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¿Está la libertad de expresión sexual por encima de la protección de las mujeres?

La sanción que la Superintendencia de Comunicación impuso a diario Extra por la publicación en su portada de la fotografía de la modelo Claudia Hurtado, acompañada del titular “Empieza bien parado la semana con tu lunes sexy picante, ¡Tremenda potra, carajo!”, ha generado un debate interesante en Ecuador. Ciertas personas han abordado el tema desde un punto de vista legal, lo que, a pesar de las limitaciones propias de lo jurídico, me parece acertado debido a que es una situación que pone a prueba la utilidad de la nueva Ley de Comunicación. Sin embargo, lo que más llama mi atención es el debate que se ha generado alrededor de la construcción cultural de lo simbólico y la ambigüedad moral que encuentra asidero en nuestra sociedad cuando queremos justificar la degradación del cuerpo femenino con fines lucrativos porque, se dice, eso también es parte de la libertad de expresión.

Diario Extra es el periódico de mayor venta en Ecuador. No dudo que la sección “Lunes Sexy” sea, en buena parte, responsable del éxito de su venta. La “Chica del Lunes” es parte del imaginario cultural ecuatoriano desde hace décadas, nos guste o no. Los elementos simbólicos que constituyen lo que consideramos nuestra cultura están representados por aquello que nos gusta, pero también –y quizás principalmente– por aquello que repudiamos de nosotros mismos. No obstante, creo que la sanción impuesta a diario Extra fue necesaria y es plenamente justificable si estamos a favor de la reducción y eventual eliminación de la violencia sexual y de la degradación de la mujer en los medios de comunicación.

Podemos trazar una línea imaginaria que delimite el espectro de comprensión de lo que estoy planteando. Quienes piensan que la degradación de una mujer se da única y exclusivamente cuando ésta se siente personalmente afectada, están de un lado de la línea; yo estoy del otro. Creo que nuestras nociones de femenino y masculino se van formando desde que nacemos a partir de las influencias que tenemos en nuestro entorno. La sexualidad es una parte de nuestro ser que se desarrolla principalmente en lo que Sigmund Freud llama el inconsciente; y, de forma colectiva, en lo que Carl Jung define como el inconciente colectivo.

Es dentro de este plano que se desarrollan las diferentes nociones de desnudez y su consecuente aceptación o repulsión. Dependiendo del contexto, un cuerpo desnudo puede ser concebido como algo sublime y entrar dentro de la categoría de arte o como algo grotesco y caer en la categoría de pornografía. En Ecuador, el inconsciente colectivo está plagado de información proveniente de la moral religiosa cristiana y católica, una moral que nos ha hecho mucho daño pero que explica por qué tendemos a interpretar el desnudo desde la culpa y la vergüenza con tanta facilidad. Diario Extra identificó con mucha habilidad esta necesidad reprimida que tenemos los ecuatorianos de dar rienda suelta a nuestra imaginación al ver mujeres semidesnudas con miradas lascivas y ocupó ese nicho de mercado con la destreza del mejor de los mercaderes del sexo.

Entonces, ¿dónde está el lío? Si la moral religiosa reprimió nuestro deseo sexual y diario Extra nos abre una ventana hacia su disfrute, ¿por qué habríamos de censurarlo? Por una sencilla razón que tiene que ver con el respeto y la protección de las mujeres más que con la libertad de expresión sexual. Si crecemos constatando que el valor de las mujeres está principalmente en su capacidad de provocar una erección masculina, mostrando lo voluptuosas que son sus nalgas o lo sugestivos que son sus senos, nos va a costar valorar a una mujer por su inteligencia o su honestidad cuando tengamos la oportunidad. Si añadimos a esto el hecho de que esta noción degradante del valor femenino está alimentando las mentes de un amplio porcentaje de hombres sexualmente reprimidos que forman parte de una sociedad en la que 1 de cada 4 mujeres sufre violencia física y sexual en su casa, creo que no es necesario esforzarse demasiado para darse cuenta de que se convierte en una responsabilidad del Estado.

Comparto con muchos la esperanza de que la sociedad ecuatoriana deje de ser “curuchupa” de una vez por todas, y asuma la sexualidad como una hermosa parte del desarrollo y el disfrute de todas las personas. Ver cuerpos desnudos sin que exista de por medio la connotación de degradación y violencia, debería ser una costumbre sana y libre de culpas o prejuicios. Pero, dejémonos de huevadas, nadie compra el diario Extra los lunes para apreciar la belleza del cuerpo femenino; lo hacen para tratar inútilmente de llenar ese vacío generado por toda una vida de represión sexual mientras se masturban pensando: “¡tremenda potra carajo!”