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De los varios conceptos que los antiguos nos quedaron debiendo, hay uno que presiento es nuestro mayor deber corregir, romper el círculo vicioso, cambiar en la cabeza de los que vienen luego de nosotros en este país. No hablaré de honradez. La verdad, no quiero entrar en el campo de la moral, sino en el de la inteligencia. La inteligencia sí se puede desarrollar.

Ya es hora de que en el Ecuador la gente empiece a pensar en varios niveles y no en dos. Es imperativo salir del dualismo simple y tonto en el que nos movemos, especialmente a la hora de sacar conclusiones de lo que ocurre a nuestro alrededor. Y es un ejemplo que tenemos que dar. Y que no estamos dando. “O pan o mierda, o ricos o pobres,” no puede seguir siendo el lema de nuestro intelecto.

En un mundo donde Estados Unidos es amigo de Arabia Saudita, mientras que en Arabia Saudita apedrean mujeres y al mismo tiempo ajustan el petróleo para bajarle el moco a Putin, porque Putin invade Ucrania y se une con China para vencer a los Estados Unidos, al mismo tiempo en que los chinos nos tienen agarrados del cogote, y los Estados Unidos siguen siendo nuestro primer socio comercial y destino turístico preferido, no podemos decir –con esa facilidad tan ramplona que nos caracteriza– que los gringos son malos y los chinos son buenos, o que los gringos son los buenos y los chinos los malos.  Con razón nos gusta tanto el fútbol, si en nuestra cabeza solo parece que hay un equipo al que hacerle porras y otro al cual insultar. Y es el ejemplo que estamos dejando. Conozco algunos que creen buena idea inculcar a sus hijos el odio al equipo contrario, y cuando ven al niño insultándolo, se hinchan de orgullo, como si hubieran parido un Premio Nobel. Y nos olvidamos que todos somos el equipo contrario de alguien, porque es imposible ser idéntico y pensar del mismo modo que el resto de la humanidad.

Nos quejamos de la gente ignorante de esta país, con una mayoría importante de ciudadanos evangelizados con proclamas cheguevaristas, maoístas, comunistas, gente que ha sido la que más fácilmente cayó convencida en las tarimas populistas-mesiánicas desde hace décadas. Y sabemos que gran parte de la culpa es de un sindicato (que sólo ayudó a sus dirigentes) llamado UNE. Y sabemos que la señora Mery Zamora es una de las cabecillas de ese grupo que hizo de la educación pública un botín de la peor calaña. Y resulta que ha sido una “educadora” perseguida. Y que resultó ayer (19 de febrero de 2015) una víctima de un impresionante despilfarro de infamia. No defiendo ningún proceso legal que no haya leído, perseguida puede ser que sea, pero educadora no es. Pero así estamos actuando, en dos orillas. No nos da para más la moderna y ecuatoriana mentalidad del siglo veintiuno que reclamamos a los sicópatas de ISIS. Las redes sociales son nuestra sabatina personal, y solo en el segmento de acusaciones: no llegamos a la parte de rendición de cuentas y obras.

Mi generación (ya tengo 42 años) ha crecido en una democracia de pésima calidad, con instrucciones de uso inentendibles, poco elegante, repleta de adornos horribles como bus interprovincial. Kitsch creo que es el adjetivo adecuado. Democracia es –para nosotros– una palabra que tiene dos significados: el mío y el ajeno. Como la palabra dios. O libertad. O justicia. O socialismo. O capitalismo. O liberalismo. O marxismo. O tatcherismo. O alfarismo. O bolivarianismo. O pornografía. Todos estos términos que entendemos a nuestra imagen y semejanza.

En nuestras Torres de Babel hay solo dos idiomas, el mío y el de los que piensen distinto. En Ecuador no hay prójimo, hay herejes. No hay colores. Estamos viviendo con el blanco y el negro. Y es probable que esta incapacidad de pensar en más de dos opciones (la buena y la mala) sea peor que la corrupción –o resulte su origen–: a los nuestros les permitimos todo.

¿Se han puesto a pensar de dónde viene este maniqueísmo horroroso que nos limita casi al nivel de un ladrillo intelectual? Pongo un ejemplo de esta clase de reduccionismo: Hay quienes sostienen que está mal tener sexo homosexual, porque así no se procrea. Es decir, el sexo solo es legítimo o “bueno” si se une a la procreación porque somos el resultado de la unión de un macho y una hembra. Sin procreación, o su posibilidad, el sexo es condenable. Es posible extrapolar este tipo de “reflexiones” a cualquier ámbito de la convivencia, y verán cómo se limita casi a la nada la posibilidad de mirar más de dos caminos: uno bueno y otro malo, o uno malo y otro bueno.

Nos corresponde como generación cambiar los procesos deductivos para que los menores aprendan a pensar mucho más ampliamente que nuestros abuelos, padres y nosotros mismos. Tenemos por obligación que cambiar la idea antigua de que la democracia solo depende de la personalidad de un presidente. Nosotros jamás hemos sido (y a este paso jamás nunca lo seremos) un país demócrata. Al expresidente Galo Plaza Lasso se lo tiene como un ejemplo de demócrata y es justo reconocerlo como un caballero, pero en su época las haciendas se vendían con “indios y todo”, así que no era más demócrata el Ecuador de ese entonces al actual.  Sobra decir que no escribo esto para los políticos, sino para los que elegimos uno de otro en las urnas. Es evidente que no podemos esperar que ellos no se aprovechen de nuestro maniqueísmo, cuando es una de nuestra principales características.

Soy parte de una generación yunque, sobre nuestras espaldas sorprendidas por el cambio se forjan a martillazo y fuego, con violencia y ardor, condiciones y circunstancias nuevas que no sé a dónde nos lleven. Y pienso que nos corresponden dos cosas, una que es una lotería al revés: pagar los impuestos que nuestros antepasados nunca pagaron (y que los miedosos gobiernos anteriores fueron incapaces de cobrar), y la segunda que es la obligación de cultivar con el ejemplo la inteligencia del análisis abstracto. Estamos fracasando en la segunda, y fracasaríamos en la primera si no hubiera un SRI dispuesto a colgarnos de las patas.

El absoluto es el reino de los imbéciles. Y es paradójico que algo tan difícil de sostener como lo absoluto sea el trabajo de los más brutos. Estamos siendo brutos, como brutos fueron los que nos dejaron como única enseñanza que lo más importante de la Revolución Francesa fue la guillotina, y que nos dejaron como únicas opciones ser vírgenes o putas según la tradición católica.

He dudado mucho de empezar a escribir este texto, pero hace unos días leí en la página de Facebook de un amigo a un muchacho de unos 28 años decir que a John Oliver deberían desaparecerlo como a Charlie Hebdo –¡y de paso recibir un par de likes!-. Y hoy al abrir el tuiter leo a mi amigo y editor del portal Gkillcity, José María León escribir: “Varas celebra broma sobre GkillCity. Amigos se indignan con Varas. Varas vuelve a publicar en GkillCity. Amigos se indignan conmigo”.

Ejemplos de esta simpleza neuronal hay miles. Parece que ya no podemos ver nada bueno en la vereda del frente, ni peor todavía encontrar el error en “nuestras” filas. Y nos condenamos a vivir en un barril que gira bajando por la quebrada. Los terroristas de ayer, torturados por la policía, son ahora jueces de los torturadores. Merecían ser enjuiciados los torturadores, por supuesto, pero no por sus propias víctimas (o sus cercanos). No se cuándo ocurra, por supuesto no es seguro que suceda, pero si seguimos así, los próximos jueces serán los amigos de tipos como Galo Lara, o Fernando Balda, o de la UNE, porque estos son los que tienen voluntad de poder, no la gente decente que ha sido ofendida en redes sociales. Acaso nunca tendremos esa calidad de justicia que añoramos, y seguiremos siendo los causantes (por la vía del mal ejemplo y de la ingenuidad) de seguir en esta caída atroz de la inteligencia. Estaremos –en ese futuro- en otra orilla, seguramente reclamando en contra de los nuevos, y alineados como hermanos de toda la vida  con los que antes detestábamos.

Bajada

¿Se han puesto a pensar de dónde viene este maniqueísmo horroroso que nos limita casi al nivel de un ladrillo intelectual?