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O una revolución perdida en el espacio

"No han pasado 24 horas desde la creación del 
“Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo” y ya me siento feliz".
– Luis Chataing, humorista venezolano.

No es muy fácil ser una “veneca” en el exterior por estos días. Ya no se trata de vivir extrañando una buena arepa con queso guayanés, un café “guayoyo” en la panadería de la esquina, o el simple y maravilloso abrazo de la abuela. No. Se trata de vivir en un intento constante por explicarle al mundo –y explicarnos a nosotros mismos- como el tercer país exportador de petróleo de la OPEP y otrora país receptor de miles de exiliados de las dictaduras del Cono Sur y de las guerras civiles y las crisis europeas que nos veían como democracia sólida y tierra llena de oportunidades, ahora deba sostener a un Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo mientras la gente pasa horas interminables haciendo filas frente a un supermercado para adquirir papel higiénico y pollo (entre muchos otros productos). Algunos de los venezolanos que vivimos fuera de Venezuela nos hemos convertido en una especie de embajadores del buen humor, no porque tengamos habilidades humorísticas, sino porque ante una realidad tan caótica como inverosímil recurrimos al humor –y a la negación- como un arma de salvación que nos ayuda a no caer en esa trampa tan peligrosa y nociva como lo es la depresión de la diáspora. Nuestros amigos en distintos países nos preguntan con curiosidad sarcástica qué opinamos sobre “el pajarito que le habló al presidente” o sobre “la aparición” del rostro de Hugo Chávez en una pared intervenida por tareas de reconstrucción del metro de Caracas. Algunos amigos  médicos, tal vez inquietos por el impacto que ciertas afirmaciones presidenciales puedan tener sobre su distinguida profesión, nos increpan sobre si los venezolanos hemos comenzado a creer que “el cáncer pueda ser inoculado” [1]m . Y nosotros, totalmente atormentados por un forzado y recién adquirido compromiso con el realismo mágico, no tenemos otra opción sino bromear, burlarnos y asegurar que todos esos desatinos verbales no son más que una cortina de humo para cubrir las consecuencias de muchos errores políticos en el entendido de que “pronto” comenzaremos a dar pasos hacia cambios institucionales que permitan recuperarnos como país. Es justo al terminar la última frase cuando comienza, ineludiblemente, la depresión patriótica que el humor trató inútilmente de evitar. Los cambios –si llegan- serán a todas luces dolorosos y muy probablemente profundizarían, al menos al comienzo, las divisiones socio-políticas que  han separado a la sociedad en dos polos con visiones irreconciliables de lo que debe ser el rumbo nacional. Así las cosas, nos toca comenzar a pensar racionalmente y con menos emotividad ideológica las posibles soluciones que nos ayudarían a superar las dificultades que hoy enfrentamos como colectivo social. 

Crisis versus guerra: o cuando el discurso se vuelve más importante que la necesidades sociales

Venezuela vive una de las peores crisis económicas de su historia. La afirmación no es un invento de “los enemigos de la revolución bolivariana”. Es una realidad que queda claramente demostrada por los indicadores macroeconómicos del país. El control cambiario impuesto desde hace ya una década, con el cual se impide la libre compra y venta de divisas y  que se perpetua a través de mecanismos que garantizan que el Estado sea el único ente que puede legalmente vender moneda extranjera, ha generado una distorsión económica difícil de explicar en pocos párrafos. En aras del resumen, valga tan solo decir que en un país que depende casi absolutamente de las importaciones para abastecer a la población de bienes de consumo, el control cambiario no solo ha creado un “mercado paralelo” en donde la moneda extranjera es adquirible a un precio aproximadamente diez veces superior en al del “mercado oficial” sino que también ha generado males mucho más negativos para la ciudadanía: el desabastecimiento y la escasez. En pocas palabras, el control cambiario afecta negativamente a la economía doméstica y nacional de dos maneras muy claras: de forma directa al restringir la adquisición de dólares que permite importar bienes que la población necesita y consume masivamente (desde alimentos hasta productos médicos) y, de forma indirecta, al limitar la compra de todos los elementos y componentes necesarios para la producción de manufacturas y bienes que el empresariado local requiere para producir. La historia ha demostrado que las economías cerradas y controladas por el Estado generan economías disfuncionales que a la larga solo sobreviven al dar paso a cambios del modelo, no solo a cambios maquillados. 

Venezuela acaba de registrar una inflación acumulada anual de más del 50%. El índice de escasez alcanza ya el 22.4%, mientras la oferta monetaria ha registrado un alza del 70% en lo que puede percibirse como un intento desesperado del gobierno de inyectar liquidez, independientemente de que la misma venga acompañada de productividad. Ante esta situación, inaguantable para la ciudadanía que, al fin y al cabo, es quien más sufre la crisis, el gobierno responde con una retórica ensayada, repetida y agotadora: el país es víctima de una “guerra económica”. Las opiniones de expertos, neutrales y apolíticos, no valen de nada. Insistir en que las políticas económicas del gobierno son una receta directa a la inflación y a la crisis económica generalizada, no tienen oído porque lo que verdaderamente cuenta es repetir el discurso, avanzar la ideología, mantener los “principios” de la revolución como pilares inamovibles de la forma en la que se gobierna aunque la realidad reclame cambios. Para el gobierno, la situación obedece a un “plan orquestado” por enemigos que acaparan, aumentan los precios, y distorsionan la economía. Soy de las que cree que, en un sistema tan disfuncional como el que se ha instaurado en Venezuela, es importante reconocer que si existen especuladores, que si hay muchos empresarios inescrupulosos que compran productos a “dólares oficiales” y luego los venden a precios mucho mayores, que si hay muchos ciudadanos que acaparan productos (esto tal vez incluya a las amas de casa que hacen compras nerviosas y tengan mucho más papel higiénico en su casa del que necesitan porque temen que en la próxima visita al supermercado ya no encuentren el producto en los estantes), y que si existe un negocio corrupto de venta y compra de divisas que no responden a las necesidades de consumo y producción del país. Pero estos problemas son, en su mayoría, productos propios de la crisis y no sus causas. De hecho, adjudicar todos los dramas del país a una “guerra económica” es obviar los fracasos del modelo imperante e impedir así el debate urgente y necesario sobre las posibles soluciones a la crisis. Venezuela continua siendo un país con grandes reservas internacionales de petróleo, un bien que mantiene altos precios en el mercado internacional. El gobierno bien podría adoptar algunas medidas fundamentales para mejorar la crisis pero el compromiso con sus principios ideológicos y la definición de la conducta política en el marco excluyente de la polarización parece inhabilitar a los principales decisores de adelantar cualquier medida que pudiese ser considerada distinta a su cada vez más agotado discurso revolucionario. 
 

Más allá de la crisis económica: los records que nadie quiere ostentar o la revolución en aprietos
 

Ojala los indicadores macroeconómicos fueran sólo eso: números, cifras abstractas, “fallas del modelo”. Pero no, la realidad – para “el ciudadano de a pie”- tiende a ser mucho más avasalladora que los reportes trimestrales de los Bancos Centrales. Venezuela es hoy un país con una problemática social que trasciende la crítica crisis económica ya descrita. El país se ha convertido en un triste coleccionista de records propios de una sociedad anómica: “país con una de las tasas de homicidios más altas del mundo”[2] ; “país con unas de las tasas de inflación más altas del mundo” [3] ;  “país con una de las tasas de secuestros más altas del mundo” [4]; “país con uno de los índices de corrupción más altos del mundo” [5] . Ninguno de estos “records” nos enorgullece. Todo lo contrario, cada “record” da cuenta de una preocupante situación  de crisis endémica. A diferencia de su predecesor, hay un lujo que Nicolás Maduro no puede darse: le resulta políticamente imposible culpar al gobierno anterior de sus males. Si bien no es completamente acertado culpar a Nicolás Maduro de todos los males que afectan al país en estos momentos, las últimas encuestas ya dan cuenta de que asi comienza a sentirlo la población. Durante los primeros 30 días de gobierno de Maduro, tres de cada 10 ciudadanos (31,8%) tenían una percepción negativa sobre la situación del país. Seis meses después, siete de cada 10 ciudadanos (72,6%) la evalúan negativamente [6]. No hay que ser un agudo analista para comprender lo obvio: la crisis económica se encaja en una crisis mucho más neurálgica, la de gobernabilidad. Ya es un lugar común escuchar que “Maduro no es Chávez”, aunque nadie explique con precisión a que se refiere la frase. El carisma social de Chávez era innegable, aun para sus más acérrimos oponentes. El caso del “sucesor” de Chávez parecer ser justo lo opuesto: la mayor certeza que tenemos del corto gobierno de Nicolás Maduro es la rápida perdida del capital político heredado. Y mientras esto pasa, el gobierno sigue hablando de la “guerra” y de las “conspiraciones de la derecha” como elemento primordial de un discurso ideológico que se ha vuelto insuficiente para un país que ya se reconoce en crisis y que obviamente no cree que la felicidad social –y hasta la Navidad- pueda lograrse por decreto presidencial. La revolución ha entrado en una deriva que hace sentir que sus comandantes (ahora claramente son varios) se han perdido en el espacio porque la distancia entre el discurso y las necesidades diarias y genuinas de la población se hacen cada vez más abismales. Venezuela, we have a problem. 

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[1] Es seguro conocido por todos los lectores que el Presidente Hugo Chávez murió en Marzo de este año después de sufrir de cáncer por más de un año y medio.  Los detalles médicos de su enfermedad nunca fueron revelados por el gobierno y mucha de la información que se conoce públicamente fue siempre expuesta por periodistas y médicos privados que aseguraban tener fuentes cercanas al presidente y le informaban a la ciudadanía sobre el “verdadero” estado de salud del presidente durante su convalecencia.  Poco después de la muerte del Presidente Chávez, el entonces vice-Presidente y ahora Presidente, Nicolás Maduro, adelantó la tesis de que el “cáncer del Presidente Chávez fue inoculado” (https://www.abc.es/internacional/20130312/abci-maduro-insiste-cancer-chavez-201303120751.html ). La singular afirmación generó un debate entre quienes defienden la tesis de que el cáncer puede ser inoculado y los que consideran que tal cosa es científicamente imposible. [2] En el 2012 se registraron en el país, 16.038 asesinatos, lo que significa 51 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Algunas ONGs colocaban la cifra entre 19,000 y 20,000 homicidios para el mismo año. Un informe de las Naciones Unidas que utilizó cifras oficiales ubicó a Venezuela como el quinto país más violento del planeta: https://www.infobae.com/2013/03/16/1068157-la-onu-reitera-que-venezuela-es-el-quinto-pais-mas-violento-del-mundo [3] Con datos del 2012, el indexmundi coloca a Venezuela como el país con la tercera tasa de inflación más alta del mundo. Los datos de la inflación acumulada del 2013 colocarían al país en el segundo lugar. [4] El Observatorio Venezolano de Violencia calcula que se realizan entre 6 y 8 secuestros diarios en el territorio nacional, lo que ubica al país entre los 10 primeros lugares donde ocurren secuestros en el mundo: https://www.leanoticias.com/2013/11/04/venezuela-figura-entre-los-diez-paises-con-mas-secuestros-nivel-mundial/ [5] El Corruption Risk Index, índice elaborado por la empresa internacional para análisis de riesgos Maplecroft en Inglaterra ubico a Venezuela como el décimo país mas corrupto del mundo en una muestra de 197 países: https://maplecroft.com/portfolio/new-analysis/2013/09/24/corruption-risk-index-reveals-long-term-lack-will-tackle-corruption-brics/ [6] https://www.datos-bo.com/Mundo/Analisis/Datanalisis-70-de-los-venezolanos-ve-qmuy-malq-al-pais-y-esta-dispuesto-a-votar-el-8D