¿Por qué apoya Ecuador en las Naciones Unidas a un país acusado de tortura y asesinato?
Corea del Norte es considerado “el país más cerrado del planeta”. Sobre todo al hablar de los horrores que suceden dentro de ese país comunista liderado por Kim Jong-Un: torturas y asesinatos internos por razones políticas y religiosas. En este contexto, es difícil entender que Ecuador lo apoye ante las Naciones Unidas. El 17 de noviembre de 2014, votó en contra de que el Consejo de Seguridad de la ONU denuncie ante la Corte Penal Internacional (CPI) al régimen asiático por atentados a los derechos humanos que, así se lo acusa, ha cometido. Sin embargo, aunque el sentido común y la historia lo condenen, el gobierno ecuatoriano tiene razones geopolíticas que pesan más: no apoyar a Corea del Norte es dar la espalda a China, país que tiene estrechas relaciones económicas con Ecuador desde hace diez años, y que es aliado estratégico del gobierno norcoreano.
En la comunidad internacional se considera a Corea del Norte como una dictadura que castiga arbitrariamente a cualquier sospechoso de discrepar con el partido comunista que lidera el Estado. Son atrocidades comparables con las de la era nazi, en la primera mitad del siglo veinte, según Reuters. El propio gobierno norcoreano ha reconocido que en su territorio existen campos de concentración –también conocidos como gulags– donde los prisioneros deben rever su ideología y reflexionar sobre su disidencia política, un acto que el gobierno considera inmoral. La mayoría de los detenidos morirán en el cepo norcoreano.
Ante estos abusos, la Unión Europea y Japón presentaron un proyecto de resolución a la Comisión de Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales de la Asamblea General de la ONU para que se juzgue a los funcionarios norcoreanos en Corte Penal Internacional. A través de un informe de cuatrocientas páginas, de la Comisión de Investigación, se demostró que el gobierno de Kim Jong-Un trasgrede los más elementales derechos humanos. Existen fotos satelitales que muestran los campos de concentración y cientos de testimonios de ex reclusos y guardias de seguridad que relatan el alto grado de tortura y muerte en su interior. La resolución propone que los responsables de las atrocidades sean procesados ante la CPI, como última instancia con capacidad para investigar y sancionar genocidios y otros crímenes de lesa humanidad.
Este proyecto –de carácter no vinculante– fue aprobado con ciento once votos a favor, cincuenta y cinco abstenciones y apenas diecinueve en contra. El voto de Ecuador estuvo dentro de la minoría, que apoyó al encubrimiento de los abusos norcoreanos. Tras la votación, varios académicos, periodistas, políticos y analistas mostraron su sorpresa e indignación. Pero el gobierno ecuatoriano no tenía otra opción que cubrir la espalda norcoreana, porque así demuestra su fidelidad con China, aliado histórico de Corea del Norte.
Los lazos del Ecuador con China se afianzaron desde que Rafael Correa llegó a la presidencia en el 2007. Su gobierno coincide ideológicamente con gobiernos de izquierda: es parte de los países “no alineados” (también son miembros Corea del Norte y China); es cercano al bloque económico de los BRICS (Brasil, India, China y Sudáfrica), integrado por los países más poblados del mundo que se aliaron para lograr un contrapeso frente a economías dominantes, como la de Estados Unidos. Estos son factores que influyen en la posición política del país, pero hay razones más profundas.
En términos económicos, Ecuador depende de China. El sesenta y uno por ciento del financiamiento ecuatoriano –más de seis mil millones de dólares– proviene de Beijing. Gran parte de este presupuesto se usa en la construcción de infraestructura para la prestación de servicios públicos: carreteras, hidroeléctricas y gasto público en general. Por eso, Ecuador no puede arriesgar su relación con el país de Asia oriental, y menos ahora que la situación internacional del barril del petróleo está en crisis: se ha situado por debajo de los setenta dólares y marca sus niveles más bajos desde 2009. Ante una OPEP incapaz de tomar medidas para salvar el precio del crudo, una ola de pánico empieza a golpear a los países petrodependientes, los cuales se ven obligados a no perder sus otros medios de financiamiento. Es la historia de Ecuador con China. Eso influye en su comportamiento político ante las demás naciones del planeta, aunque implique ignorar los derechos humanos, contenidos en tratados internacionales y en la Constitución ecuatoriana.
Por otro lado, China ha sido un aliado histórico de Corea del Norte, que de 1950 a 1953 colaboró con tropas –de tres millones de soldados, según el China Daily– en contra de la capitalista Corea del Sur y los aliados de las Naciones Unidas. Era la época de la Guerra Fría, y los movimientos militares estratégicos del bloque comunista eran comunes. Aunque hoy China ha marcado distancia de la dictadura con sede en Pyongyang –la capital norcoreana–, mostrándose en oposición a su plan nuclear e incluso extendiendo importantes vínculos comerciales con su otrora enemiga, Corea del Sur, no deja de ser su aliado estratégico. Lo que no ha cambiado es la protección que los regímenes autoritarios se brindan mutuamente. Autocracias como Irán, Bielorrusia, Siria o Cuba también han apoyado a Corea del Norte.
Pero más allá de proteger a ese país comunista, hay un elemento adicional que preocupa a China: si la CPI sanciona al gobierno norcoreano se sentaría un precedente que rebotaría hacia los líderes chinos, acusado de perseguir y castigar, en su país, por discrepancias políticas: basta citar el desgarrador asesinato de ochocientos estudiantes que protestaron contra del régimen comunista en la plaza de Tianamen en 1989. Es por eso que Beijing prefiere no correr riesgos: utiliza toda su capacidad de soft power para movilizar a sus aliados –entre ellos, gobiernos latinoamericanos como Ecuador, Venezuela, Bolivia y Cuba–, con el objetivo de bloquear la posibilidad de sanción a Corea del Norte.
En la política internacional, uno de los principios que se ha mantenido inmutable durante siglos es la reciprocidad. La cooperación de una nación poderosa –como China– hacia otra más pequeña –como Ecuador– debe ser retribuida tarde o temprano. La forma de pago supera lo económico e impone asumir posturas políticas. Eso explica el voto ecuatoriano ante la ONU. Ecuador, pese a ser un tradicional defensor de las doctrinas internacionales de Derechos Humanos, decidió apoyar a la más sanguinaria dictadura que existe en el mundo.
Si causaba preocupación que fueran los Estados Unidos los que impusieran su torcida moral en el mundo, al ser potencia mundial, resulta espeluznante pensar que un país que no cree en los derechos humanos dirija la política internacional de varios países latinoamericanos, incluyendo al Ecuador. Los intereses económicos, que son violentos, se imponen ante los principios e ideales, que son pacíficos.