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Reseña a cuatro manos

Con la colaboración de Alfredo Mora Manzano

La música de Philip Morris Glass nunca estuvo libre de controversias y su estilo de composición genera reacciones absolutamente antagónicas: hay quienes llegan a aburrirse profundamente con sus patrones repetitivos y hay quienes experimentan trances subliminales al escucharla. Esto se explica si entendemos que la música de Glass se ubica dentro del género minimalista, que resulta ser uno de los más polémicos del siglo. Para unos, las estrategias de los minimalistas al componer son un tanto forzadas o hasta hippies; para otros, la composición minimalista es símbolo de irreverencia y destreza musical.

Una de las obras más representativas del minimalismo explica las reacciones negativas frente a este género. La Monte Young, compositor fundador de la escuela minimalista, escribe una obra que consiste únicamente de dos notas con la indicación de “mantener por largo tiempo”. Young y otros hacen referencias al efecto sónico de la música, incluyendo notaciones en partituras de cambios que el oído no alcanzaría a escuchar, tales como modificaciones rítmicas durante silencios o descripciones espirituales en instrucciones de volumen. Es decir, se prioriza en las instrucciones de interpretación la ‘idea’ de cómo tocar una obra por sobre la ejecución misma.

Por otro lado, Philip Glass y sus colegas minimalistas rechazan la normalización de los recursos tradicionales de la música occidental -frases que se resuelven, segmentos que se exponen, desarrollan y concluyen, arreglos en los que la melodía domina a la armonía- que se hacen necesarios para el oído occidental y que cuando faltan, puede molestar. Los minimalistas introdujeron en la música occidental, gracias al acceso que genera la posibilidad de grabar, conocimiento musical de otras regiones. Glass, por ejemplo, aprende de Ravi Shankar las posibilidades de los efectos del ritmo y la duración como patrones principales de la composición, e introduce módulos que se repiten y se añaden progresivamente. Entonces, lo simplista para los que rechazan el efecto repetitivo de la música de Glass es absolutamente vanguardista para otros. 

El problema está cuando el efecto repetitivo buscado por Glass es interrumpido durante la interpretación. El anterior lunes 24 de noviembre en el Teatro Sucre de Quito, Glass demostró que en ciertos momentos se encuentra al límite de su pericia para interpretar sus propias obras: tropiezos en el ritmo constante, notas falsas o no ejecutadas y hasta cierta debilidad en sus manos despertaron del ‘vuelo’ a varios en el público. Sin embargo, esto fue casi imperceptible, ya que la mayoría de la audiencia se extasió con el repertorio interpretado por Glass y su carismático acompañante, el prodigioso violinista Tim Fain.

El programa interpretado por ambos músicos en el Teatro Sucre fue un recorrido interesante y completo por la carrera del compositor, piezas para teatro y cine se mezclaron con música de cámara compuesta especialmente para que sea interpretada por el violinista. Un punto álgido y emocional fue el del acompañamiento al poema de Alan Ginsberg ‘Wichita Vortex’  mediante una grabación de la voz del desaparecido escritor, amigo personal de Glass.     

La aprobación del público, sin embargo, mantiene sin cuidado a Glass. “Hay mucha música en el mundo y no tienes que escuchar la mía, está Mozart, los Beatles. Escuchen algo más, no tienen que escuchar esto”, dice el compositor en una entrevista en el documental de Scott Hicks, ‘Glass, a portrait of Philip in twelve parts’ (2007). En esta película, Glass afirma, “mi interés en la música ha sido de cierta manera más personal y obsesiva, mi motivación es personal, no es mi deber darle alegría a la humanidad o paz mental, eso nunca se me ha ocurrido, solo trato de escribir una pieza musical y tocarla”.

Mucha de la generosa audiencia de aquella noche admira a Philip Glass por su trayectoria como compositor de música para cine. Tres de sus bandas sonoras han sido nominadas a los premios de la academia: Kundun de Martin Scorsese (1997), The Hours de Stephen Daldry (2002), y Notes on a Scandal de Richard Eyre (2006). Pero probablemente lo más impresionante de su trabajo para cine pueda encontrarse en sus composiciones para el género documental, dos colaboraciones con reconocidos directores pueden destacarse.

En primer lugar la ‘Trilogía Qatsi’ que empezó con  Koyaanisqatsi (1982) y fue culminada dos décadas después con Powaqqatsi (1988) and Naqoyqatsi (2002). Godfrey Reggio, el director de estos impresionantes ensayos visuales que basan su poderío principalmente en la interacción entre imagen y música, dijo alguna vez sobre Glass, “ha creado un lenguaje musical que es como una puerta acústica hacia lo desconocido, como un sonido que nunca deja de ascender y nunca llega al cielo”.

La segunda es su cercana relación con el director Errol Morris para quien compuso la música incidental de The Thin Blue Line (1988), A Brief History of Time (1991), y The Fog of War (2003). Glass habla de su trabajo con Morris como uno de los más complicados ya que al ser el documentalista un ex-prodigio del cello (que en su juventud también estudió bajo la tutela de Nadia Boulanger, la profesora de Glass en París), lee las partituras y las interpreta él mismo intercambiando larguísimos correos electrónicos de modificaciones y sugerencias. Morris, de Glass, dice que es “el mejor para retratar el horror existencial”.

Es un privilegio para fanáticos del cine que en esta ocasión haya acompañado a Glass el violinista Tim Fain, quien toca el violín principal en las bandas sonoras de Black Swan (2010) y de la nueva película del reconocido director británico Steve McQueen, 12 Years as a Slave (2013).

Además del cine, la música minimalista de Glass ha llegado a filtrarse en composiciones de rock, disco, y hasta hip hop. La música disco, por ejemplo, toma patrones similares a los módulos creados por Glass, haciendo que canciones de tres minutos se repitan en mutaciones a piezas disco de diecisiete minutos. David Bowie, inspirado por un concierto de Philip Glass en 1971, decide abandonar la estructura A-B-A de la canción pop para pasar a algo más minimalista. Brian Eno, quien estuvo junto a Bowie en el concierto de Glass, es citado por Alex Ross, en el libro The Rest is Noise, al describir el ethos del género minimalista, “La repetición es la forma del cambio”. The Velvet Underground, en varias de sus canciones, incluye el mismo intervalo de quintas que Young mantiene por largo tiempo en su obra. Public Enemy, Missy Eliot y Timbaland se nutren de referencias vocales asociadas asimismo con el minimalismo.   

Así, debido a su natural exposición a géneros que transgreden y reinventan el pasado, el oído progresista y joven tiene más posibilidades de disfrutar las nuevas propuestas rítmicas y estructurales de Glass. De todas formas, el individuo que escucha tiene y debe tener toda la libertad para escoger qué le gusta y qué no, siempre y cuando la interpretación transmita la intención y la mente permita dejarse sorprender.