Ecuador diciendo que a la hora de contabilizar estos casos no había que caer en extremismos. “Hay que dejarse de novelerías”, dijo con su habitual vehemencia. Se refería a una de las preguntas en el formulario del INEC que, según él, dice “¿usted ha sido ignorada?”. La calificó de subjetiva, la desacreditó y puso en duda que seis de cada diez mujeres sufran violencia en el país. Correa sacó de contexto una pregunta que forma parte de un formulario del INEC mucho más profundo y estructurado. Esta declaración, además, causó que la Coalición Nacional de Mujeres rechazara un reconocimiento que el Gobierno le iba a entregar por su lucha por la igualdad.  No hay ni extremismos, ni novelería: lo que hay en el Ecuador es un ciclo sistemático de violencia de género. Es algo que no pueda tomarse con ligereza, y peor si se es el Presidente de la República.

La pregunta a la que se refería Rafael Correa se repite tres veces en los formularios dentro de un contexto estudiantil, laboral y familiar. La primera dice si es que alguna autoridad, directivo, profesor o personal administrativo de una escuela, colegio o universidad la ignoró o la hizo “de menos por ser mujer”. Está fundamentada en que, muchas veces, las necesidades o quejas de mujeres no son atendidas porque no son tomadas con seriedad. También, porque muchas veces esta actitud puede llevar a que exista abusos y acoso a menores en colegios porque los profesores piden favores sexuales a cambio de pasar la clase. Sólo en 2010, hubo 3.466 casos de acoso sexual en los colegios a nivel nacional y  el 15% de denuncias de abuso sexual del país son de niñas y niños de 5 a 11 años. Es una pregunta pensada para quienes no denuncian porque las autoridades no escuchan, no les parece importante, o no quieren dañar la imagen de la institución. Lo mismo pasa en el caso del ámbito laboral: muchas veces las mujeres son ignoradas cuando dan su opinión, acosadas por los jefes y no atendidas por recursos humanos, les ofrecen adelantos o mejores sueldos por favores sexuales. Lo mismo que pasa en las clases de escuela pasa en las oficinas de trabajo. No es tan simple como lo dice el Presidente.

La pregunta en el contexto familiar es mucho más explícita que las anteriores: ¿la ignoraron o no le brindaron atención? Y pone como actores a miembros de la familia sin contar a su pareja. Esto, porque muchas veces las niñas y mujeres denuncian el abuso por parte de sus primos, padres, padrastros, hermanos, amigos pero los parientes no le hacen caso. Pasa que muchas veces utilizan el dicho popular “marido es” para justificarlo o culpan a la víctima por habérselo buscado de alguna forma. La violencia de género no sólo es ejercida por los hombres puntualmente, sino por las personas que viran la cabeza para no ver que esta es una realidad en el país. No es una pregunta subjetiva —como dice Correa—, creada para engañar y que parezca que hay más violencia de género de la que hay. Es fácil decir que lo es cuando no se considera el contexto más amplio del problema.

Las organizaciones sociales por la igualdad sí entienden estos antecedentes. La Coalición Nacional de Mujeres, identifica un problema más grande que la declaración del Presidente. Ana Cristina Vera y Clara Merino, dos mujeres que forman parte de este grupo de organizaciones, cuentan que aceptar el reconocimiento del Gobierno ya estaba en discusión desde hace más de un mes. Merino dice que “las condiciones y lo que estamos viviendo como mujeres significa un montón de retrocesos y hay cosas que no se están cumpliendo”. Menciona  el problema con el Plan Familia y los derechos reproductivos, con la dificultad para crear un verdadero consejo de igualdades para hacer políticas públicas como colectivo de mujeres, la criminalización de la protesta de sus compañeras, el acceso al aborto en caso de violaciones, las enmiendas que están por aprobarse en la Asamblea. Todo eso pesó mucho en su decisión de no recibir el reconocimiento del Gobierno: “por eso pusimos lo dicho el sábado en la carta porque a la final es un desconocimiento y un maltrato des las estadísticas que ha hecho el mismo Estado, de la Constitución y de las recomendaciones de instrumentos internacionales [como la CEDAW y la ONU] que nos protegen en este tipo de derechos”. Rechazaron el reconocimiento porque en verdad, no ven que haya igualdad y que la violencia es cada vez más fuerte desde distintos frentes —estatal, familiar, social, institucional, laboral, derechos sexuales, acceso a la información.

Lo que dijo el Presidente es sólo la forma más evidente de mostrar que la violencia de género y la igualdad no importa tanto en el país. Que de cierta forma se lo considera subjetivo, como una cantaleta, como si se exigiera igualdad porque a algunas las ignoran. Vera opina que ellas ven “a este reconocimiento como un doble discurso del gobierno que por un lado nos quita derechos criminalizando a las mujeres por aborto, a compañeras por su derecho a la rebeldía, a la resistencia pero que plantea darnos un reconocimiento en base a nuestro trabajo”. Para ellas no tiene sentido aceptarlo si es que no sienten que los derechos de las mujeres están en retroceso en lugar de mejorar.

El Presidente sacó de contexto una pregunta y desacreditó a sus propias estadísticas para decir que todo en el país está bien. Piensa que se hizo algo mal al realizar los estudios porque en su país ya se alcanzó la igualdad de derechos. No es cierto y decir que sí lo es es de cierta forma ignorar lo que su gobierno está haciendo y la situación de las mujeres del país. Él mira para otro lado, pone a mujeres en la Asamblea y en su gabinete y las cataloga de guapas, se basa en un informe del Foro Económico Mundial para decir que todo está bien y se olvida que la única forma de ver si se ha logrado igualdad es preguntando a las mismas mujeres. La violencia de género existe y no es novelería. Es una realidad que la Coalición de Mujeres la tiene presente y el rechazo a este reconocimiento es sólo la forma más evidente de hacerlo saber.