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Existen más motivos diplomáticos para que el Ecuador no condene las violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Kim Jong-Un.

 

Pablo Játiva inició un complicado debate respecto a los criterios que guían la política exterior ecuatoriana. Dijo que Ecuador votó por no condenar a Corea del Norte por sus aberrantes acciones contra los derechos humanos en un acto de reciprocidad hacia China, quien protege al país que dirige la dinastía dictatorial de Kim Jong-Un. Aunque su enfoque es correcto, requiere más análisis para entender los verdaderos motivos de esta decisión.

En su texto, Játiva emplea el enfoque de reciprocidad que es totalmente acertado: en la política internacional no hay nada gratis. Ningún país otorga asistencia financiera, militar, o política sin esperar que no haya retribución en el corto o largo plazo. Este es el caso de la relación chino-ecuatoriana: en los últimos años, Beijing ha sido un importante financista para nuestra República. La votación ecuatoriana respecto a Corea del Norte, sin embargo, no está necesariamente relacionada a esta asistencia.

Graham T. Allison, autor de Essence of Decision, dice que hay que no hay que creer que los Estados toman decisiones como si fuesen actores racionales unificados, y plantea que existen comportamientos organizacionales que pueden afectar las decisiones nacionales. En el caso concreto de Ecuador y su voto, es posible que haya sido el resultado del comportamiento de una organización específica: la Cancillería, influenciada por una corriente ideológica antisistema, representada por el Ministro Ricardo Patiño, y por corrientes proderechos humanos como la encabezada por el Subsecretario de América del Norte y Europa, Mauricio Yépez. El voto pudo haber sido el resultado de la corriente antisistema, tratando de actuar consistentemente con su ideología de oponerse a un orden internacional que ven dominado por Estados Unidos. La Cancillería aprovechó la ocasión para simplemente oponerse a eso. Esto no deja de ser un mecanismo cuestionable de política exterior: hay formas más eficaces, públicamente aceptables, y hasta de mayor impacto para oponerse a Estados Unidos y afianzar nuestras relaciones con China. Nuestro motivo para votar por Corea del Norte no fue necesariamente un acto dentro de una estrategia diplomática para incrementar las alianzas, influencia, y seguridad del Ecuador.

Es difícil pensar que la estrategia ecuatoriana se relacionó con el vínculo con China, ya que Corea del Norte no tiene el valor que China requeriría para hacer de este apoyo un elemento de negociación. La caída de su régimen sería una molestia de seguridad para China, pero no un problema imposible de resolver. El que los líderes norcoreanos sean juzgados en la Corte Penal Internacional tampoco es una amenaza para los líderes del Partido Comunista Chino. El régimen cuenta con suficiente poder militar y diplomático para evitar que ese precedente afecte a sus líderes. Si Omar al-Bashir, presidente de Sudán, quien ha sido formalmente acusado en la Corte, no responde a las acusaciones, es más que probable que los líderes norcoreanos y chinos, protegidos por armas nucleares, eviten cualquier dictamen contra ellos.

Pero el voto ecuatoriano aún levanta dudas sobre la relación que tienen los derechos humanos con nuestra política exterior. Para poder analizar, hay que identificar cuál es el enfoque de la sociedad ecuatoriana para juzgar el impacto de su diplomacia. La explicación convencional de que el Ecuador es un país de paz y promotor de la dignidad humana diría que los derechos humanos deberían tener un rol preeminente en nuestra política exterior. Sin embargo hay una mirada crítica que nos lleva a recordar dos elementos: las guerras que hemos perdido catastróficamente muestran que no porque digamos que somos pacíficos se va a respetar nuestro deseo de vivir en paz, y el pragmatismo nos llama a reconocer que la política internacional requiere compromisos que caminan entre nuestros valores y necesidades de poder.

Bajo esta mirada crítica, los derechos humanos no deberían anular automáticamente la importancia que tienen las relaciones de poder en el sistema internacional. Esta no es carta de corso para quitar la perspectiva moral que traen los derechos humanos a la mesa de decisiones estatales. Pero esta perspectiva nos llama a reconocer que debemos tomar decisiones duras para garantizar que Ecuador mantenga el suficiente poder para proteger sus intereses así como sus aspiraciones. Esta semana, con el informe sobre la tortura, se ha visto cómo inclusive Estados Unidos ha tenido que tomar decisiones en las cuales sus valores existenciales, en especial el debido proceso la presunción de inocencia, han tenido que ser comprometidos.

Es importante reconocer que para sobrevivir en el sistema internacional se necesita un equilibrio entre mantener los valores de una sociedad y considerar las necesidades de poder. Es tiempo de reconocer esta realidad.