El Shakhtar Donetsk, vigente pentacampeón del fútbol ucraniano, vive una etapa extraña de su historia. A causa del conflicto armado entre separatistas pro rusos y las fuerzas de seguridad ucranianas, el cuadro “minero” se vio obligado a huir de su ciudad natal. Desde julio de 2014, el equipo naranja y negro juega de local a seiscientas millas de su estadio, en la ciudad de Lviv, al otro extremo del país. “Cuando acabe la guerra volveremos a Donetsk y besaremos sus calles”, prometió el croata Darijo Srna, capitán del equipo. Se desconoce cuándo volverán a jugar en el lujoso Donbass Arena. O si es que lo volverán a hacer.

Antes del colapso de la cortina de hierro, el Shakhtar era un equipo sin mucho que presumir. Mientras el Dynamo de Kiev cerró la tabla histórica de la Liga Suprema Soviética como el más ganador por encima de las potencias moscovitas, los de naranja y negro despidieron al comunismo con apenas dos subcampeonatos y cuatro copas domésticas en su palmarés. Con la independencia de la URSS, Ucrania estrenó su propia liga en 1992 y el Shakhtar siguió siendo un espectador pasivo del dominio del Dynamo hasta mediados de la década, cuando un episodio sangriento cambió la historia del club. En medio de un partido de la temporada 95/96, explotó una bomba en el estadio que acabó con el entonces presidente del club Akhat Bragin, quien había acumulado una fortuna en el mundo de la mafia. Su mano derecha, Rinat Akhmetov, heredó su puesto y algunos millonarios negocios.

Convertido en una de las figuras más influyentes del país por su fortuna (quince billones de dólares, según Forbes), Akhmetov se empeñó en llevar al club a nuevas alturas con un fuerte influjo de capital. A partir de la temporada 96/97, el Shakhtar empezó a ser un animador del torneo, quedando subcampeón cinco veces seguidas detrás del poderoso Dynamo. Finalmente, en la edición 2001/2002, los “mineros” alzaron su primer trofeo de liga, negando a sus rivales kievitas un décimo campeonato al hilo.

Hasta ese momento había apenas tres campeones de Ucrania: el Dynamo con nueve títulos, el Tavriya Simferopol con uno y el Shakhtar con otro. A partir de entonces, los de Donetsk han cambiado la balanza a su favor a un ritmo vertiginoso. Hasta 2014 ganaron nueve ligas en total –cinco al hilo en el último lustro– contra trece de los de Kiev. A nivel continental también llegó el éxito. Luego de ganar en 2009 la última Copa UEFA (la actual Europa League), el equipo se ha establecido como un duro rival para cualquiera en la Champions League.

Hoy el Shakhtar Donetsk es sinónimo de Ucrania a nivel de clubes. Lo paradójico de este estatus es que está ligado a una obsesión por fichar brasileños. Su plantilla actual tiene trece, incluido el mundialista Bernard. Más parece un cuadro carioca con refuerzos ucranianos que lo contrario. Esta política podría pronto parar, ya que los jugosos contratos financiados por el billonario Akhmetov se contrastan con el clima de incertidumbre e inseguridad de un país dividido por la guerra. Se rumoraba que los brasileños no querían volver para esta temporada.

En las instalaciones del club también son evidentes los síntomas de la crisis. En 2009 se inauguró el moderno Donbass Arena, con capacidad para 52,187 espectadores. Fue el primer estadio en Europa del Este que cumplía los estándares Elite de la UEFA. Hoy el escenario que albergó cinco partidos de la Eurocopa 2012 –incluida la semifinal España-Portugal– es un testimonio de concreto sobre la situación del este ucraniano. Los bombardeos entre ambos bandos han afectado la fachada del estadio así como algunas secciones internas. El Donbass Arena se sostiene en medio del caos, como la misma Donetsk. Las oficinas administrativas han sido tomadas por los militares y el complejo deportivo de Kirsha, donde se entrenaban, ha sido destruido. Hoy el Shakhtar es un espectáculo sobre ruedas: entrenan y operan administrativamente desde Kiev pero juegan la mayoría de sus partidos en Lviv, al este del país.

El retorno a casa es impensable por el momento. Esa posibilidad que dependerá de cómo y cuándo termine el conflicto separatista. En este zafarrancho ajeno al deporte chocan dos olas ideológicas: Primero está el referendo celebrado en mayo del 2014 en la región del Dombás, donde se proclamó a la región independiente de Ucrania por un amplio margen con miras a anexarse a Rusia. Esto es indicativo de la voluntad de la mayoría étnicamente rusa en la región. Por otra parte, los ultras o barras bravas del equipo han mostrado una postura claramente pro unidad Ucraniana, participando junto a sus rivales de la barra del Dynamo en las protestas que acabaron con el régimen pro Ruso de Viktor Yanukovych. Si bien el dueño de facto del club, el billonario Akhmetov, ha sido acusado de financiar a los separatistas y en el pasado fue financista del régimen, al menos a nivel público se ha manifestado siempre a favor de la unidad.

Según estadísticas de la ONU, hasta agosto morían un promedio de treinta y seis personas en Donetsk diariamente. No llegan canales de TV ucranianos y algunas partes de la ciudad están permanentemente sin electricidad. Quien no está en casa a las once de la noche se arriesga a ser secuestrado por los grupos rebeldes y a ser torturado por días sin explicación alguna, salvo la acusación de ser un espía del ejército ucraniano. Salvo para los ultras que peregrinan por el país junto al equipo de sus amores, no parecería que el fútbol es una prioridad en la cuna del Shakhtar. “Solo Dios sabe cuánto tiempo le tomará a Donetsk recuperarse de este infierno tanto mental como materialmente”, opinó para una nota en el New York Times el periodista deportivo ucraniano Alex Sereda. “Es imposible creer que hace dos años albergaron la Eurocopa con miles de personas caminando por la ciudad con la camiseta de Ucrania”, concluyó el cronista oriundo de otra ciudad afectada por el conflicto, Mariupol.

Quizás sea frívolo hablar de deportes en medio de una situación tan cruenta, principalmente porque no parece haber una solución pacífica en el horizonte todavía. Prefiero pensar que la esperanza de dejar los conflictos a un lado en torno a una pelota es una luz al final del túnel para los que sufren. Quizás algún día volverá el Shakhtar con su colonia de brasileños a pavimentar de besos las calles de la convulsa Donetsk.