Testimonio fotográfico hecho entre el firmamento y la calle de La Habana
Entre la escasez de productos básicos y ropa colgada en edificios destruidos por las décadas de desatención, La Habana es una de las ciudades más agradables que he visitado. Un policía me dijo que compre ron y me siente en el malecón si quería tener amigos –o conseguir una jinetera–. A partir de entonces me sorprendería su cielo y el que hasta el más lumpen de sus calles podría dejar sin trabajo a cualquier guía turístico de Guayaquil, mi ciudad.