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Pocos días después de que Tim Cook, el CEO de Apple, admitiera públicamente su homosexualidad, en San Petersburgo se retiró un monumento interactivo a Steve Jobs, fundador de la compañía que inventó el iPod.  “La propaganda gay y otras perversiones sexuales entre menores de edad están prohibidas por ley”,  se justificó el gremio de empresarios ZEFS que había instalado el monumento en el 2013. En ese mismo país, dos siglos atrás, Tchaikovski -uno de los compositores más prolijos de la historia- sufrió también el rechazo de quienes sospechaban que era gay. En la Rusia socavada por la homofobia, la orientación sexual se antepone al talento de las personas. 

Piotr Ilich Tchaikovsky, compositor de la ópera Eugenio Oneguin, el Concierto para violín y orquesta Opus 35, entre otras obras, sabía que aceptar públicamente su homosexualidad podía  acabar con su reputación, incluso con su vida. Desde la época de los zares, Rusia tiene una larga historia de persecución a los gays. La primera ley antihomosexual del imperio ruso la dictó el zar Pedro el Grande a inicios de 1700. No apuntaba a prohibir las relaciones sexuales entre hombres en la sociedad sino a evitarlas dentro de las filas del ejército. Recién en 1917 la homosexualidad fue despenalizada. Pero en 1933, mediante un decreto, el presidente Joseph Stalin la convirtió nuevamente en un delito. La KGB detenía a prostitutas mujeres, y en sus requisas encontraban también a hombres que ejercían este oficio. Un año después, se incluyó en el Código Penal un artículo que tipificaba a la homosexualidad como un crimen contra la naturaleza y la sociedad. 

Sesenta años después, cuando la Unión Soviética ya había desaparecido, esas leyes se derogaron. Sin embargo, en las últimas dos décadas, Rusia no ha ocultado su homofobia. En Moscú se prohibió la marcha del orgullo gay desde el 2006 hasta el 2011. Dos años después, treinta activistas del movimiento gay fueron encarcelados por organizar una marcha por sus derechos, que estaba prohibida por las autoridades rusas. En 2003, la capilla donde un cura ortodoxo casó a una pareja de gays -contraviniendo la ley civil rusa, y la ley eclesiástica- fue demolida.

Según un estudio de un centro de investigaciones sociales Pew Research Center, el 74% de los rusos encuestados considera que la homosexualidad no debería ser aceptada como algo normal, y que los gays necesitan ayuda psicológica. Apenas el 15% afirma que deben tener los mismos derechos que todos los heterosexuales. En febrero del 2014, a Wladimir Putin, en una entrevista para la televisión estatal sobre las nuevas leyes anti gays, le preguntaron sobre Tchaikovski.  “Era gay, aunque es cierto, no lo amamos por eso, pero era un gran músico y todos amamos su música. ¿Y qué?», respondió. Un año antes, el Fondo Kinó (Fondo Cine) de este país excluyó de la lista de proyectos que iba a financiar, a la película de Tachikovski, del director Kiril Serébrennikov. El cineasta vinculó esta decisión del organismo con la polémica sobre la homosexualidad del autor del Lago de los Cisnes. La homosexualidad de Tchaikovski sigue siendo un tema incómodo en la Rusia ultraconservadora de estos tiempos.

Varios historiadores cuentan que el matrimonio de Tchaikovski con Antonina Miliukova fue una cortina para ocultar su orientación. A su hermano Modesto, también gay, le confesó que se casaría para terminar con esas sospechas. El escritor español Santiago Miralles Huete, en su libro Preludios: una historia de la música en 24 diálogos revela una carta en la  Tchaikovski decía: “Mi faceta humana llegó a honduras de estupidez difíciles de entender” -le escribió a uno de sus sobrinos- “me casé huyendo de una reputación que ha acabado alcanzándome, y ha provocado hoy mi sentencia de muerte”. En estas páginas de intimidad y sinceridad familiar, narra la repugnancia que le causó la luna de miel y su precipitada huida del lecho nupcial.

El músico temía la represión de la sociedad rusa. Esta situación casi no ha cambiado en este país. Aunque Putin niega que haya discriminación, en el 2013 apoyó la promulgación de una ley para “proteger a los jóvenes” de la propaganda gay y así “mantener en estado puro los valores tradicionales de la sociedad rusa”. Luego de retirar el monumento a Jobs, el representante de ZEFS, dijo que “El pecado no debe convertirse en la norma, los que intenten violar nuestras leyes, no tienen nada que hacer con Rusia”.

Tchaikovski, que vivió toda su vida en Rusia, fue un músico prodigioso y su talento fue reconocido por la condesa Nadezhda Filaretovna Frolovskaya, viuda del constructor de redes ferroviarias Karl von Meck. Tenía doce hijos y una situación económica privilegiada. Durante trece años, auspició al músico con un salario mensual para que se dedicara únicamente a tocar y componer, con la condición de que nunca se conocieran en persona. Con una pensión de seis mil rublos al año (en esa época, un funcionario público vivía con cuatrocientos rublos), el músico renunció a las clases que dictaba en el Conservatorio de Moscú, y se dedicó exclusivamente a componer.

Fueron trece años de amistad entrañable en los que intercambiaron cartas muy cariñosas, que evidenciaban una relación platónica. Tchaikovski incluso le dedicó la Sinfonía 4. Un día, sin previo aviso, el dinero y las cartas de admiración dejaron de llegar. Los biógrafos del músico creen que la única explicación lógica para que ello es que la condesa Nadejda se enterara de la orientación sexual de su auspiciado. Existe otra versión de esta trágica historia, narrada en el libro ‘To my best friend’, editado por Edward Garden. El texto recopila más de mil doscientas cartas que el músico intercambió con la condesa. Según esta versión, después de retirarle la pensión, ella le pidió a Tchaikovski que no la olvidara. El editor concluye que si hubiera existido un problema moral (como era considerada la homosexualidad en esa época) jamás la condesa hubiera apelado al sentimiento del olvido. Lo más probable, afirma Garden, es que la familia de la condesa no estuviera de acuerdo con tanto altruismo en medio de una situación económica complicada, y la habría amenazado con revelar públicamente la homosexualidad de Tchaikovski.

Cualquiera que sea la versión real, la decepción del músico frente a este desplante la materializó en su Sexta sinfonía, llamada Patética. En el último movimiento de esa obra, que denominó Destino, el compositor describe la ruptura dolorosa con la condesa. Tchaikovski falleció pocos días después del estreno de esta obra. Sobre su muerte, hay más elucubraciones que certezas. En una de las cartas que cita Miralles Huete, el músico escribió a su sobrino: “Has de saber que me han condenado a muerte, no hablo en sentido figurado, esta misma tarde ocho hombres supuestamente justos han formado un tribunal de honor para dilucidar mi destino”. En algunas biografías, se escribe que murió de cólera, en otras, que fue suicidio. Algunos teóricos han combinado ambas versiones y concluido que tomó agua contaminada para provocar el cólera (aunque la idea se descartó luego porque el cuerpo fue expuesto al público y los admiradores que lo besaron no se contagiaron con el virus). En las cartas recogidas por el escritor español, Tchaikovski revela: “Mañana me entregarán una pócima que hará efecto en dos o tres días, auguro un final doloroso, ya han acordado hacer correr la voz de que he enfermado de cólera y prenderá el bulo de una muerte digna”.

El propio Tchaikovski creía que “una muerte digna” significaba no revelar abiertamente su homosexualidad. Su historia trágica no termina con su muerte sino con la de la condesa, quien falleció dos meses después que su apadrinado. Quizás -ni los biógrafos han podido resolverlo- fue de tristeza o arrepentimiento por ser responsable, de alguna misteriosa manera, en la muerte de su músico más dilecto.