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Comentario sobre Feriado, nueva película ecuatoriana

En Feriado, el mundo se abre al revés. Es confuso distinguir el movimiento de las cosas, cómo se dirigen y hacia dónde. Aunque las imágenes están claras, no hay transparencia posible. Juan Pablo, un adolescente de dieciséis años, visita la hacienda de su tío Jorge y de su familia en las afueras de Quito para pasar el feriado de carnaval. Es el momento menos oportuno porque su tío pasa de ser banquero a  ser prófugo de la ley. En ese tiempo suspendido, Juan Pablo conoce a Juano; de ahí nace una amistad basada en la complicidad, el juego y la misteriosa cercanía de alguien que siempre será distinto. Feriado, la ópera prima del director ecuatoriano Diego Araujo, explora el universo dividido de Juan Pablo. Por un lado la normalidad asfixiante de la convivencia con sus primos y tíos, un mundo de convenciones sociales donde todo puede ser descrito hasta en lo inconcebible, y de otro lado su indómita naturaleza interior, el terreno cálido para la exploración ante cualquier temor, el lugar de la sorpresa y el riesgo. Ahí precisamente está una de las mayores fuerzas de la película: una entrada en las fronteras borrosas del amor, como los puntos distantes de las luces de la ciudad que no son más que la huella de una presencia.

Juan Pablo (Juan Manuel Arregui) ha reconocido a un par en Juano (Andrés Paredes), su aliado en el escape necesario, el compañero para permitirse ser él mismo pese a sus diferencias. Entre ellos hay más de un límite, más de una separación venida de otros mundos frágiles, la frontera que irrumpe con fuerza –además de la clase– es la corporal: el ojo se posa sobre sus cuerpos expuestos e incorporados en el paisaje. Son parte del todo y están distantes entre sí por cierta imposibilidad que no es fácil de resolver. Juan Pablo, a su manera, atesora preciosos e inocentes detalles y, a su vez, Juano guarda y muestra con cautela rasgos de su vida. Cada peculiaridad los haría vulnerables si sus miradas sobre el otro esperaran cumplir con alguna norma, por eso el metal no es un exceso en Juano ni la poesía sobra en Juan Pablo.

Es innegable que la presencia de cierta dualidad (dos personajes de distintas clases, dos espacios como el campo y la ciudad, el contraste entre el ladrón de baja monta y el de cuello blanco) ubica al público frente a un gran espejo o una gran ventana. Las apelaciones –por no decir sacudones– a la vida del más acá, surgen con cada avance de la historia: ¿quién no ha vivido la violencia? O al menos ¿quién no la puede reconocer?, ¿quiénes se preguntan en silencio por su libertad o por la venganza? ¿Es la amistad siempre amistad? ¿Es posible, acaso, una amistad amorosa?

Sin descuidar la construcción técnica, la fotografía se destaca por una organización visual acompañada por tonos cromáticos que refuerzan el estado de ánimo de los diferentes momentos de la historia. El espectador puede indagar en la piel de algún personaje, en los sonidos agresivos de la naturaleza o la irrupción de la sangre que evidencia malestar. La música prepara la sensibilidad del público ante los imprevistos cambios de la historia, sin importar el lugar o el suceso, es oportuna y ambienta de tal modo que nos introduce a los mundos posibles del filme.

La historia se llena de frescura: los planos, la música y los sonidos envolventes, el humor propio de la complicidad de la amistad, los paisajes, cada inflexión en las acciones de Juano y Juan Pablo, su lenguaje fluido, hasta el mismo anclaje del tema político. Muchas personas se preguntan el porqué de su nombre, ¿habla del feriado bancario de 1999? En parte sí y en otra no. Es conocido que la quiebra de algunos bancos devastó a una parte de la población ecuatoriana y terminó siendo otro hito de la corrupción en el país. Sin embargo, una película de ficción es mejor degustarla desde sus propios referentes. En el caso de Feriado es importante el apunte a la crisis económica porque es el momento cuando sucede todo y así se revela la maquinaria del poder –sea de donde venga–: la prepotencia, la ceguera moral, su neurótica negación de la realidad, la violencia destructora que no diferencia absolutamente nada. ¿Y por qué no? También da cuenta de un medio tiempo donde lo ordinario se tiene que renovar con los mismos malabares de cualquier otro día, un feriado al fin y al cabo. Tantas maneras de vivir el tiempo colgándose de él, jugando en sus escondites para continuar con la vida.

El relato potente de Feriado sobrepasa los lugares comunes del amor en la adolescencia. Es una historia sobre la amistad, el riesgo por la libertad y sus efectos, después de todo no tan devastadores como la violencia del poder o el agotamiento de la monotonía.