El día en que los terroristas islamistas asesinaron a doce personas en las oficinas de la revista parisina Charlie Hebdo, los editores de GkillCity.com andábamos desperdigados por el Ecuador. Una en Quito, otro en Guayaquil, y otro en algún punto entre Riobamba y Ambato. Enseguida empezó una larguísima conversación por voicenotes sobre cómo deberíamos tratar la masacre perpetrada por los hermanos Kouachi. Hablamos del valor de la sátira, de los límites del humor, de Francia y su laicismo impuesto por la fuerza de la ley y no por virtud del consenso. Resolvimos publicar dos textos, pero Charlie Hebdo nos devolvió a una vieja discusión al interior de GkillCity: el uso de la frase Fuck You, Curuchupa. Lo único que sabíamos era que, si íbamos a tener esta conversación otra vez, sería para enterrar –de una vez por todas– el hacha en este asunto. Y lo hemos hecho: desde hoy, Fuck You Curuchupa ya no se llamará así. Le hemos cambiado el nombre por La vida de los otros.

Esta es la muy breve historia de esta decisión.

La sección Fuck You, Curuchupa nació como un desafío a las leyes fundadas en una moral confesional. El Ecuador es un país con el membrete de Estado laico, pero que, en la práctica, aún tolera que ciertos ciudadanos no puedan acceder a un contrato civil llamado matrimonio, o que las mujeres se mueran en la clandestinidad cuando abortan. Eso es algo intolerable, y digno de un fuck you, sin duda. En ningún otro medio se hablaba de ello con argumentos potentes. El resultado era que las discusiones incómodas sobre minorías eran marginales, lejos de un centro de producción mediático que pasaba de ellas porque no les resultaban redituables.

La acogida de Fuck You, Curuchupa fue inmediata. Nuestros lectores iniciaron un debate sobre los textos que ahí se publicaban, y nosotros dijimos claramente algo que ningún otro medio se atrevía a decir: sí, tenemos una agenda política. Nuestra causa era –y sigue siendo– la eliminación de las ciudadanías de segunda clase y las políticas públicas que perpetúan la violencia, la muerte y la clandestinidad. Pero la sección comenzó a tener unos lectores inesperados: creyentes religiosos –algunos más conservadores que otros– comenzaron a leerla. Muchos se sintieron ofendidos por una figura retórica que no estaba destinada a alguien en particular, sino a un set de ideas fanático e irreflexivo. Ese era el momento en que la discusión se anulaba. La conversación ya no se trataba de lo importante, sino sobre cómo se tomaba cada uno el fuck you.

Alguna vez, dijimos que le cambiaríamos el nombre a la sección el día en que se eliminaran las leyes que prohíben el matrimonio igualitario, penalizan el aborto e insisten en criminalizar la droga. Eso no ha pasado, pero después de leer a tanta gente justificar lo que pasó en París por la naturaleza ofensiva de las caricaturas de Charlie Hebdo –incluido el inefable papa Francisco, que dijo “si alguien insulta a mi madre puede llevarse un puñetazo”– alguien tiene que dar un paso hacia fuera del círculo vicioso en que el mundo está inmerso. Y eso vamos a hacer.

Un par de días después del ataque a Charlie Hebdo nos topamos con esta caricatura de Joe Sacco que terminó de convencernos. “Cada vez que dibujamos una línea” –dice el periodista gráfico estadounidense– “estamos también cruzando otra”. Por supuesto, hay líneas que merecen ser cruzadas, hay temas incómodos que deben ser tratados, hay heridas a las que hay que aplastar para que salga la podredumbre. Pero, como dice Sacco en la viñeta ¿no es insulso insistir en algo que anula el debate y permite el refugio de los cuestionados bajo la excusa de haber sido ofendidos?

Además, vemos con preocupación cómo cierto activismo en el Ecuador se intenta convertir en el nuevo status quo. No parece que quisieran una sociedad tolerante e inclusiva, sino la suplantación de un canon por otro. Entonces, recurren a las cortes y las superintendencias para que lo que ellas consideran ofensivo se vuelva la nueva norma imperante. No hay un intento de persuadir, sino que se busca imponer bajo el miedo que provoca el peso de la ley. A nuestro país se le ha desgastado de forma vertiginosa el sentido del humor sobre sí mismo. Todo nos lo tomamos a pecho, y como una afrenta muy grave.

Hay demasiados dedos apuntándose unos a otros en el mundo. Y nosotros nos cansamos de ser uno más. Hace unas semanas publicamos un texto en que un colaborador hacía una defensa posmoderna de la Revolución Cubana. La violencia llena de certidumbre con que mucha gente nos reclamó haberlo hecho, nos demostró que hay demasiados convencidos de que tienen la razón, y que solo entienden la libertad de expresión como un recurso de conveniencia: siempre para mí, nunca para el que piensa distinto.

Fue entonces que nos dijimos “si para que la discusión sea sobre ideas, hay que cambiarle el nombre a Fuck You Curuchupa, hagámoslo”. Al final del día, esta sección no se trata de cargar en contra de los curuchupas de forma individual –y lamentamos que alguien lo haya tomado así–, sino de promover los valores de igualdad ante la ley y diversidad en los que creemos.

No fue fácil llegar al nuevo nombre –La vida de los otros–. Pero, mientras pensábamos en cómo resumir en él los valores que esta sección sobre libertad promueve, recordamos el ensayo fotográfico de Paco Salazar. La primera línea del breve texto que lo acompaña recoge nuestra idea sobre libertad:

Los que no son como tú, son como tú.

Muchos podrán tomar esta decisión como una derrota, pero para nosotros es un triunfo. Es el resultado de una discusión intensa, y estamos contentos de que nuestros cuestionamientos no sean simple retórica de corrección política, sino que produzcan resultados tangibles, que además no tenemos miedo de compartir con nuestros lectores.

Pero que nadie se confunda: aquí se seguirán tratando los mismos temas, con los mismos argumentos y la misma inteligencia crítica de siempre. En los contenidos, nada cambiará, porque si de algo nos sentimos orgullosos es del nivel con que nuestros colaboradores defienden sus posturas, promueven la igualdad y reniegan de los absurdos de las prohibiciones de origen moralista que aún hay en la legislación ecuatoriana.

Por sobre todas las cosas, este cambio de nombre nos lleva a algo importantísimo. Ahora sí, queridos amigos ultraconservadores, se acabaron las excusas: de ahora en adelante, en lugar del Fuck you, habrá una invitación a conversar en un espacio donde solo quedan los argumentos.

Bienvenidos a La vida de los otros.