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Un reportaje desde Sudáfrica

Zapateadas, aplausos y cantos. Desde la muerte de Nelson Mandela, el jueves, Sudáfrica está sumergida en una fiesta. Murió un grande y aunque la gente llora y lamenta su partida, la tradición dicta que hay que bailar y cantar. Los sudafricanos bailamos cuando estamos felices y tristes. No hay instrumentos, solo las voces y los sonidos que se emiten con el cuerpo.

Las letras de las canciones son sobre él, sobre cómo mientras estaba en la cárcel, nos inspiró a pelear, nos enseñó a cómo debíamos liberarnos del régimen del apartheid. Otras canciones que se escuchan en las calles son los llamados de libertad desde la cárcel mientras Mandela estaba ahí, algunas recordando que él es único y que jamás habrá alguien como él. La música está acompañada por ideas como que es nuestro presidente por siempre, que es el soldado de nuestras fuerzas armadas que es un héroe porque logró instalar miedo en los opresores de raza blanca.

Desde que murió Mandela, el país se ha convertido en el sitio de reuniones improvisadas para cantar y corear en honor al ícono de la lucha para la igualdad, quien pasó 27 años en la cárcel para defender sus creencias políticas.

El jueves, momentos después de que el presidente Jacob Zuma anunció oficialmente su muerte, docenas de seguidores se reunieron afuera de su casa en Houghton. Llevaron velas, tarjetas y carteles.

“Descansa en paz. Siempre te amaremos, Madiba” se leía en uno de los carteles colocado por una pareja de viejitos afuera de la casa de Mandela, que se convirtió en un santuario para el venerado estadista y ganador del Premio Nobel de la Paz.

“Vamos a apreciar por siempre sus ideas de una Sudáfrica libre, sin racismo, sin sexismo” decía otro cartel.

El domingo, miles de ciudadanos realizaron ritos religiosos durante el Día Nacional de la Oración y Reflexión en iglesias, sinagogas y mezquitas para continuar con el duelo por la pérdida del legendario luchador por la libertad, recordado por su histórica misión de reconstruir Sudáfrica basándose en la reconciliación y la unidad en vez de la ira y violencia.  

En Soweto, el Congreso Nacional Africano llevó a cabo un mitín cerca de su antigua casa en el Orlando donde miles también se reunieron a celebrar la extraordinaria vida del ex presidente.

El nieto de Mandela, Mandla, agradeció a la nación y al gobierno sudafricano por la manera cómo habían honrado y apoyado a su familia. “Quiero expresar mi gratitud al presidente y su gobierno por el apoyo que nos han dado durante este difícil periodo. Ellos siguen siendo nuestro pilar y han traído dignidad a la enorme tarea de organizar el proceso del funeral de Madiba”.

El nieto dijo que los siguientes días “son desafiantes para todos nosotros incluyendo el gobierno”. Y manifestó su alegría de recibir al apoyo y oraciones públicas mientras se acerca el día del entierro el 15 de diciembre.

Como parte del luto nacional que dura siete días, un funeral masivo está programado en el Estadio FNB en Soweto, Johannesburg. Se prevé que asistan líderes mundiales, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Barack Obama y su esposa, Michelle, quienes rán acompañados por el expresidente George Bush y su esposa Laura.

Entre los jefes de Estado que han confirmado su asistencia, hasta ahora, incluyen al presidente de Zimbawe, Robert Mugabe, a King Mswati III de Swaziland y el presidente de Botswana, Ian Khama.

El cuerpo de Mandela estará en el Edificio de la Unión, en la capital Pretorio, desde el miércoles hasta el viernes. Todos los días será transportado desde la morgue del Hospital Militar hasta el Edificio. La idea es que el ataúd pueda recorrer las calles que separan estos dos lugares donde miles de personas podrán estar cerca de él por última vez. El sábado, los restos de Mandela llegarán Qunu, el pequeño pueblo donde creció. Ahí será enterrado junto a sus hijos Makgatho, Thembekile y Makaziwe.

Laloo ‘Issu’ Chiba, el compañero de prisión de Mandela en la Isla Robben y actual miembro de Congreso Nacional Africano, dijo que estará eternamente agradecido por los momentos que pasó junto a él en la cárcel. Chiba dijo que cuando tenía 30 años e ingresó a la prisión era una persona iracunda y sufrió mucho por el régimen del apartheid que cometía tantas injusticias como la tortura y el asesinato. “Tuve algunas ideas extrañas sobre qué iba a hacer con aquellas injusticias que había vivido, si es que alguna vez salía de prisión”. 

Pero Mandela le enseñó la necesidad de perdonar sin olvidar lo que habían hecho a nuestro pueblo. “Hizo hincapié en que si alguna vez la libertad y la democracia se realizaran no había que fijarse en lo largo y difícil del proceso, lo importante era reconstruir y reformar el país. Él decía que la realización de esta misión sólo sería posible sobre la base del perdón y la reconciliación, y no en la amargura y la venganza”. Emocionado, Chiba dijo que esa fue “la piedra angular de su filosofía”, la necesidad de unificar a una nación dividida que conduce a una paz duradera en una sociedad diversa y multicultural, no racista y no sexista, sobre la base de la reconciliación.

La gente no está preocupada. Sabe que a pesar de que sigue existiendo la corrupción y la inequidad, Mandela dejó un legado poderoso que el país sabrá mantener por muchos años más.