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Fue Carlos Pólit, contralor del Estado desde épocas gutierristas, el que lo logró. Los invitó a la inauguración del nuevo edificio del brazo público que se encarga de —eso dice la Constitución y la Ley— vigilarlo todo y —viéndolo todo el país todo—, ocho años después, Rafael Correa y Jaime Nebot se dieron la mano, intercambiaron un par de palabras y hasta se sonrieron. ¿Qué se dijeron? Es difícil saberlo porque el Alcalde de Guayaquil habla de lado y el Presidente del Ecuador de espaldas. Solo Pólit y los otros dos personajes que aparecen en este vídeo podrían decírnsolo. A la tarde, la selección nacional de fútbol ganó 2-0, por primera vez en la historia, en Argentina a la Argentina. Al menos por un día parecimos un país civilizado.

¿Tiene alguna relevancia política el saludo entre estos dos personajes? Una fundamental: es la demostración para todos sus seguidores de que, más allá de las retóricas propias de la lucha por acceder o mantenerse en el poder —esa es, en esencia, la política— la convivencia y hasta la cordialidad es posible. Que los radicalismos a los que ellos nos han acostumbrado son solo elementos sustanciales de un discurso demagógico y etéreo: su saludo nos devuelve a una lógica que en Latinoamérica se diluye: los contrarios pueden encontrarse y hablar. Incluso, sorpresa de sorpresas, pueden llegar a acuerdos.

Por supuesto, Correa y Nebot no van a llegar a ningún acuerdo. No al menos de forma pública. Pero en un mundo donde Nikita Khruschev y John F. Kennedy pudieron sentarse a hablar —y en un país donde el Alcalde y el Presidente juegan a Khruschev y Kennedy— los augurios de guerra total —en contra de la derecha que hace la izquierda, y en contra de la izquierda que hace la derecha, y de los buenos contra los malos (que son siempre ellos, los otros)—  no tienen por qué cumplirse. Ni se cumplirá en la medida en que los seguidores correístas y nebotistas quieren: no ofrendará el Presidente su vida por la Patria, ni Nebot liderará la revuelta cuando el gobierno no se haga cargo de “oír el planteamiento del pueblo”. Es decir, el #FueraCorreaFuera no será abanderado por Nebot. En ese punto, socialcristianos y maderoguerreros (y, en general, todo opositor que vea en Nebot una última tabla de esperanza) serán siempre decepcionados.

Lo mismo ocurrirá en el otro bando. La política —en especial cuando se trata de mantener el poder— es un tirar y jalar de hilos muy finos. En ese sentido, la acción de quien lo ejerce será siempre más conservadora. Es una variación de algo que en la Argentina se conoce como teorema de Baglini: las convicciones de los políticos se debilitan mientras más cerca están del poder. Por eso, así al presidente Correa le disguste que la forma en que Nebot administra la ciudad, su pasado febrescorderista, y la constante confrontación retórica en que no lo logran vencer —es una pelea que a ocho asaltos vista, sigue en tablas, aunque Correa mantenga el cinturón de campeón nacional— nunca va a tomar una medida drástica en contra de él. Sabe que cualquier forma de ataque directo —legal o mediático— en contra del Alcalde de Guayaquil terminará por convertir a Nebot en un mártir. El Leopoldo López que ciertos opositores radicales —no nos hagamos los desentendidos— están buscando.

Y no lo van a conseguir. Porque el gobierno de Rafael Correa se distancia —en especial en estos tiempos de crisis— con mucho tino del régimen venezolano: como si no quisiera herir los sentimientos de su aliado (ni resquebrajar una posición geopolítica), pero no tuviera otro camino. Se lo escucha decir, desde hace más de un año, que en Venezuela se cometieron errores. Tampoco lo van a conseguir porque la aún fuerte Revolución Ciudadana tiene un talón de Aquiles que, precisamente, es el que se va a la guerra. No es coincidencia que en los días más duros de la crisis que vivió el Ecuador por los muy torpes anuncios de proyectos de ley de herencias y plusavlía en los juicios que por lesa humanidad se siguen en contra de algunos ex mandos militares, la Corte Nacional de Justicia haya cambiado las medidas de arresto domiciliario por prohibición de salida del país. Ejercer el poder en nuestro país te convierte en un conservador. Y ese es el precio que está pagando Correa frente a lo que quisiera hacer con Nebot y —en estas circunstancias— ya no hará. El empate técnico se mantiene. Los peleadores se han golpeado y, al final del combate, han chocado los guantes.

Mientras tanto, al pie del cuadrilátero, sus seguidores esperaban más. Querían sangre, así que —de seguro— se la sacarán entre ellos. No se dan cuenta que entre Nebot y Correa hay una conexión autoritaria: es la forma en que les parece se ejerce el poder. Son cuero de la misma vaca guayaquileña. Esa es la verdad, después de meses de enfrentamientos, marchas multitudinarias de por medio, admoniciones públicas: es solo un juego de retórica política. Sirve para que los ciudadanos —tan divididos, tan enfrentados, tan de un lado y otro— nos demos cuenta de qué se trata, en realidad, la política. Es bueno, además, porque sirve para desactivar la tensión que —en el juego de ser Khurschev y Kennedy— se suponía solo podría liberarse con la guerra total (como explica el politólogo César Cedeño).

Y no: al igual que en la histórica rivalidad entre los líderes estadounidense y soviético, el punto más alto de su guerra fría se resolvió con un poco de racionalidad. Algo que los ecuatorianos a veces olvidamos: detrás de todo emputado, hay una racionalidad. Detrás de toda política pública hay una racionalidad. A veces son neurosis producidas por un bombardeo de percepciones y distancias con la realidad, pero —a la larga— hay una racionalidad detrás de ellas. Como hemos olvidado eso, tal vez sea cierto lo que dice Pabel Muñoz en esta entrevista: que los ecuatorianos tenemos una cultura política poco proclive al buen debate.

El saludo entre Correa y Nebot es —aunque ellos ni siquiera lo sepan— un buen paso para la construcción de un intercambio de ideas, libre, sin radicalismos, y verdaderamente constructivo. O, por supuesto, tal vez fue solo un golpe de fortuna, un coletazo cósmico, como podría ser ese dos a cero en Buenos Aires. 

Bajada

¿Qué significa que el presidente Correa y el alcalde Nebot se hayan dado la mano?