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Crónica de una a visita a opositores cubanos

“El presidente de Ecuador es Rafael Correa Delgado ¿qué opinan de su política económica? ¿Y de Lucio Gutiérrez? ¿Jamil Mahuad? ¿Bucaram? Bueno ¿y sobre los Castro?” Solo cuando estuvo satisfecho con nuestras respuestas, La Rata se sentó. Quería saber a qué habíamos ido y nos invitó a hacer las preguntas. El hombre es negro y mide, más o menos, un metro sesenta. Tiene setenta años y socialdemócrata. Nos hizo pasar, puso candado en la puerta principal –nos encerró, como para que no pudiésemos salir o entrar–, hizo sus preguntas y me dejó tomar algunas fotografías de su oficina. 

Llegué a Cuba para un taller de fotoperiodismo en un instituto de La Habana. Cuando Fabricio –viejo amigo de ideas libertarias– me contó que también asistiría, decidimos hacer más útil nuestro paso por la última dictadura socialista en América Latina. Juntamos datos publicados en blogs de disidentes cubanos y fuimos con la idea de conocerlos, compartir información y ver si necesitaban algún tipo de ayuda. Llegamos a La Madriguera' el lugar donde nos recibe La Rata, por una dirección que bajamos de internet, en un país que no conocíamos y sin idea de qué encontraríamos. Avanzamos con cierto miedo, un mapa turístico y preguntando solo lo necesario. No sabíamos si era buena idea mencionar a quién buscábamos. En las calles de Cuba se siente un tardofranquismo, un régimen militar autoritario pero debilitado. Para nadie es una novedad que la economía cubana es un desastre. La mayoría de la población vive en estado de vigilante-vigilado y cada vez que preguntaba por qué no se podía hacer alguna actividad, la respuesta era la misma: “¡Chico, porque esto es Cuba!”.

La Rata –un apodo de su juventud como marino mercante– había sido citado por la Policía Política unos meses antes de nuestra visita.  Los cargos que le hacían eran poco claros :”uno no sabe en qué momento te vienen a tocar la puerta por cualquier cosa”. Para él, sin embargo, la intimidación más fuerte no viene de agentes del Estado sino de ciudadanos convencidos que hay que estar “vigilantes y combativos” por la Revolución. En cada barrio hay Comités de Defensa de la Revolución y aunque los opositores mayores son respetados, existen mítines de repudio en contra de los que los adeptos de la Revolución Cubana consideran “vendepatrias”. Cualquiera que opine contra alguna política de los Castro es gusano, contrarrevolucionario y pro-yankee. Mientras conversábamos, la Rata dijo que tenía “huellas de la represión castrista”. Pensé que era metáfora. Luego contó de sus ocho años en prisión y de la golpiza a manos de miembros del Partido –del único que hay en Cuba, el comunista–. Cuando nos lo contaba, recordé que hace tres años salió de la cárcel el último integrante del Grupo de los 75, activistas y periodistas independientes que se oponían al régimen. Recordé también la agresión contra Reynaldo Escobar, luego de que denunciara el ataque que había sufrido su esposa, la bloguera Yoani Sánchez.

El único vínculo entre los opositores que conocí es que dedican su tiempo al periodismo independiente. Se conectan a internet desde diferentes embajadas y, en mayor o menor medida, cobran por sus textos lo suficiente para sobrevivir. El resto es diferente: edad, sexo, situación económica e incluso ideología política. Todos se enteraron que eran opositores cuando el régimen los identificó como tales. Llegamos a la dirección exacta que buscábamos en Centro Habana, pero no teníamos cómo avisar que estábamos ahí. La puerta del condominio tenía un pedazo de madera donde algún día hubo un vidrio, y solo se podía abrir con llave. No había timbres por ningún lado. Esperamos a que un inquilino entre y nos pusimos a adivinar entre los departamentos sin numeración. Desde la esquina los vi, se nota que no son cubanos, acá nada pasa desapercibido. Subieron atrás mío y ahora están aquí, tocando mi timbre”, nos dijo un hombre cuarentón, blanco, en buen estado físico y sin bandera política definida. Era el esposo de una de las blogueras más influyentes de La Habana. El hombre nos contó que un documentalista español que filmó la isla, la entrevistó a ella en uno de sus viajes. Al regresar, en Migración le dijeron que tenía prohibida la entrada al país porque había evidencia de que se reunió con personas contrarias a los intereses nacionales. En las fotos que le mostraron aparecía ella, también en sus cuarentas, blanca, con lentes y pelo largo muy negro.

En El Vedado buscamos a otro gusano. Lejos del suburbio de La Habana donde quedaba la estrecha Madriguera y acorralado por el art decó, en este barrio parece vivir una clase mucho más acomodada. Nos brindaron un café delicioso y agradecieron los utensilios de limpieza personal que habíamos llevado de más. “Es tan raro dar como regalo jabones ¿verdad?”, nos dijo una mujer negra de un poco más de un metro sesenta.  Era la esposa de un hombre con muchísima más energía y onda de la que uno podría imaginar a su edad. Ambos tenían firmes convicciones a favor de la economía de mercado. La pareja vive el día a día en tranquilidad pero hay momentos tensos. Nos contaron de la intimidación en el trabajo, de la biblioteca comunal quemada, de los libros que la policía obligó a tirar a la basura, de los arrestos, de la reunión a la cual no dejaron que asista. Entres los cubanos que no pertenecen a la la tríada política – burocracia y ejército, hay mucho incrédulo de esta revolución quincuagenaria y la mayoría de los opositores es querida en sus localidades. Hay mucha gente que respeta y se siente representada por quienes se atreven a cuestionar. Son críticos de frente que escriben con nombre y apellido aunque yo prefiero guardarme esa información, después de todo, ellos no tienen la ventaja de vivir siquiera en una imperfecta democracia como la nuestra. Si llegamos hasta sus casas fue porque han dado a conocer sus datos buscando volverse mediáticos como estrategia de protección. No somos los primeros extranjeros que los pasan visitando y espero que no seamos los últimos. Cubanet.org y PrimaveraDigital.org son dos portales que se repetían en las diferentes conversaciones, en ellas pueden leer la versión no oficialista de Cuba.

Fabricio y yo regresamos con una revista cristiana enrollada bajo el brazo y una copia de un texto de Orlando Freire –escritor liberal, ganador del premio Franz Kafka que organizan las Bibliotecas Independientes de Cuba y activista de derechos humanos– 'El liberalismo en Cuba' en medio de un ensayo contra la segregación racial. Cuando estás allá crees que todos lo que te ven tomando batido de guineo en la esquina son chivatos, agentes estatales encubiertos o miembros del partido que andan cazando traidores. Sin embargo, esos cuadros de Lincoln y Lenon a la entrada de una biblioteca barrial abierta nos confirmaron que estábamos con la gente correcta. Nos dijeron que vayamos tranquilos, sin miedo pero sin olvidar que “esto es Cuba y siempre, siempre, donde hablan dos, en verdad están hablando tres.”