¿El ataque es la mejor defensa o al revés?
Nunca a un encuentro le acomodó mejor el título de “partido del año” en la historia del fútbol ecuatoriano. Barcelona y Emelec, históricos antagonistas surgidos del barrio del Astillero empiezan una final a dos partidos que no tiene favorito. Llegan tan parejos que la Asociación de Futbolistas del Ecuador (AFE) ubicó a cuatro jugadores de cada uno en la alineación ideal de 2014. Pero lo que los vuelve tan iguales son sus diferencias. Emelec, de gran volumen en ataque, enfrenta a Barcelona, que es sólido en su defensa. Este partido enfrenta a las antípodas. Dos escuelas que hacen lo contrario, pero que juegan a ganar.
Barcelona llega motivado. Y no es para menos: Se ganó el derecho a jugar la final con récord incluido: Nadie había logrado sus cuarenta y ocho puntos en una sola etapa. El mejor visitante del torneo –ganó veinticinco de treinta y tres puntos posibles– tuvo un rendimiento del 73% en la segunda etapa. Y todo gracias a su defensa. Este equipo que fue el menos goleado (treinta y cuatro goles concedidos en cuarenta y cuatro partidos) juega al borde del precipicio. Siempre lo están atacando, porque prefiere ceder la iniciativa para esperar el momento justo. Y así, lleva seis fechas sin recibir ninguna anotación. Tanta es su fortaleza defensiva, que en el último clásico del Astillero, el volante de contención Luis Caicedo entró en remplazo del atacante Ely Esterilla y le cambió la cara al partido. Barcelona es un equipo calculador que juega al contragolpe. Rara vez supera los diez disparos al arco por partido, pero goza de efectividad. Sus delanteros Isamel Blanco y Christian Suárez son capaces de definir un resultado en una sola jugada.
Emelec llega a su tercera final en cinco años. Haber perdido las otras dos explica su incansable intento por evitar la final. Ahora, se enfrentará con un rival que le ganó los dos últimos enfrentamientos. Un fantasma le persigue. Pero como todo fantasma, es etéreo: En esos dos clásicos, Emelec tuvo y tocó más la pelota, generó más opciones de gol y siempre estuvo mejor que su rival. Dominó los clásicos, y los dos los perdió en una jugada desafortunada. Su estilo de juego se sitúa en las antípodas del rival. Es un fútbol de velocidad, arrollador y con mucha posesión de balón. En su alineación está el que fue elegido como el mejor jugador del torneo 2014, Miller Bolaños, un delantero/enganche desequilibrante que marca un gol pasando un partido. Su socio, Ángel Mena es el mayor asistidor del torneo. Pero Emelec sufre cuando lo contraatacan. Ha perdido partidos y series claves por contragolpes. En Copa Sudamericana, cinco goles no fueron suficientes para vencer a Sao Paulo, que le clavó seis. Los eléctricos son unos convencidos de que el ataque es la mejor defensa.
Este año, ha habido cuatro clásicos del Astillero, y cada finalista ganó dos. Son equipos que han sabido adaptarse a sus limitaciones. Barcelona se defiende y espera, Emelec ataca para defenderse. Es la danza de los opuestos. Son finalistas que se complementan, como un Yin Yang que no es blanco y negro, sino amarillo y azul. En una ciudad Gótica sumida en el caos, el Guasón le decía a Batman que “esto es lo que pasa cuando una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible”. Lo más probable es que así sea esta definición del título a la que llaman “la final del siglo”, una que enfrenta a Emelec contra Barcelona, el mejor local contra el mejor visitante.