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Guayaquil está de fiesta y tiene quien la maquille: Jaime Nebot. El último acto del gabinete de belleza socialcristiana que la administra desde hace casi dos décadas, fue el discurso que el alcalde dio el sábado 25 de Julio de 2015, en la sesión solemne por los cuatrocientos ochenta años de fundación de la ciudad. Le dedicó apenas seis minutos —el 17% de su intervención— a hablar de los proyectos que su Municipio ejecuta. El resto del tiempo, se enfrascó en una diatriba en contra del presidente Correa, idéntica a lo que había dicho un mes antes. Del estado de la ciudad, no habló. Su maquillaje retórico se limitó a insistir en frases prefabricadas como “No hay día que no le ganemos una batalla a la pobreza” en Guayaquil. Pamplinas populistas que intentan esconder la ineficiencia de su gestión como alcalde.

Nebot prefiere el maquillaje verbal porque es una forma de esconderse las arrugas de su deficiencia administrativa. No es de extrañarnos que sea así: él mismo ha dicho en su discurso del 25 de Julio, que su primer deber era combatir al correísmo, y que —después— estaba —al alcalde a veces le da por hablar como quinceañera a su diario— “hacer realidad nuestros sueños”. Qué poco halagador futuro el de una ciudad que se dedica más a la politiquería que a la administración pública.

A Nebot le juegan los números en contra, por eso los maquilla. Pero hay gente que puede ver más allá de esas capas de polvo y rímel demagógico. El respetado analista económico Walter Spurrier lo decía en febrero de 2015: Guayaquil se rezaga. Parece difícil de creer el enunciado nebotista de que en esta ciudad se vence la pobreza a diario: Los datos duros que lanza Spurrier son como pedradas en el castillo de naipe socialcristiano. “Entre el 2007 y 2011 Guayaquil pierde 0,8% de participación de la economía, mientras que Quito la aumenta ligeramente, en 0,2 de punto” —apunta el experto guayaquileño— “Nos quedamos atrás: Quito, capital económica indiscutible”. En el análisis, por supuesto, está excluida la renta petrolera. Guayaquil pierde con claridad, y el clamor de Spurrier es clarísimo: si queremos cambiar esto, “se requiere la concertación del gobierno municipal, la academia y la empresa privada”. Pero para el alcalde Nebot, más importante es andar gritando paparruchadas demagógicas.

De tanto maquillaje, la cara de Guayaquil se ha puesto dura. Guayaquil sigue siendo la ciudad con mayor índice de necesidades básicas insatisfechas. Es, también, la que mayor índice de pobreza extrema registra. El pregón de Nebot sobre una revolución de bienestar no tiene sustento.

Tampoco tiene ningún fundamento su insistente independencia respecto del gobierno central. Entre el 2010, las rentas asignadas por el gobierno central al Municipio de Guayaquil eran el 36,12% del presupuesto de la ciudad. Para 2013, había aumentado al 48,95%. Pero no solo eso. Hay que leer este formidable reporte de Arduino Tomasi e Isabella Romero para entenderlo. Hay un dato esclarecedor: nunca la recaudación propia de la administración de Nebot ha sido superior al monto que le entrega el Estado. Y aunque el texto de Tomasi y Romero es de 2013, sirve para entender la curva de comportamiento de la administración socialcristiano: mucha bravata y pocos resultados.

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Pero esto no es todo lo que el alcalde carga en su estuche de maquillaje. En este clarísimo texto del arquitecto Eduardo McIntosh se evidencian los trucos de sombras de Nebot en varias materias, empezando por la de áreas verdes. Según un reporte de prensa Guayaquil tendría  54,76 metros cuadrados de áreas verdes por habitante. “Esto quiere decir que en doce años se habría incrementado la dotación de áreas verdes por habitante en más de un 10 mil por ciento”, dice McIntosh y pide algo que a los socialcristianos no les gusta: contexto. Hace doce años Guayaquil tenía alrededor de dos millones de habitantes y el Municipio, entonces, contabilizó 0,5 metros cuadrados de áreas verdes por cada uno. Es decir, hace doce años el total de metros cuadrados  era de un millón (cien hectáreas). Si seguimos esa idea, en doce años el Municipio incrementó el total de áreas verdes de la ciudad de un millón de metros cuadrados a más de ciento veintiocho millones metros cuadrados. O lo que es un cuadrado de once por once kilómetros, “algo realmente inverosímil”, concluye McIntosh. El maquillaje consiste, ahí, en contabilizar reservas naturales como áreas verdes Un disparate.

Ese artículo al que McIntosh se refiere es una muestra de la habilidad del alcalde de controlar a la prensa guayaquileña. Por algún motivo, a casi ningún medio se le ocurre cuestionarlo. Tal vez es obsecuencia, tal vez es simple anticorreísmo: ya saben, el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Alfredo Pinoargote lo entrevista cada tanto, aunque la palabra “entrevista” sea inexacta: lo que sucede en Ecuavisa cada vez que el alcalde aparece en su noticiero dominical es un monólogo con breves momentos de adulación por parte de Pinoargote, que llegó a llamar al alcalde Nebot “el sobreviviente glorioso”. Pero nadie dice nada —no vaya a ser que alguien les diga correístas.

Otros números que el alcalde de los discursos inocuos suele trucar, es el de la inversión. Según él, solo destina el 15% del presupuesto municipal a gasto corriente. El resto —dice— se invierte. Pero no es cierto. No solo que no está contabilizado el gasto de las fundaciones municipales, sino que, además, se obvian detalles como que, en 2013, Guayaquil no ejecutó todo su presupuesto y devolvió partidas por cerca de treinta y ocho millones de dólares. Además, la demagógica referencia a los pobres del alcalde de Guayaquil, carece de sustento empírico: su emblemática Regeneración Urbana invierte más en sectores de clase media y media alta que en sectores populares.

Los breves seis minutos que se dedicó a hablar de la ciudad, fueron vagos y carente de precisiones. Lugares comunes y clichés al servicio del populismo garrotero de derechas. Dijo que inauguró 1091 puntos de internet gratuito y público, y eso suena bien. Es un acierto —si todo funciona como debería— en medio de recurrentes pifias. La rueda moscovita de la que tanto se ufana, es otro de los grandes despropósitos socialcristianos. Igual que la pileta de colores que ya nadie recuerda, esa rueda moscovita no aporta nada a la ciudad. Eduardo McIntosh lo explicaba en el mismo texto que cuestionaba el trucado de las cifras de áreas verde:  “La ciudad no puede competir con ciudades con una masa crítica y reputación mundial en lifestyle parks como Miami, Las Vegas y los Emiratos”. Enseguida vendrán con el argumento de que es para la gente de la ciudad, pero eso es solo más demagogia: si Guayaquil buscase recuperar su sitial económico nacional, tendría que apuntar a proyectos de verdadera ambición, que atraiga a gente de todas partes. Pero la estrategia es torpe y, una vez más, niega a la ciudad: “Lo que se debió haber hecho en Guayaquil desde hace tiempo es potencializar lo que solo Guayaquil tiene: esteros, cerros, ríos e islas”, dice McIntosh. Para eso, por supuesto, se necesita renunciar al provincianismo chauvinista del orgullo madera de guerrero.

Hay muchísimos otros problemas de los que Nebot no habla. El tránsito de la ciudad, la putrefacción del Estero. O, por ejemplo, preguntarse qué resultados ha tenido la campaña de turismo Guayaquil es mi destino en el tráfico de visitantes a nuestra ciudad. En su discurso del 25 de julio de 2015, dijo que creía en el diálogo pero jamás dialoga con los medios que le son críticos. Hace unos años leí en GkillCity un editorial donde lo invitaban a una entrevista. Me reí de la ingenuidad de los editores de este portal y lo dije en alguna parte: no les va a dar bola nunca. Él no quiere preguntas serias y directas sobre este y muchos otros temas, como el garroterismo de sus subalternos —el soundtrack de estos años de administración socialcristiana parece ser La Cumbia del Garrote. Ese garrote que suele golpear siempre a los emprendedores informales, a los que el alcalde Nebot no tiene en mente cuando dice que en esta ciudad se privilegia la libertad de expresión y de emprendimiento: unos días después de su perorata libertaria del 25 de junio, se publicaba en redes sociales la enésima prueba del abuso en contra de un comerciante callejero.

En los medios: sepulcral silencio. ¿Será conveniencia política? ¿O será que los medios han recibido ya la advertencia de que, si siguen investigando lo que no deben, se van a arrepentir?

Carta Nebot

Guayaquil está de fiesta y está empolvada a manos del gran maquillador de nuestros tiempos, el alcalde Jaime Nebot. Deberíamos recordar que toda fiesta acaba y que al día siguiente uno suele levantarse descompuesta y con el maquillaje corrido. Es entonces que solo nos quedan nuestras miserias. 

Bajada

¿Cómo se convierte un administrador mediocre en un político de éxito?

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