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Daredevil, la franquicia más madura dentro del creciente universo cinematográfico de Marvel, es un thriller policíaco neo-noir que sobresale por sus propios logros sin pedir nada prestado al mundo de Thor o Ironman. Daredevil es el alter-ego de Matt Murdock, un joven abogado que perdió la vista en su infancia, pero que desarrolló sus sentidos restantes. Él puede “ver” en formas inentendibles para otros. Talvez el lanzamiento de la serie mediante la plataforma Netflix -en la que todos sus episodios fueron estrenados al mismo tiempo- evitó las intromisiones y los cambios de guión que suelen hacerse basados en los ratings de semanas anteriores, pues se percibe mucha libertad creativa en su producción. Después de todo, Matt Murdock siempre será un héroe B por lo que el futuro del billonario universo de productos audiovisuales de Marvel nunca pesará sobre sus hombros. Daredevil no es la típica obra sobre encapuchados creada para vencer mercancía.

La historia empieza algún tiempo después del desenlace de la primera película de Avengers. En este panorama aparece Foggy Nelson, el sidekick de Matt, quien también es su colega y su mejor amigo. Él, junto a su secretaria Karen Page son la familia extendida de Murdock. La parte emocional del reparto la complementa el recuerdo de su padre, un boxeador que fue víctima de la violencia. Pero la denominada batalla de Nueva York dejó graves daños en el barrio de Hell’s Kitchen, por lo que Union Allied es la encargada de reconstruir la zona. Esto es solo una fachada. El hombre detrás de esa empresa maneja todo el crimen organizado del sector, desde el tráfico humano hasta la venta de drogas. De todos los villanos del mundo Marvel que hemos visto hasta ahora, Wilson Fisk es talvez uno de los más interesantes. Fue un niño traumatizado que creció para convertirse en un adulto con clase, pero propenso a aterradores ataques de ira, con la fuerza suficiente para decapitar a un hombre a patadas. “Yo quiero, como tú, salvar esta ciudad pero a un nivel que sí importe”, le dice a Daredevil. Fisk cree que la ciudad solo puede ser salvada a través de la destrucción.

La ciudad de Nueva York del universo Marvel es talvez el mundo de fantasía más extraño y alucinante de todos, pues está habitada por héroes, dioses, alienígenas y monstruos pero tiene un núcleo lleno de realidad: Hell’s Kitchen, que representa un corazón enfermo y casi agonizante. En esta serie, Nueva York es más lúgubre de lo que sido en cualquier serie de televisión reciente. “Ya no puedo ver a la ciudad, todo lo que veo son sus esquinas oscuras”, dice Karen. Aquí, la cinematografía y gama de colores nos recuerdan más a “Se7en” que a Spiderman. Puede que la oscuridad sea un esfuerzo consciente para ocultar el presupuesto con el que contó la producción, pero es más que acertado para el tipo de historia que están contando.

Durante los primeros episodios, Daredevil muestra una gran pelea que dura cinco minutos, sin cortes. Es talvez la mejor de toda la temporada. Esta serie tiene quizá las mejores escenas de combate cuerpo a cuerpo de la televisión actual. Son pocas las veces en las que vemos a un protagonista sintiéndose exhausto, recibiendo golpes tan duros como él los da. Ayudan sin duda los sentidos desarrollados de Matt, que lo transforman en algo así como un superdotado de la pelea. Como un buen boxeador, no solo sabe dar golpes, sino que también sabe cómo recibirlos. Es grato ver como el protagonista se hace más y más fuerte y hábil con cada episodio.

La segunda temporada de la serie estará disponible en el 2016. La primera consta de trece capítulos y aunque la trama se torna algo lenta en la mitad, el duelo ideológico y físico entre Wilson Fisk y Matt Murdock por el alma de la ciudad es tan intensa como la lucha desesperada entre los Avengers y Ultron, solo que en una escala más personal. Como todo buen villano, Fisk es una manifestación de lo que Matt podría ser si se rinde y decide abandonar su humanidad. Ambos, Fisk y Murdock, nacen del mismo caos.

 

Bajada

Daredevil no es la clásica historia sobre superhéroes