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A la Luna la vemos igual desde siempre. Cuando se formó  hace cuatro mil quinientos millones de años —de las esquirlas cósmicas de una colisión entre la Tierra y una planetoide del tamaño de Marte— giraba con rapidez sobre su propio eje, pero como no es perfectamente esférica, perdió velocidad hasta que, en un momento, giraba a la par con su órbita: por eso los seres humanos siempre le hemos visto la misma cara.

La Luna está a 384.440 kilómetros de la Tierra. Es una distancia tan grande, que en ella cabría el Titanic más de mil cuatrocientas veces. Pocas personas han recorrido ese largo camino. Y aún muchas menos han pisado el polvo lunar: apenas doce. Eso no quiere decir que, desde pequeños, los seres humanos no sucumbamos a una fascinación lunática. Nos asomamos a nuestras ventanas a ver esa misma cara que nos muestra la Luna desde hace miles de millones de años. La vemos con nostalgia, como si no pudiésemos alcanzarla jamás. Aunque ya hay planes para un turismo lunar, es poco probable que las grandes mayorías algún día puedan conocer nuestro satélite. Por eso recurrimos a los poetas, los artistas, los cineastas y los fotógrafos para acercarnos a ella, mirarla, sostener el aliento y sonreír.

Bajada

¿Cuántas fotografías se han hecho de nuestro satélite natural?

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