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The Rumble in the Jungle (el rugido de la selva) es el nombre de la histórica pelea de 1974 donde Muhammad Ali venció al entonces campeón mundial box en la categoría de peso pesado, George Foreman. Aquella pelea, realizada en Zaire –hoy República Democrática del Congo– fue auspiciada por el dictador Mobutu Sese Seko, y se realizó en un entorno de lujo y exotismo. Era tanta la expectativa, que la televisión estadounidense pagó a Mobutu para adaptar el encuentro al prime time gringo: Fue a las cuatro de la mañana. Foreman, que había llegado al aeropuerto de la capital Kinshasa con un pastor alemán –el perro que usaban los belgas cuando Zaire era colonia– se sentía ganador. Pero Ali se había encontrado con la espiritualidad, con sus raíces, con todo lo que el pueblo africano necesitaba para verlo como un héroe. Ali ganó por knockout en el octavo asalto y volvió a ser campeón mundial aquella madrugada. Pocas peleas han tenido tantas miradas puestas en ellas. Están la de Sugar Ray Leonard contra Thomas Hearns o Julio César Chávez contra Meldrick Taylor, y –por supuesto– Floyd Mayweather contra Manny Pacquiao. A esta última, desarrollada el 2 de mayo de 2015, la llamaron “La pelea del siglo”, y –como es normal– todo el mundo estuvo pendiente de aquel encuentro en Las Vegas, donde el retador, Pacquiao, se presentó con una lesión en el hombro y donde Mayweather, campeón mundial de peso superwélter (entre 66-69 kilos), bloqueó sistemáticamente los golpes e hizo un juego de piernas que le alcanzó para vencer. Ahora hay gente decepcionada con la pelea del siglo. Algunos querían ver más golpes antes que al campeón moviéndose de un lado al otro para evitar que su rival lo tocara. La verdad es que Las Vegas no fue Kinshasa, porque aquella noche en África se impuso la paz de espíritu sobre la actitud triunfalista, el campeón del pueblo sobre el que generaba millones. Pero el box es el deporte en el que hay que golpear al oponente y evitar que él devuelva el golpe. La segunda parte fue fundamental en Las Vegas.

A Mayweather se lo conoce como Money: Genera dinero con cada paso que da. Pacquiao es PacMan, un hombre de espíritu, de familia. Muchos nostálgicos querían ver a estos dos grandes emular la batalla de Zaire, pero el boxeo moderno tiene mucho de conspiración, de negocio, y de drama. Lo que pudimos ver la madrugada del sábado 2 de mayo fue una muestra de un nuevo estilo de espectáculo: una danza de millones que privilegia a la épica de la historia previa sobre el propio combate. Mayweather subió al cuadrilátero sintiéndose campeón. Y vaya que lo es. Su defensa es la más impenetrable del boxeo moderno, su derecha es un mortero imbatible una vez lanzado, y su actitud es la de un campeón con la arrogancia propia de quien nunca ha visto la derrota: Ha ganado sus cuarenta y ocho peleas. Por otro lado, el entusiasta Manny Pacquiao –de Kibawe, Filipinas– tiene un motor interno que le permite lanzar golpes en serie, que se han vuelto su estilo de boxeo. Es un hombre activo con su comunidad, con un honoris causa y con diplomas, a pesar de haber pasado un tiempo en su adolescencia buscándose la vida y peleando en los bajos fondos de Manila. Un tipo sencillo, pero también orgulloso de ser el símbolo deportivo de su país. A Pacquiao se lo veía disfrutar del pesaje, de la entrada, de la gente, de la pelea toda, y no era para menos, era la pelea del siglo.

Los publicistas deberían estar agradecidos. Hace rato que en el box no había una historia previa tan buena. Pocas veces dos deportistas están en su mejor momento, son tan buenos, son tan diferentes entre sí y su encuentro frente a frente ha sido tan esperado.

Todo lo anterior quedó atrás cuando los dos campeones –porque Pacquiao ha ganado algunos títulos también– subieron al ring. Pacquiao quería que su oponente se quedara quieto en algún momento para alcanzarlo con sus golpes combinados, algo que nunca –o casi nunca– pasó: Mayweather procuraba no ser tocado y marcar la distancia, aprovechando su mayor alcance. En el cuarto round, el héroe de la gente, PacMan, logró por fin conectar con la cabeza del campeón en series seguidas. Todos esperaban ese ansiado KO, pero al parecer, Pacquiao pensaba que sí serían doce rounds y reguló sus energías.

Después de la mitad de la pelea, el campeón volvía a su rutina de escape. Era como si Mayweather se hubiera dedicado a esconder el título. Para el final, con la estrategia de golpear poco y no dejarse tocar, Mayweather se sabía dueño de los puntos en la mayoría de rounds. En el último round, PacMan estaba obligado a buscar con todas sus fuerzas el cinturón, pero el campeón –como en toda la pelea– lo desconcentraba con gestos de arrogancia y con abrazos. Los abrazos de Mayweather han sido muy criticados, pero es un recurso que se usa para agobiar al oponente desde que el box es box. Lo de Money no fue más que poner en marcha una estrategia.

El combate fue de altísimo nivel. Aunque en box el principal recurso son las manos, las piernas son muy importantes: en la defensa, en el impulso para golpear, en el balance para “bailar”… Y el campeón sí que las tiene bien entrenadas. Unos dicen que corrió, otros que defendía el título. Muchos ex boxeadores opinaron según sus propios estilos. Según Mike Tyson, la pelea fue como una carrera de 100 metros planos. Lo suyo era otro estilo: clavarse en un sitio y golpear. El mexicano Juan Manuel Márquez sabía que si PacMan no noqueaba, perdía. Y así fue. Quitarle un título a Mayweather tiene que ser contundente. Money defendía algo que ya tenía, PacMan buscaba algo que quería. El corazón de todos estaba con el carismático Manny, pero la verdad fue que Floyd leyó mejor a su rival, a la pela, y se la metió al bolsillo.

¿Fue la pelea del siglo? Sí. Fue la pelea de la vida de ambos. En Twitter, Tyson escribió un decepcionado “esperamos cinco años para esto”, pero fue un combate donde el campeón demostró cómo se hace para mantener el invicto. Se le notaba mucha preparación.

Al mismo tiempo, PacMan golpeó demasiadas veces al aire. Fue ahí donde perdió puntos. Los dos hicieron lo que se esperaba de ellos, solo que uno fue hábil para no ser tocado. A Mayweather lo critican por correr, por abrazar, pero son recursos propios del deporte. De hecho, en las estadísticas, sus 435 golpes superaron a las 429 de Pacquiao, con una diferencia enorme en la efectividad: Money logró conectar 148 (es decir, el 35%) contra los 81 (19%) de PacMan.

Fanáticos y no fanáticos querían saber por qué se hablaba tanto de esta pelea. Es que encuentros como este ocurren cada cierto tiempo. Mucho tiempo. Y no hay que decepcionarse porque el combate no haya acabado con un KO espectacular. El box es la última muestra de aquellos que han regresado a las habilidades más básicas del ser humano: una pelea entre dos sujetos que se respetan entre ellos porque son capaces de batirse a duelo solo con sus puños. Pero también juega la táctica. Mayweather, el mejor estratega del box moderno, venció a las combinaciones de golpes fuertes de Pacquiao. Lo que vimos fue cómo la habilidad y la inteligencia vencieron a un boxeador –muy técnico, sí– que solamente subió a golpear.

 

Bajada

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