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La globalización le trajo al Ecuador su primer candidato político de estilo norteamericano: Rafael Correa. Desde entonces la oposición, es decir todos los que no son Alianza País, están en shock. Siguen sin darse cuenta que Rafael es un candidato muy gringo. Es en Estados Unidos donde la competencia política es verdaderamente brutal, y donde los profesionales devoran vivos a los amateurs que se atreven a retarlos en las elecciones. Correa ha traído ese estilo a Ecuador, por eso quien podría vencerlo en las urnas debe parecerse a él –en el sentido de ser un candidato gringo– y no parecerse a él –utilizando las debilidades de Correa a su favor–.

Esta es la gran verdad que la miopía de la política partidista nacional no  ha podido ver: Correa es en muchos sentidos como los grandes expresidentes de Estados Unidos. Como Reagan, hace gran énfasis en el patriotismo, y como Kennedy, trae esperanzas y reta al país a hacer su mejor esfuerzo sin esperar que todo se les dé regalado. Como Clinton, es un hombre carismático y positivo, y como Obama prometió el cambio y es políticamente pragmático (o casi). Por supuesto estas coincidencias  no niegan que Correa sea un político cien por ciento latino, hábil para el populismo. Esa es la auténtica personalidad de Rafael Correa, y no creo ni por un segundo que sea una trabajada campaña de relaciones públicas. Alianza País ha ganado y seguirá ganando y nunca tendrá la más mínima compasión por sus rivales políticos, y ¿quién honestamente la tendría? Una oposición desorganizada que candidatiza a hombres con pasados cuestionables, a radicales de derecha o izquierda, o los mismos de siempre, solo hacen las elecciones presidenciales extremadamente fáciles para Rafael Correa.

Pensar en el candidato ideal que pueda vencer –o por lo menos hacerlo sudar– a Correa es complicado. Guillermo Lasso estuvo cerca porque llegó al pueblo sin irrespetar al Presidente o sus electores. Un acierto de pocos, ya que la mayoría tuvo ese enfoque negativo. Así como en el marketing no puedes entrar con una nueva marca de bebidas a menospreciar a la marca más popular o peor aún a sus compradores, en la política no puedes entrar a la carrera presidencial menospreciando a Rafael o al correismo, pues estarías insultando a tu propio target.

Lasso, como Correa, se comportó de una manera muy norteamericana. En la mayoría de su campaña su mensaje de “Yo no odio al gobierno del presidente Correa, creo que tiene ciertas cosas muy buenas, pero también se puede mejorar” resonó entre el electorado neutral e indeciso. Su imagen de hombre maduro y estadista natural se ganó la simpatía de los que ven a Rafael Correa como un bully  arrogante y temperamental. Para fortuna (o no) de Correa, Guillermo Lasso no continuó así y cayó en el juego de confrontación de los otros contrincantes.

Un candidato para confrontar a Rafael debe ser alguien como él: con un pasado impoluto, un mensaje positivo y una imagen fuerte. Y, por ahora, no hay nadie que cumpla con esas características. No debe temer atacar el punto más débil de Correa: su carácter. No exagero al decir que el temperamento del Presidente ha puesto al país en grave riesgo. El evento más claro fue cuando, en forma inesperada, entró en un cuartel  amotinado para desafiar a los policías en rebeldía. Arriesgar su vida así es algo que un jefe de Estado no puede hacer.  

El nuevo candidato también debe aprender de los ejemplos exitosos en otros países. En el siglo XXI la sola promesa de cambio es una gran razón para votar por un partido: Enrique Peña Nieto en México, Alexis Tsipras en Grecia y Barack Obama en EEUU lo hicieron, y es probable que esa sea la mejor estrategia para el candidato ideal contra Correa. Otra opción para este nuevo político es que venga de un partido totalmente nuevo creado para esas elecciones y con él como único candidato: los viejos partidos no funcionan más en la elecciones presidenciales, aún con un cambio de nombre. Basta ver el caso del Partido Social Cristiano y Madera de Guerrero. La ideología política podría ser de cualquiera siempre y cuando evite los extremismos de derecha o izquierda, pero es más probable que funcione como un partido nuevo de derecha moderada, pues con un movimiento nuevo siempre es importante establecer diferencias entre el resto de la oferta del mercado. Un movimiento nuevo trabajando exclusivamente para él le funcionó muy bien al candidato de Alianza País en las elecciones del 2006.

Un buen candidato que enfrente a Correa debe ser joven, con un discurso conciliador y políticamente pragmático. Alguien con estudios y experiencia en el extranjero y con un claro respeto por la libertad de expresión. Un hombre mayor o una mujer también podrían funcionar, pero Alianza País los atacaría en forma indirecta pero brutal, cuestionando constantemente su capacidad de liderazgo por edad o sexo. Esto, si tomamos en cuenta el historial sexista de Alianza País y Correa, cuando califican “reinitas de belleza” a las asambleístas de otros partidos. Lastimosamente, seguimos viviendo en una sociedad machista, y los políticos, a veces, se aprovechan de eso para mal.

Un hombre de negocios que se hizo a sí mismo es siempre un buen background, y es una historia de éxito que gusta a todos, aunque un comunicador social también funcionaría muy bien para representar todo lo que el presidente Correa antagoniza. Un abogado o un economista como candidato nos recuerdan demasiado al pasado: no servirían.

El candidato debe acercarse al pueblo en forma honesta sin fingir descaradamente ser parte de él (¿recuerdan a Lasso posando para las cámaras con una cerveza Pilsener?). Ese tipo de populismo es ya demasiado obvio e incensario. Correa nunca fingió ser pobre o inculto para ganarse a la gente, él les habla en forma cálida y personal sin dejar de ser “presidenciable”.

El riesgo que corre un nuevo candidato es que sus posiciones políticas no sean  bastante claras para muchos. Cabe recordar que la ambivalencia política, o su extremo opuesto el radicalismo, fue lo que destruyó a muchos candidatos supuestamente destinados a derrotar a los presidentes Bush y Obama cuando estaban en funciones. John Kerry y Mitt Romney tienen eso en común, no fueron claros en sus posturas porque desearon agradar a la mayoría de personas, sin querer ser ni muy demócratas ni muy republicanos perdieron el voto de los que querían un candidato de una tendencia clara.

Una debilidad de Correa que pocos se atreven a tocar es que no es tan progresista como él cree que es. Rafael Correa es un hombre moralmente conservador y religioso, demasiado para ciertos sectores de la sociedad que han criticado la falta de avances significativos en temas de derechos humanos, derechos para los LGBTI, conservación de la naturaleza y protección de los pueblos ancestrales. Un nuevo candidato podría tomar la bandera de estos sectores sociales, pero sin ser su único motor en su campaña, o de lo contrario tendríamos  a otro Alberto Acosta o Ruptura de las 25.

Lo más importante por supuesto, es el plan de trabajo del candidato que aspira a ser el futuro Presidente ¿Qué puede hacer para mejorar la economía y mantener lo que ya tenemos? ¿Cómo eliminamos la excesiva dependencia del precio internacional del petróleo en nuestra economía? ¿Cómo fomentamos la inversión extranjera y dinamizamos la economía local? Preguntas necesarias que necesitan respuestas claras.

El candidato también tendría que mostrarse más sensible que Correa. Uno pensaría que un gobierno socialista es necesariamente humano, pero la evidencia ha demostrado lo contrario: un ejemplo son los desalojos de los invasores de tierras en la Isla Trinitaria.

El candidato ideal podría hacer todas ser todas estas cosas, aun así perder frente a Rafael Correa, después de todo la política no es una ciencia exacta. La última palabra la tienen los millones de ciudadanos que votamos.  Pero hay dos factores de los que nadie se libra: la edad y la suma del peso de sus errores políticos. En caso de que se dé la reelección indefinida y el presidente Correa sea reelecto por varias décadas en el futuro, lo único que tendría que hacer un candidato para ganar la Presidencia es estar presente en el momento en que Rafael, ya muy viejo y cansado, se derrote a sí mismo.

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¿Qué se necesita para derrotar a Rafael Correa?