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Mal paga el Papa a sus devotos: a semanas de que Francisco visitara el Ecuador, su Iglesia se ha puesto de malas con el gobierno que dirige el hombre que lo recibió a pancartas llenas, Rafael Correa. El arzobispo de Guayaquil, Antonio Arregui, y el Secretario Jurídico de la Presidencia de la República, Alexis Mera, se han enfrentado. Arregui dijo que el diálogo que el gobierno ecuatoriano ha propuesto a la sociedad “debe recuperar credibilidad”, y Mera le contestó que era un “insolente recadero de la derecha”. Correa ha presentado una queja al Vaticano porque “los curas no tienen derecho a participar partidariamente en política”. ¿Está defendiendo el Presidente el laicismo estatal? No. A Correa no le interesa la neutralidad de la Iglesia. Le interesa la neutralidad de una iglesia que no está de acuerdo con él.

Hay que ponerlo en contexto: es una iglesia que es apenas crítico con él. Porque Arregui ha sido tibio como de costumbre. Entrevistado en Ecuavisa dijo “Se necesita rectificar. El gobierno con sus actitudes y medidas, y los opositores también han de recapacitar”.

 


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El arzobispo de Guayaquil ha dicho una cuestión más o menos obvia: el gobierno de Rafael Correa debe deponer sus parapeto de diálogo e iniciar uno verdadero, y la oposición debe dejar de promover protestas violentas. La gravedad del asunto es que Arregui representa a la misma institución a la que Correa recurrió hace un par de meses para legitimarse por las protestas que sufría su gobierno. Cuando vino el Papa, el gobierno le dio un cariz político a la visita. Y le sirvió: las protestas de la clase media quiteña perdieron momentum, y el Presidente recuperó el terreno político que, por primera vez en ocho años, sus enemigos lograron arrebatarle. Por eso le incomodan las declaraciones de Arregui: vienen de un actor que él mismo legitimó. A Correa, el dragón se le está mordiendo la cola.

Hace menos de dos meses, cuando Francisco estuvo en el Ecuador, Correa estaba más que contento con lo que él decía era un mensaje de contenido político del Papa. Y no solo eso, porque, según él, cuando el Papa dijo que el Ecuador se había puesto de pie con dignidad, estaba hablando de la Revolución Ciudadana. Solo faltó que lo afilien a Alianza País y lo pongan de Ministro de Cultura. Está, entonces, muy claro: al Presidente no le gusta la separación Estado-Iglesia, indispensable para la democracia, a Correa lo que le gusta es que nadie lo contradiga. Arregui ha cometido el pecado que muchos —indígenas, maestros, académicos, periodistas, ambientalistas, y hasta ex correístas— cometieron: intentar un ejercicio político de disenso con Rafael Correa.

Esto es lo que pasa cuando los políticos buscan legitimaciones donde esos otros políticos, los curas. Ya pasó en 1985, cuando el presidente León Febres-Cordero recibió a Juan Pablo II. Diario El Telégrafo escribía el 30 de junio de 2015, sobre esa visita, que el Papa polaco llegaba a un país marcado por las protestas y el descontento social. Y, según el diario estatal, algunos periodistas hablaban de una “tregua tácita” entre la derecha y la izquierda durante la visita papal. Muy parecido a lo que vivió Rafael Correa: un país convulso, con violencia callejera y una economía que se desaceleraba a paso agigantado —hace unos días, él mismo reconoció la durísima situación. En ese contexto, no quedaba más que voltear los ojos al cielo, donde el Ecuador —como todo país pobre— pone sus mejores esperanzas.

Aprovechar la devoción católica del Ecuador resultaba útil. El gobierno nacional cooptó la retórica papal y la convirtió —sin pudor alguno— en propaganda. Yo, que todo lo veo desde muy lejos, no podía creerlo: Francisco, un exenemigo de sus amigos kirchneristas argentinos, utilizado por Rafael Correa para sus propósitos políticos. Y no fue solo él quien lo hizo: la oposición y sus acólitos mediáticos intentaron, de todas las formas posibles, de leer los discursos papales como una legitimación propia. El “ponerse de pie con dignidad” del Papa Francisco parecía para los opositores un guiño a las protestas. Para los oficialistas, era un espaldarazo a ocho años de proceso. Pero según Francisco, él no apoyaba a nadie en particular. Dio una enredadísima explicación sobre la frase y cerró el asunto. En pocas palabras, se metió pero dijo que no se metió.

Y Arregui ha hecho lo mismo: se ha metido y, aunque tibio, lo ha hecho con palabras menos ambiguas. Su organización —la Conferencia Episcopal Ecuatoriana— ha hecho una declaración de una naturaleza reservada para los tiempos de crisis. Por eso ha saltado Mera que —quedará para la anécdota— la he dicho “insolente recadero”, es el mismo insulto con el que Jaime Roldós Aguilera calificó al exjefe de Mera, el expresidente de la República, León Febres-Cordero, en cuyo gobierno se creó un aparato de represión sistemática, hoy acusado de graves delitos contra los derechos humanos. Ha sido una expresión tan fuera de tono, que la siempre titubeante Conferencia Episcopal Ecuatoriana —que dejó que el gobierno usufructuara de la imagen papal durante su visita de julio de 2015— ha tenido que rechazarla públicamente. Mera ha puesto a Rafael Correa en la incómoda posición de esperar una respuesta política de un peso que, tal vez, ni él podría soportar: la que venga del Vaticano.

Por tradición, la Iglesia Católica utiliza una diplomacia de eufemismos. Todo podría resolverse con un comunicado de enredos, como la explicación del Papa sobre su frase de la puesta de pie con dignidad. Pero es posible que esa respuesta solo agudice el enfrentamiento con una cúpula con la que Correa no se enfrentaba hace mucho. Y tal vez estemos cerca de tiempos en que en el Ecuador escuchemos, desde el poder, declaraciones como las que hizo Néstor Kirchner sobre el entonces cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco): “Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas”. Ahí sabremos, además, cuántos puntos en las encuestas electorales —de cara a 2017— quita (o pone) Satanás.

 

Fotografía de la Agencia Andes bajo licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 2.0 Generic

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