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El Festival Desembarco Poético se realizó por segunda ocasión en Guayaquil desde el 5 hasta el 12 de Noviembre de 2014 y fue organizado por la Corporación Cultural Casa de las Iguanas, agrupación cultural guayaquileña dedicada a la difusión de la poesía contemporánea. Como parte de este encuentro literario, se entregó un premio a la poesía emergente para creadores de menos de treinta años, que en esta ocasión recayó sobre Luis Franco Gonzáles, de la provincia de Santa Elena, quien además de ser poeta, es gestor cultural en la península y profesor de literatura y tiene 26 años.

Durante el cierre del Desembarco Poético, Franco leyó parte de su obra Jardines inconexos  con la que ganó el premio de publicación de su poemario. En este diálogo, el joven autor plantea sus visiones personales sobre el quehacer literario en zonas lejanas de las ciudades hegemónicas, las temáticas en torno a las que gira su trabajo y el panorama de los nuevos poetas en el país.

Eres joven y ya tienes dos libros publicados, ahora serán tres, ¿Cómo empezaste a escribir y a publicar?

El primer librito fue Sueños inconstantes (2010) que fue un logro gracias a la gestión de dos empresas peninsulares. Muy clásico, un inicio nada más, no quiero acordarme que existe ese libro. Sin embargo, Ángeles sodomizados (2012), presentado en la Feria de Libro de Guayaquil, fue un libro que me dijo que la poesía podía ser un camino capaz de ser superado siempre, un camino capaz de ser transformado por la palabra.

¿Cuál crees que es la mayor ventaja, como poeta, al haber ganado este premio?

Lo importante de este logro es que la Península de Santa Elena dé de qué hablar en el mundo de las letras, que no se tome en cuenta sólo a “La Santa Trinidad Literaria” (Guayaquil, Quito y Cuenca), que se sepa que  hay otros espacios posibles donde la poesía puede funcionar como un agente de vida o de caos, que se exploren nuevos territorios en búsqueda de otro discurso, de otras instancias, para hacer de la palabra un espacio donde podamos contribuir con la diversidad.

¿Apelas a la descentralización?

A la descentralización canónica que han tenido en nuestro país con respecto a los autores de poesía. ¿Por qué no se habla de un autor de Milagro, Pelileo, de otros lugares? Creo que existe un temor en apostar por estos espacios, por estas voces. Hay un hecho más sublime: dejar que el lector seleccione el material que quiere o no leer.

Incluyes tu sexualidad en tus poemas. Actualmente, el panorama literario busca la otredad, ¿crees que es un gran paso para hablar de temas homosexuales con mayor naturalidad?

Antes había miedo, y era un miedo con nombre de religión.  Yo creo en un Dios, pero es un Dios gay que me acepta, pero yo no escribo poesía gay o no sé si inconscientemente lo hago. Lo que sí sé es que procuro que nada se quede oculto: que todo lo que siento o hago quede plasmado en alguna u otra idea o metáfora. Creo que la literatura debe ser eso. Paula Ilabaca dijo una frase muy hermosa citando a Gonzalo Rojas: “la poesía debe ser como la respiración”. Si no se convierte en vida, la poesía es una hipocresía.

¿No crees que tu poesía sería una poesía del Eros, una exploración de la vida y la sexualidad?

No se puede encasillar a la poesía. Es poesía y se acabó.

Por todo lo que dices, siempre existe en tu ejercicio poético una apología de lo orgánico.

La poesía debe ser honesta, con una honestidad criada desde la calle.

¿Pero pules tus poemas?

Este libro con el que gané es un ejemplo de ello: lo releí varias veces, lo edité tres veces y ahora después del premio me dan ganas de releerlo porque yo no me siento conforme sin una relectura. Leer en voz alta para ti mismo procura un espacio hermoso de autocrítica. La literatura se trata de un proceso de relectura infinito, encontrar lo que puede o no ser publicable, creo que seguiré leyendo y releyéndome para no equivocarme, para reencontrarme y asumirme.

¿Cuáles son esos autores que te gustan tanto que siempre buscas compartir?

Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf, Vicente Aleixandre. De Latinoamérica me gusta Chile (Zurita, Hernández Montecinos, Ilabaca).

¿Y locales?

Me gustan mucho la voz de Roy Sigüenza y  Juan Carlos Cucalón.

¿Peninsular?

Ana Sigüenza, una de las poetas jóvenes  más  sobresalientes. Sé que dará mucho de qué hablar en algunos años.

Hablando de poesía joven en el Ecuador, ¿Cómo ves a estas voces –como colectivo- en la actualidad?

Creo que los colectivos están haciendo un trabajo tenaz, suicida. Son los portavoces y la promoción de la difusión de la poesía actual.  Lo veo bastante próspero por la difusión con la cual  las redes sociales nos acogen, sobretodo.  Lo digo por las revistas, blogs, o los grupos de Facebook, páginas web, y los festivales que se están organizando, los premios que se están dando. Creo que hay mayor apertura a las voces jóvenes.

¿Y aquellos poetas que no tienen texto publicado, que conoces sólo por eventos o blogs?

Cristofer González, Yanky Smith, Beatriz Viteri, entre otros nombres.

También se generan expectativas. ¿Qué pasa con quienes son publicados? ¿El reconocimiento perdura o la atención que les dan es algo temporal?

Personalmente, no me importa.  Creo que  lo que te deja debe ser más bien un compromiso, trabajar con fuego la palabra, hacer que la fama momentánea no te oscurezca el panorama sino que te comprometa más en este oficio que es de disciplina y es duro.

Hablemos del Festival del SumpaVive. ¿Cómo fue lidiar con poetas amigos en un evento que tú organizabas?

Siempre soy yo contra veinte, o contra quince. Empezamos con autogestión.  En el 2012 el Ministerio no nos apoyó y  tuve que tocar varias puertas. Lo curioso es que ese año nos apoyó un chongo, un  prostíbulo,  ellos nos daban el almuerzo todos los días, nos atendieron de lo mejor. El  tercer año nos apoyó otra vez el Ministerio, y este cuarto año no lo pudimos hacer,  por eso el próximo lo llamaremos “SumpaRevive.” Me dejó el sabor agridulce de la poesía, sentir que cada cosa que se escribe es real, palpable, visible, aún a costa de la vida.

La vida cotidiana puede ser agotadora: tienes tiempos que cumplir, horarios en los cuales hacerlo, burocracia, etc. ¿Cómo compaginas tu visión de la poesía con esta realidad?

Por eso escribo. La escritura es una forma de escape, no una condena. Esa idea de los escritores malditos y la flagelación no va conmigo.

Entonces nunca te tomarías muy en serio el papel del poeta que sufre por el arte que lo moviliza…

Para nada, y generalmente, el poeta bohemio, el lírico, termina siendo un fraude. Si no hay honestidad no se podrá escribir. Las imágenes que se pueden utilizar son múltiples.

¿Cómo evitas ser un fraude?

Siendo risible conmigo mismo, porque ridiculizarme es la mejor forma de decir: “aquí estoy, esto soy y sobre esto voy a escribir.”

¿Qué me dirías del medio literario de tu generación?

(Alegre) Es súper bacán. La gente de esta  generación, de los ochenta y noventa, tiene una ventaja: no nos odiamos los unos a los otros por creernos las divas de la literatura. Yo me llevo con toda clase de poetas, son mis amigos. Poesía de canon y poesía que no es favorecida por la crítica.

Un poco en broma, se suele hablar de una “Farándula literaria”. ¿Crees que es real?

Por supuesto. Existió, existe y existirá.

¿Perteneces a ella?

(Duda) No creo.

Ahora te pueden incorporar…

Si me llevan, que sea con una tanga rosa y tacones rojos. (Risas)