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Cuando los tuiteros nos convertimos en idiotas importantes

Hace un par de semanas, un fotógrafo denunció que la campaña turística ‘All You Need is Ecuador’ había plagiado su foto. Los ataques no demoraron: alguno que otro lo llevó con humor; otros, totalmente dementes, desviaron la conversación hacia temas politicos que no tienen relación: “Mienten y roban, así como nos engañaron con el 30S’’, dijeron con el fin de desprestigiar a la campaña. Luego se aclaró que el fotógrafo había subido su foto al portal Shutterstock de donde fue comprada por la agencia que maneja la campaña. El fotógrafo había ganado apenas treinta y ocho centavos por la compra de su foto. Los ataques siguieron en Facebook, porque bueno, todo se demora en llegar a Facebook. En cambio, Twitter se ha convertido en una plaza pública donde la gente puede apedrear a alguien solo para desestresarse.

Este es solo uno de los ejemplos de la histeria que generan las redes sociales. Hace algunos meses, en medio de las protestas horrorosas en Venezuela, se publicaron fotos de cadáveres y de niños ensangrentados que realmente correspondían a otras fechas y a otros lugares, como si fueran del momento delicado por el que pasa Venezuela. Ese país fue otra víctima del bullying terapéutico que aplicamos al participar en conversaciones en redes. Lo mismo pasó en Ucrania, durante las protestas por la independencia de Crimea donde incluso se utilizó la misma foto falsa que se usó en el caso de Venezuela. Esa arbitrariedad de algunos tuiteros confunde y desinforma, sobre todo en momentos de agitación política y social.

En Ecuador, Luis Chiriboga, presidente de la FEF, debe ser de los personajes favoritos de los tuiteros para descargar odio, sobre todo luego del Mundial 2014. La mala actuación de la selección ecuatoriana, junto a los escándalos de vestuario y de trinca, tan comunes en el equipo desde la época del Bam Bam Hurtado –como dice el comentarista deportivo Pablo Hannibal Vela, conocido como El Rey de la Cantera–, tuvieron su clímax cuando comenzó a dar vueltas por las redes una foto de Chiriboga bailando con una garota. Esa imagen fue presentada como si se tratara del mundial de Brasil, pero en realidad pertenecía a unos Juegos Panamericanos del 2011. Sin embargo, saber eso no significó que las bromas sobre garotas “con sorpresa’’ disminuyeran, sino que se elevaran, porque, bueno, el bullying terapéutico no está del todo mal, ¿no?

 

Aquí no acaba la lista de víctimas de nosotros, los tuiteros sabelotodo. El ejemplo más reciente nos demuestra que adoramos hacer pedazos a las personas, que nos resulta incluso motivador, porque lo hacemos en grupo, sin darle oportunidad a defenderse. El Tin Delgado, asambleísta de Alianza País y máximo goleador de la historia de la selección y de nuestros corazones, tristemente, dejó ver su poca habilidad lectora cuando dio un discurso en la Asamblea, demostró que no es tan bueno leyendo como dando cabezazos y gambeteando arqueros para dejarlos con una miseria existencial durante un partido de fútbol. El crimen del Tin fue dejar que lo grabaran en video y lo subieran a las redes. Como esperaría la comunidad tuitera ecuatoriana, el Tin está recibiendo, hasta ahora, burlas de todo tipo, porque bueno, ¿quién lo manda a ser electo para la Asamblea, no?

 

 

Las redes han demostrado que los humanos somos unos sociópatas peligrosos. Messi y su mano negada al niño, el peinado de Cristiano Ronaldo y la columna fracturada de Neymar, son otros ejemplos de que hasta en nuestras versiones mundialistas podemos llegar a ser idiotas importantes. Esto, porque bueno, no estamos en el Maracaná, sino tuiteando desde nuestra camita. Se dice que “no hay que tomarse a Twitter en serio’’, pero es un mundo aparte, como una penitenciaría virtual en donde al que se le cae el jabón –virtualmente claro– tendrá que pagar virtualmente, ¿o no? Creo que deberíamos dejar de ser tan imbéciles a veces y tomar en cuenta que el bullying en masa solo deja ver el horror de personas que somos, y, sobre todo, que deberemos estar preparados para cuando todo eso nos caiga encima, porque un día va a pasar.