¿De qué discursos vive un ministro de Cultura?
El Ministerio de Cultura es, digamos, bien diverso. Si hubo problemas con la abstracción de los discursos y las respuestas de Erika Silva, titular de esa cartera entre 2010 y 2013, las complicaciones fueron distintas desde que su lugar lo asumió, en mayo de 2013, Paco Velasco. Adiestrado en el arte de llenar silencios, el ministro, que –casi año y medio después– presentó su renuncia, era el único vocero oficial de muchos de los programas del Ministerio. Duro como una roca, era toda una proeza sacarle una respuesta concreta. Al final, el periodo de Silva y el periodo de Velasco fueron dos formas distintas de no decir nada.
A Paco Velasco lo conocimos como convocador radial de marchas durante la caída de Lucio Gutiérrez en abril de 2005. Talvez el escenario de los cacerolazos sirve para pensar en los modos de un ex asambleísta que el 30 de Septiembre de 2010 se sacaba la camisa –en un gesto parecido al de la corbata del presidente– para pedir bala. Velasco es un detractor del protocolo.
Fiel a la palabra “digamos”, que está presente en un sinnúmero de grabaciones, Velasco es dueño de un discurso tenue. O víctima de la desinformación. En octubre de 2013, acudió al Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil para la inauguración de la muestra Erotopías, exhibida como parte de la última Feria Internacional del Libro (FIL) de Guayaquil. Curada por el poeta cuencano Cristóbal Zapata, la exposición recogía seis mil años de arte erótico producido en el territorio que hoy comprende el Ecuador. El entonces ministro tomó el micrófono para dar un discurso de dos minutos, en el que habló del piso dañado del museo y de lo sonoros que son los apellidos de los artistas con herencia indígena. Como si pensara que referirse a la muestra era lo menos importante.
“Hola, buenas noches. Esta es la reapertura del MAAC. El museo hoy reabre las puertas. Se filtró agua y se reventó el piso que era de madera. Y esta es la reapertura del MAAC. Con ustedes, repartim… ¡reabrimos el MAAC! Yo quiero comenzar dándole un abrazo absolutamente emocionado al Cristóbal Zapata. Es un trabajo extraordinario el que ha hecho este cuencano. Cómo resuena en este piso inundado el nombre de los indios… del Guayasamín, del Paccha, de los pintores nacionales, cómo está presente aquí la (cultura) Valdivia”.
Palabras como esas, perdidas en la nada, protegidas por la insignificancia de lo efímero, son el síntoma de lo absoluto. Durante su periodo como ministro de Cultura, Velasco era el único vocero oficial de su cartera. Una labor pesada para cualquiera que no está listo para responder todas las preguntas. En algún momento, Velasco supo definir el concepto de Buen Vivir así: "¿Qué es el Buen Vivir? O sea, es la defensa de lo común de que se defienda el parque del barrio, de que nadie pretenda apropiarse del barrio".
Pero Paco Velasco es un ejecutor. La Universidad de las Artes, que su antecesora no había podido poner en marcha, empezó a funcionar durante su periodo. Sin rector, pero fue inaugurada en febrero de este año. Algo similar ocurrió el pasado 8 de agosto, cuando el ministro subió al escenario del MAAC Cine para anunciar la reapertura –otra– del espacio. Aún no funcionaba el aire acondicionado, pero había que responderle a la prensa, que durante meses había publicado esporádicas notas que se preguntaban por el futuro del MAAC. Ahí fue que el ex ministro dijo que “no me gustan los actos, no me gusta la academia, ni la etiqueta ni el protocolo, pero sí les veo bien a los cineastas en la alfombra roja guayaca”.
Golpeado durante años por las transiciones, el MAAC veía la llegada de una especie de redentor que había descubierto la fórmula para lograr que la sala se llenara: ya no solo hacer cine, sino que sea un espacio para conciertos, shows de break dance, espectáculos de clown, danza y obras de teatro. Es decir, cosas que ya se hacían antes en el mismo lugar. Sin una programación definida, ni nombres de funcionarios a cargo, ni líneas de acción, porque ese día, a los periodistas que le preguntaron cómo iba a funcionar ese “nuevo” MAAC, contestó que los –aún sin nombrar– administradores establecerían “un mecanismo en base a la meritocracia”, pero que en general, ahí se podría “encontrar a un payaso, lo mismo que se puede encontrar un concierto”. Porque todas las artes son bienvenidas…
En 2013, la Feria del Libro de Guayaquil –cuya oferta se redujo a cinco stands– necesitó inflarse con presentaciones de danza, conciertos, películas y una muestra plástica para intentar esconder el apuro con el que se había organizado. Este año, se retrasaba el Concurso Nacional de Festivales, lo que redujo el festival de teatro Entepola a tres días y con un solo invitado internacional. Y el mes pasado luego de la incertidumbre por saber si habría o no, se anunció que el Premio Eugenio Espejo no sería entregado el 9 de agosto, fecha en la que se concede desde 1975. Mientras tanto, Paco Velasco se llenaba de ese discurso entusiasta de los vendedores de humo. “Tenemos que rehacer nuestros ojos”, “volvamos a tener patria” o “tenemos una innúmera cantidad de intervenciones”. Ya lo planteaba José María León, a propósito del discurso del ex director de radio La Luna en la apertura de la Bienal de Cuenca de 2014: “¿Qué pasa cuando un hombre se ve obligado a hablar de lo que no sabe?”.
El ministerio de Velasco sirve para identificar el estado de la gestión cultural legitimada en el país: Hacer a medias y hablar de más.