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“El Barça tiene el mejor contragolpe del mundo”, decía Pep Guardiola luego de la semifinal de ida de la Champions League en que su equipo, el Bayern Munich, perdió contra el de Luis Enrique por 3-0. Y tenía razón. Cuatro años después de ganar su última Champions, el Barça volverá a jugar una final, después de tres temporadas de quedarse en semifinales y –la última– en cuartos. Y los contraataques fueron definitivos –en ambos partidos– para superar al Bayern.

“Los jugadores han perdido la fe en Pep Guardiola”, decía el histórico Lothar Matthaeus, ex gloria del Bayern y de la selección alemana, antes del partido de vuelta por la semifinal de la Champions League. Pero talvez el problema de Pep está en que le ha tocado jugar contra un Barça que se ha reencontrado.

Los dos partidos fueron distintos. En el Nou Camp, el juego estaba bastante neutralizado: con ocasiones para ambos, el Bayern había hecho los deberes y nunca dejó jugar al Barça como le gusta: siendo el dueño de la posición. Manuel Neuer era –como siempre– un muro que le dijo que no en más de una ocasión al rival: primero a Suárez, luego a Daniel Alves. El segundo tiempo fue más trabado aún, pero a quince minutos del final, Messi salvó al Barça del empate a cero en casa de la misma forma en que metió el gol para Argentina que definió el partido contra Irán en Brasil 2014: con tres defensas encima, remató cerca de la media luna al ángulo al que no iba a llegar Neuer. Era una jugada que pudo no tener historia: el lateral del Bayern intentaba despejar, pero no lo dejaron. El Barça, que juega siempre armado, estaba listo para atacar. En pocos minutos, Messi volvió a hacer lo suyo, con una finta que de paso le rompió la cadera a Jerome Boateng. Nunca necesitó que el Bayern estuviera desconcentrado. Y al final del partido, otra vez Messi –esta vez en contraataque puro–: recibió una pelota que acababa de dejar el área del Barça y puso a Neymar a correr solo, y marcar el tercero.

En el segundo partido, la mitad de la cancha no existió. El Bayern tenía que salir a ganar, y por mucho. Ya había dicho Guardiola que tenían que jugar con la cabeza, y eso hizo el marroquí Mehdi Benatia, que marcó el 1-0 en un tiro de esquina con un cabezazo muy pensado: se tiró hacia adelante para engañar a Sergio Busquets, que se le adelantó de puro instinto. Pero Benatia sabía perfectamente que el balón iba más atrás y se quedó solo para vencer al joven arquero Ter Stegen. Iban menos de diez minutos, y el Bayern parecía enrumbado, pero dos contraataques lo acabaron. Los dos elaborados por ese tridente letal –y sudamericano– de los culés. Aunque los dos goles del Barça llevan el nombre de Neymar, Messi y Luis Suárez fueron fundamentales en esas dos jugadas casi calcadas: Messi –el “indefendible”, según Guardiola– puso a correr al uruguayo que se iba por delante de toda la defensa, pero que prefirió ser generoso y cederle siempre al brasileño, que se quedó frente al arco abierto. Fueron rápidos, contundentes y –sobre todo– calculadores. Es el espíritu del contragolpe, ese leitmotiv de los equipos chicos que deben defenderse de principio a fin y esperar un espacio para ensayar un gol.

Robert Lewandowski, el polaco, hizo un baile en el segundo tiempo que le rompió la brújula a Mascherano para quedarse de cara al arco y empatar el partido desde la media luna; y con un tiro de afuera, potente y tosco, el alemán Thomas Muller marcó el 3-2 que le dio la victoria al Bayern, pero el partido ya había sido definido en el primer tiempo. Los alemanes tenían que marcar seis goles y el tiempo no les alcanzaba para tanto: No solo que los golpeaban al contraataque, sino que Ter Stegen estuvo fino: recibió tres goles, sí, pero en momentos en que ya no le podían hacer daño, porque en el primer tiempo estuvo imposible. Hasta sacó una pelota que ya estaba tres cuartos adentro. El Barça nunca estuvo cerca de la eliminación.

Ahora el equipo de Luis Enrique, que hace unos meses tenía problemas para conectar con sus jugadores, está a 270 minutos del triplete. Tiene que jugar las finales de las Champions y de la Copa del Rey, mientras que en la liga española le falta ganar un partido de los dos que le restan. El Barça brilla como no lo había hecho en varios años. No por nada, la web de la Deutsche Welle calificó a este partido como el de “la independencia”: Tanto el Bayern como el Barça llevaban encima la carga del pasado reciente –pero glorioso– con otro entrenador: Jupp Heynckes, que llevó al Bayern al título de la Champions en 2013, y el propio Guardiola, sentado ahora en el banquillo rival y ganador con el Barça de las Champions de 2009 y 2011. En una época del fútbol donde la estrategia importa tanto, en un momento en que es ingenuo negar la mano del entrenador en el equipo –aunque tenga presupuestos millonarios y al mejor jugador del mundo en sus filas–, es como si el equipo catalán se hubiera emancipado de una vez por todas. Y aunque no han renunciado al control del balón ni al dominio de los espacios, los culés han agregado otra guinda a su estilo: El Barça contraataca.

Bajada

El mejor equipo del mundo también juega al contragolpe.