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¿Por qué es importante que los militares liberen información que podría incriminar a sus predecesores?

El hecho de que haya información aún sin conocer sobre el caso de la muerte del expresidente Jaime Roldós evidencia serios problemas en la relación civil-militar en el Ecuador y en la confianza que la debe sostener. En primer lugar, la falta de capacidad civil para abrir los archivos, –ya sea por consideraciones a  las susceptibilidades militares o por la inestabilidad que una orden civil directa podría causar– denota que el objetivo relacional (que la supremacía de la autoridad civil sobre la militar nunca se pierda) no se está cumpliendo. Los militares no han entendido que están supeditados, para bien o para mal, a las decisiones civiles. En segundo lugar, las Fuerzas Armadas siguen viendo con reservas a la autoridad civil. Esto implica que no hay las condiciones para que los dos ojos estratégicos del Ecuador puedan mirar de forma integrada los desafíos que afectarán la capacidad del país para adaptarse a los peligros de la guerra, que es el principal fin del Ministerio de Defensa Nacional. En tercer lugar, es claro que la dificultad en abrir el caso Roldós apunta a que civiles y militares seguimos viéndonos como enemigos mutuos en lugar de lo que realmente somos: los civiles somos los responsables de la seguridad del Ecuador y las Fuerzas Armadas son una herramienta importante para precautelarla, pero no más que eso.

A Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera les tomó cerca de una década realizar el documental “La muerte de Jaime Roldós” -estrenado en 2013-, que reconstruye los hechos en torno a la caída del avión en que viajaban el Presidente, su esposa Martha y otras siete personas, en 1981. El filme ganó a principios de octubre de 2014 el premio Gabriel García Márquez de periodismo en la categoría Imagen. Unos días después, Sarmiento escribía que “Las Fuerzas Armadas deben abrir sus archivos”, aquellos que están relacionados con el fallecimiento del ex presidente. Si bien los realizadores contaron con algunos de los documentos que solicitaron para su investigación, no tuvieron todos los que pidieron.

El escenario de seguridad internacional ha cambiado. Ha resurgido la importancia de la fuerza militar para la solución de controversias –Colombia renunció, por ejemplo, al Pacto de Bogotá, que establecía el principio de solución pacífica de controversias entre los países latinoamericanos–, y es necesario pensar en el futuro militar de nuestro país. La apertura de esos expedientes es imperativa para que la relación civil-militar de los próximos años sea sana.  

Ya en 1832, el famoso general prusiano Carl Von Clausewitz, autor de la monumental obra La Guerra, hablaba de la importancia de esa relación sana. Para Clausewitz, la guerra debía ser un instrumento de la política y un Comandante en Jefe debía ser una combinación de estadista y general altamente dotado en asuntos políticos y militares. Sin embargo, en las democracias modernas –y aún en las dictaduras militares– eso es más la excepción que el factor común.

Para que esa relación sea sana –como requieren la democracias modernas– se tiene que cumplir con lo que Peter Feaver, profesor de Duke University, ha definido como “objetivos relacionales”, es decir que –sin importar los desacuerdos– la cadena de mando siempre mantenga la supremacía del gobierno civil sobre los militares. Esto suena a una relación extremadamente vertical, pero en realidad está construida sobre la confianza. Robert Egnell, Profesor de Georgetown University, ha explicado que la relación debe crear confianza mutua para proveer objetivos claros desde los civiles así como iniciativa de parte de los militares. Aquello resulta en un entendimiento mutuo sobre las tareas de cada uno en la defensa nacional y evita que se generen pugnas por el poder en esa relación.

La apertura de los archivos del caso Roldós no solo sería un hito importante para generar mayor confianza en la relación civil-militar, sino también un paso para alcanzar mejoras operacionales. Stephen Biddle, profesor de The George Washington University, llama sistema moderno a un conjunto de tácticas y principios operacionales donde es necesario empoderar a los oficiales de menor rango para que tomen decisiones sobre el terreno según su propia iniciativa. El mejor ejemplo de esto es el alto y eficiente ritmo operacional, que oficiales de menor rango mucho más empoderados le permitió a un relativamente más pequeño ejército alemán derrotar al gigantesco ejército francés durante la invasión de Francia en 1940.

Para Biddle, autor de Military Power: Explaining Victory and Defeat in Modern Battle, una de las ventajas de este empoderamiento es un incremento en el ritmo, calidad, y efectividad de las decisiones tácticas y operacionales (Egnell ha señalado que el mismo principio aplica en situaciones de contrainsurgencia y pacificación). Pero este sistema moderno solo es posible cuando las fuerzas militares han entendido que están supeditadas a las decisiones del gobierno civil. Es decir: cuando existe suficiente confianza en la relación civil-militar.

Según Egnell, la confianza entre el gobierno civil y las fuerzas militares es elemental para generar un estilo de comando y control que dé capacidad a los oficiales de explotar su creatividad para lograr los objetivos establecidos. Es decir, la autoridad de los militares debe radicar en asuntos operacionales, y no en temas administrativos, como la apertura de los expedientes en el caso Roldós. Esto no quiere decir tampoco que la autoridad civil se limita solo a temas administrativos. Al contrario, aunque la autoridad militar sobre temas operacionales deba ser respetada, esto no es un límite para el control civil en esta área según las necesidades del liderazgo nacional lo requieran. Respeto a la profesión militar no es igual a autonomía militar.

Liberar información sobre el caso Roldós consolidaría a nuestras Fuerzas Armadas como una institución moderna, que no es dirimente, ni ideológica, sino meramente técnica. Esto reduciría la desconfianza que episodios como la muerte de Jaime Roldós proyectan sobre la organización. Si las Fuerzas Armadas mantienen su aura de desobediencia subrepticia, sería fácil considerarlas como una organización que no se quiere someter a una cadena de mando civil. Esto haría muy difícil adoptar los estilos de comando y control que Biddle y Egnell proponen como multiplicadores de eficiencia en las operaciones militares. Por ello, nuestro futuro militar pasa por una prueba de confianza. Las Fuerzas Armadas deben entender que toda renuencia –soterrada o abierta– a esta y otras demandas civiles afectará progresivamente su imagen.

Abramos los archivos sobre la muerte de Jaime Roldós. Es por nuestro futuro militar.