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¿ Cómo se debilita un movimiento activista?

Diane Rodríguez y Nicolás Guamanquispe fueron la primera pareja en llegar al Registro Civil del centro de Guayaquil la mañana del 15 de septiembre de 2014. Ese día, siete parejas GLBTI y una heterosexual, en Quito y Guayaquil, agregaron la unión de hecho como estado civil en sus cédulas. Para Diane, activista trans y presidenta de la asociación Silueta X –una organización que defiende los derechos de la comunidad transexual–, era importante estar ahí antes que los demás. Hasta tenía listos los carteles que decían “Diane y Nicolás: primera pareja GLBT en registrar su unión de hecho en Ecuador”. Que los medios de comunicación identifiquen esta unión como la primera es parte de cosechar el esfuerzo sembrado. Rodríguez jugó un papel fundamental para lograr que la unión de hecho sea reconocida en la cédula como estado civil. Pero a la única vocera GLBTI que es recibida por el gobierno, eso le ha costado el cisma entre los colectivos de diversidades sexuales en Ecuador.

La ruptura se produjo a finales de 2013. Los colectivos de gays y lesbianas buscaban que Ecuador incorporara el matrimonio igualitario, al que el presidente de la República, Rafael Correa, se opone abiertamente. El 13 de diciembre de 2013, Diane Rodríguez se presentó como vocera de los GLBTI en una reunión con el mandatario donde jamás se mencionó el matrimonio igualitario. Dos semanas después, Correa arremetía contra la ideología de género en el enlace ciudadano 354. “Ideología de género” es un término que usan los fundamentalistas para atacar la cada vez más aceptada idea de que la identidad de género no se define por el sexo de una persona. Cuando los otros colectivos criticaron a Rodríguez por no incluir al matrimonio igualitario en la agenda de la reunión, la presidenta de Silueta X contestó que “había temas más urgentes”, una respuesta que el propio presidente había dado meses atrás a la misma interrogante. Desde el principio tuvo claro que no era buena idea llevar a nadie de matrimonio igualitario a una reunión con el presidente, porque “el diálogo se habría ido por el piso”.

El cisma no es nuevo. Hace años que Diane decía que incluso entre las minorías sexuales existía una corriente falocéntrica, al que llamaba “gaytriarcado”, donde la lucha estaba centrada en las necesidades de los hombres homosexuales. Talvez esta solo fue su oportunidad para desmarcarse.

Aquella reunión del 13 de diciembre hacía parecer que el gobierno era inclusivo con los GLBTI. En realidad, los estaba dividiendo. Pamela Troya, activista lesbiana en pro del matrimonio igualitario acusó a Rodríguez de “poner una línea de división” entre su grupo y los otros. Fermín Vaca, editorialista de Plan V, sugería que la organización Silueta X estaba siendo utilizada. “El grupo de Diane Rodríguez, que casualmente no está interesado centralmente en la lucha política por el matrimonio igualitario que abanderan otros grupos, es recibido en la audiencia ‘histórica’, mientras que el grupo que lucha por el matrimonio igualitario es cuestionado en redes sociales por algunos empleados del Estado y recibe los portazos del Registro Civil”, escribió.

A Rodríguez de pronto le llovieron críticas de los otros colectivos GLBTI. Justo en el momento en que empezaba a conseguir algo más sólido en su lucha. Entonces, empezaron también las denuncias en la Superintendencia de la Información y la Comunicación (Supercom). En febrero de 2014, Diane Rodríguez presentó una queja contra Vaca, a cuyo artículo llamó “transfóbico” y “lesbofóbico”; en abril, a los programas de David Reinoso (Vivos y La pareja feliz, que se transmiten en Teleamazonas) y Mi recinto (TC), a los que consideraba discriminatorios contra las mujeres, los afroecuatorianos y los GLBTI. La primera reacción de estos últimos fue un cándido “dígannos dónde nos equivocamos”. Como dijo la propia Diane: “La gente espera que un mundo antropocéntrico, falocéntrico y teolocéntrico se destruya en dos semanas”. Ella se había convertido en una de esas personas.

Hoy, la unión de hecho aparece en la cédula como estado civil. Pero es un logro a medias. La Constitución de 2008 ya reconocía ese estatus. Lo único que cambió luego de cinco años fue que se derogara una resolución del Registro Civil que impedía incluirlo en el documento de identidad. Es decir, la reunión histórica fue una oportunidad desaprovechada. Pero no tanto para Rodríguez, catapultada por la prensa en un ascenso vertiginoso como tema de conversación cotidiana. Ya en 2012 había dicho que necesitaba más a los medios que el apoyo de las personas para avanzar en su lucha. Un día después de patrocinar una poco concurrida actividad que convocaba a parejas de todos los tipos a besarse frente a la Gobernación del Guayas en pro de los derechos GLBTI, dijo que “mientras los medios estén, podemos lograr algo. Me tiene sin cuidado que no vaya mucha gente”. Se preocupa por ser un tema de prensa. Y le ha resultado. Algo nada despreciable para cualquiera que ambicione una carrera política. Rodríguez inició la suya en 2013, cuando fue candidata a asambleísta por el desaparecido movimiento Ruptura de los 25.

Como si de una versión local del activista estadounidense Harvey Milk se tratara, Diane Rodríguez parece estar en la orilla indicada para perfilarse a otros rumbos. Envuelta en ese halo de ser una defensora de los derechos de las minorías, y de ser la primera GLBTI en lograr muchas cosas (primera con nombre femenino en la cédula, primera candidata transexual a la Asamblea, primera con la unión de hecho registrada), y bajo el ala de un gobierno que ha perdido muy poco en ocho elecciones. Sin embargo, para lograr ese patrocinio, tuvo que darle la espalda a los demás colectivos GLBTI, justo cuando estos necesitaban estar más unidos.

Curiosamente, en marzo de 2014, Diane decía en una entrevista: “Yo quiero que el estado me reconozca como mujer para casarme legalmente. […] No quiero acceder a la unión de hecho. Mi novio es un hombre heterosexual; es como negar los postulados de la identidad de género”. Seis meses después, la unión de hecho –que era lo máximo a lo que estaba dispuesto el gobierno– era un logro para ella. El escritor argentino Bruno Bimbi, promotor del matrimonio igualitario en Argentina, decía que “el problema del activismo LBGT gobierno-dependiente es que cuando hay conflicto entre el Estado y la categoría, defiende siempre al Estado”. Una causa política suele ser necesaria para cambiar las estructuras formales. Si el activismo está ligado al poder –al que todas esas instituciones están atadas– es un activismo debilitado.