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¿Por qué no estamos en la Alianza del Pacífico?

Crecer significa expandirse, abrir las puertas, mejorar la calidad de lo que se produce, satisfacer más clientes, etc., ante esto, el Gobierno del Ecuador responde con el cliché del “interés egoísta en el que prevalece el capital por encima del ser humano.” El presidente Rafael Correa, con su política económica proteccionista que  aleja cada vez más al Ecuador del comercio global, declara  que la Alianza del Pacifico “forma parte de una estrategia para impedir la unión regional”, pues deja atrás al ALBA, Mercosur y Unasur, los espacios de integración económica del Socialismo del siglo XXI.

La Alianza del Pacífico nació en abril de 2011 con el objetivo de conformar un área de integración profunda que impulse un mayor crecimiento, desarrollo y competitividad de las economías de Perú, Colombia, México y Chile, a través de la liberalización de los mercados, la libre circulación de bienes y la disminución de barreras arancelarias. En otras palabras, el Edén del crecimiento para economías emergentes secundarias.  Según datos de BBVA Research, centro de estudios y análisis macroeconómico del Banco Bilbao Vizcaya Argentario, la Alianza del Pacifico crecerá el doble que Mercosur en los próximos años. El estudio pronostica un crecimiento entre el 3,18% en 2014 y el 3,7% en 2015, mientras que para Mercosur, apenas un 1,5% y 1,8%. BBVA Research también resalta que la retirada del estimulo monetario de la FED, es decir la desaceleración del crédito proveniente de la Reserva Federal de los Estados Unidos,  ya está  incorporada en el tipo de cambio de los países de la Alianza, cuyos niveles de reserva monetaria continúan aumentando gracias a la reducción del endeudamiento público y el aumento de  la Inversión Extranjera Directa. Exactamente todo lo que Ecuador no hace.

El presidente Correa huye de la Alianza del Pacifico por simples caprichos ideológicos. Durante una conferencia magistral en la universidad parisiense de la Soborna, en Francia, Correa se refirió a ella como “una herramienta más del sistema consumista, capitalista y neoliberal que domina el mundo”. Ha cuestionado, además, la reducción de barreras arancelarias y eliminación de políticas nacionalistas como la sustitución de importaciones, escenario que él describe como oportunidad para que las grandes potencias acaben con las pequeñas economías, negándose una vez más a la idea del crecimiento que representa la apertura de los mercados.

A la hora de la hora, las ideologías o visiones políticas deben quedar de lado cuando de crecimiento económico se trata. Estamos tan aferrados al Socialismo del Siglo XXI que nos mantenemos en el ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América) tratado de comercio que busca la reducción de las asimetrías económicas de los países miembros mediante acuerdos de compensación, a pesar de los escasos logros –por no decir pérdidas– que ha generado en materia de mercado petrolero con Venezuela.

La última cumbre de la Alianza resolvió la liberalización del comercio interno del bloque con la suscripción de un protocolo adicional. En él, se acuerda eliminar el noventa y dos por ciento de los aranceles entre sus miembros, algo que ha despertado el interés de la comunidad internacional y ya empiezan a escucharse rumores sobre países en Europa y Asia que desean vincularse a ella.

El Ecuador –o mejor dicho, el Gobierno de Ecuador– se mantiene al margen y prefiere optar por la, hace rato ya,  estancada ALBA. Es imposible pretender lograr crecimiento económico aislándose del comercio global, y el ALBA técnicamente es una isla sin sentido. Los países que la integran siguen engañándose a sí mismos minimizando la importancia de los acuerdos económicos globales solo por estar en contra del “sistema capitalista”. Ninguno de los miembros del ALBA es potencia mundial y están cada día mas lejos de serlo, países como Nicaragua, con Gobierno Bolivariano, tienen desesperadas negociaciones con el FMI, el Banco Mundial y hasta con los “países imperialistas” para poder subsanar sus déficits, situación que año a año solo ha aumentado su índice de riesgo país.

El aumento de este indicador dificulta la captación de crédito extranjero, lo que pone en apuros a las economías cerradas que van quedándose sin recursos para poder financiar el presupuesto nacional, el déficit en la balanza comercial o la propia inversión, lo que los lleva a devaluaciones monetarias o a caer en préstamos a elevadas tasas de interés. Es evidente entonces que la economía no es el fuerte de los líderes del ALBA. La única razón para mantenerse en este tratado es su convicción de que la izquierda está de moda, tras los errores administrativos que la derecha cometió durante las últimas décadas en los países latinoamericanos.

Más allá del eterno conflicto ideológico que les ocasiona establecer lazos comerciales con las grandes potencias, la Alianza del Pacifico representa un gigantesco flujo de capitales del que no formaremos parte. Esto significa dejar pasar el tren por simples creencias dogmaticas que al fin y al cabo no nos harán crecer.