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De porque el mural del astillero es una de las más importantes obras de arte urbana en Guayaquil y como usar el diseño como un instrumento de comunicación social

 

Quería escribir este artículo como una larga nota el pie al artículo ‘Far away so close’. El artículo generó una muy entretenida discusión en la sección de comentarios y en twitter.  Esto me hizo sentir muy satisfecho ya que el objetivo real del texto no era proponer en sí un proyecto físico –los puentes– sino más bien el resaltar la situación de planeamiento ilógica de una zona en relación con el resto de la ciudad y usar esta evidente falta de coherencia para iniciar una discusión entre mis conciudadanos acerca de quién y cómo se determina el planeamiento urbano de Guayaquil. Ahora, quiero hablar un poco más acerca de cómo el diseño y el arte pueden ayudarnos como habitantes de una ciudad a empezar discusiones importantes acerca de su futuro. Quería escribir este ensayo ahora, porque espero seguir creando proyectos para mi ciudad y creo que es preciso dar un poco de background para que la interpretación de estos proyectos sea lo más productiva posible. Para iniciar la discusión quería plantear lo que para mí es la diferencia entre Arte y Artesanía, homologándolas con la idea del Ágora Griega y el Circo Romano.

 

Ágoras y Circos

 

Mis años más felices como apasionado de la disciplina ‘Arquitectura’ sin duda los pase durante mi maestría.  Fue ahí donde por primera vez fui parte de un ‘Jury’. En las escuelas de arquitectura en Estados Unidos y Europa, uno no mete sus proyectos en un cuarto cerrado el último día del semestre sino que más bien se organiza un jurado compuesto por tus compañeros, tu profesor e invitados relevantes al tema del proyecto. Durante mis jurados en la universidad tuve el gusto de tener a gente que para mí eran grandes referentes a lo largo de mis años como estudiante en Guayaquil. Peter Eisenman, Bernard Tschumi, Joan Ockman, Kenneth Frampton fueron de los más destacados jurados que tuve. Pero sin duda el más interesante fue uno en el cual tenía como profesor a Sir Peter Cook y como jurados a Hernán Díaz Alonso y al difunto Lebbeus Woods. Y fue interesante porque mi proyecto había sido influenciado por diferentes ideas de los tres, de forma que el jurado se desarrolló no limitándose a discutir sobre mi proyecto si no que se transformó en un Ágora de discusión entre el jurado, los espectadores y yo.  Fue ahí cuando entendí que la parte más importante del semestre no habían sido los meses en los que pase desarrollando el proyecto, sino en realidad el día del jurado, ya que durante la elaboración del proyecto solo estaba mi cerebro trabajando, pero durante el jurado tuvimos un auditorio lleno de cerebros interactuando y tratando de mover el discurso de nuestra profesión hacia el futuro.

 

Esta anécdota del ‘Ágora’, donde –como en la antigua Grecia– los ciudadanos se reunían a discutir e intercambiar ideas acerca del futuro de su sociedad, la contrasto agudamente con la labor a la cual me dedique los siguientes seis años de mi vida: diseñar estadios y arenas de conciertos.

 

Del 2007 al 2013 trabaje para la oficina líder a nivel mundial en diseño de estadios.  Arsenal, Wembley, O2 Arena, Estadio Olímpico de Londres 2012, Olympique Lyonnais, Estadio Olimpico Sochi 2014, New York Yankee’s, propuestas para la remodelación del estadio más importante de Madrid. En fin, un sinnúmero de proyectos dedicados al ‘entretenimiento’. Maquinas  gigantescas tan bien estudiadas y pensadas para sumergir a sus asistentes en el más increíble de los espectáculos,  apelando a sus más básicos instintos viscerales: euforia, decepción, adrenalina. Mi trabajo era diseñar experiencias de entretenimiento. Lo disfrute grandemente y me enseñó mucho en cuanto a cómo diseñar edificios complejos desde un punto de vista operativo, comercial, mediático y simbólico.  Pero el estudiar técnicamente como sumergir a 90.000 personas en un estado total de euforia también me recordó al Circus Maximus: El Coliseo Romano. Y cuando piensas en el Circo Romano no es difícil relacionar el ‘entretenimiento’ del mundo de hoy con la frase ‘pan y circo’.  Lo que lamentablemente te hace pensar que lo que deberían ser eventos ( deporte / conciertos ) para ayudar a nuestra condición humana a ascender evolutivamente corren el riesgo de degenerarse en simples ‘distracciones’ que consumen nuestro tiempo y nos alejan de lo que en verdad deberíamos buscar como seres humanos:  asambleas para discutir, conversar, intercambiar ideas, entendernos los unos a los otros. Básicamente, esas Ágoras Griegas que experimentaba en mis años de maestría. 

 

Escribo esta larga introducción solo para presentar mi ambivalencia y como preámbulo a enunciar mi dilema ¿Proyectos para entretener, proyectos sensuales? O, ¿proyectos difíciles, proyectos para promover una discusión ciudadana?  Al discutirlo con mis mentores a través de los años llegue a la conclusión que ser ambivalente NO ES para nada lo mismo que caer en vaguedades.  La ambivalencia es en realidad la más difícil de las posiciones en cuanto a diseño.  Es como un funambulista, el hombre en la cuerda floja, siempre a punto de perder el control. Tratando de imitar obras como Neuromancer, Blade Runner, Ghost in the Shell y The Matrix, decidí hace mucho tiempo intentar desarrollar proyectos de muchas capas: desde las más exteriores banales, sensuales y superficiales hasta las más interiores profundas, enigmáticas, y contestatarias, buscando atrapar al público con sensualidad para luego interesarlo por descubrir niveles más profundos de complejidad.

 

Y es así como intento practicar mi profesión, no cien por ciento en negro –utilitarismo pragmático– ni totalmente en blanco –intelectualismo impráctico– sino más bien siempre buscando el adecuado nivel en la escala de grises.  Pienso que todo proyecto tiene una solución muy próxima a lo óptimo y es mérito de la persona que quiera perfeccionarse en su profesión encontrar esos puntos exactos

 

Habiendo dicho esto quería compartir primero un número de proyectos que tienden más hacia el lado intelectual y de crítica social que hacia el utilitarismo pragmático. Algunos de ellos han estado expuestos en el Store Front for Architecture en NY (2012) , La Trienal Internacional de Beijing en 2011 y en la Bienal de Diseño de Saint Etienne en el 2010.

Autonomous Living Units:

 

Un proyecto que buscaba criticar la obsesión actual en el mundo de la arquitectura por la tecnológica y lo atractivo netamente superficial contrastándose con la crisis de vivienda del 2008 en Estados Unidos. Este proyecto trataba de exagerar el individualismo imperante en la sociedad americana mostrando a un ocupante que vive en un mundo virtual lleno de sensualidad mientras el exterior se desmorona en ruinas –con imágenes se los salvadores Obama y Jesucristo–.

 

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Afghan Massacre: The Convoy of Death:

 

Este proyecto trataba de satirizar los relatos de la llamada masacre de Dasht-i-Leili cometida por soldados americanos en Afganistan, mostrando de una forma fría y técnica como alrededor de 7500 prisioneros  de guerra fueron embutidos –13.88 prisioneros por metro cuadrado– en containers para ser transportados desde Kunduz hasta Sheberghan.  La desesperación, sofocación y sed de los prisioneros era tal que entre ellos se mordían para beber la sangre del otro. Los pocos sobrevivientes fueron ejecutados al llegar a su destino. La intención de este proyecto fue más que nada recalcar la desensibilización de las tropas americanas y preguntarse si la invasión a Afganistán tenían que ver más con el control de la producción de Opio, la localización geopolítica estratégica y los recursos minerales del país que con la lucha contra el terrorismo.

 

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Imagining Recovery

 

A los 100 días de la presidencia de Obama en el 2009 realicé este proyecto para opinar acerca del sinnúmero de promesas que el nuevo presidente de EEUU hizo –y rompió casi en su mayoría–. Con este proyecto quise expresar el presentimiento que tenía de que Obama era más imagen que substancia y que los Estados Unidos eligieron más a su presidente por haber sido marketeado como un producto –Yes we can– que por sus dotes de estadista o su verdadero compromiso con su país –y no con los bancos y empresas que lo apoyaron financieramente–.  Pare expresar la idea de la ceguera de los electores decidí hacer una representación de la ‘Alegoría de la Cueva’ de Platón, pero representada con partes del Centro Pompidou en Paris (Beaubourg) para hacer alusión al texto de Jean Baudrilliard ‘Simulacra and Simulation’, específicamente su capítulo ‘Beaubourg Effect’ –de cómo el museo ‘baja’ al arte al nivel de lo pedestre en lugar de ‘subir’ a lo pedestre al nivel del arte–.  El segundo acto del proyecto habla de la falsa idea de que uno es libre en una jaula de cristal y el acto final trata de proponer al estudio, la discusión y el conocimiento como la única forma de mover una sociedad hacia adelante.

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Mi propósito al mostrar estos proyectos es el de proponer la idea de que la función más importante que una obra de arquitectura / diseño / arte, puede tener es la de llevarnos a reflexionar, llevarnos a discutir y llevarnos a investigar. He aquí para mí la diferencia entre los conceptos de artesanía y arte, aplicando esta diferenciación a todo ámbito creativo: diseño, arquitectura, música, literatura, política de diseño urbano.

 

Arte vs Artesanía

 

Para mí La obra de arte –en cualquier rama de producción creativa– se diferencia de la artesanía en el grado en el que el arte genera en el observador curiosidad y lo ayuda a interpretar situaciones cotidianas desde nuevas perspectivas. El arte es lo que hace salir al hombre de la alegórica cueva de Platón. En cambio, volviendo a la diferencia entre ágora y circo –discutir vs entretener– para mí la artesanía tiene más relación con la destreza para crear algo atractivo que entretiene y aleja de confrontar problemas o situaciones difíciles –la píldora azul de The Matrix– Ejemplos de esta idea aplicados a diferentes ramas del ámbito creativo podrían ser Crimen y Castigo vs. 50 Shades of Grey, Tool vs. Coldplay, Curitiba vs. Miami. 

 

En cierta forma esta idea de ‘entretener’ – cuya definición del Diccionario de la Real Academia Españolaes Distraer a alguien impidiéndole hacer algo)– en lugar de promover discusión es algo muy arraigado en la cultura política y del servicio público del país Ecuador. Desde las macabras reparticiones de juguetes navideños pasando por los Iracundos y el Rock de la Cárcel, hasta los más loables de pan, techo, empleo, piletas, estatuas de monos y murales de los últimos años. 

 

Muchos dicen que por qué se reclama, si se ha hecho mucho. Es bueno hacer,  pero mejor que hacer por hacer es no entretener a la población y discutir y escucharnos entre todos.  Luego elaborar planes estratégicos que todos los ciudadanos conozcan, para que así tengamos una sociedad más inclusiva y no haya individuos que se sientan no representados por el rumbo que su sociedad ha tomado. Esa sería la diferencia entre un Planeamiento Urbano artesanal y un Planeamiento Urbano que sea una obra de arte –ósea la diferencia de una ciudad llena de artificios vs una ciudad que realmente tenga un rumbo–.

 

En este aspecto, no puedo dejar pasar la oportunidad de felicitar al artista Juan Pablo Toral por su mural acerca de los Astilleros de Guayaquil.  Me llena de alegría que él haya tomado la oportunidad de no hacer simplemente un mural que sea mero entretenimiento visual, sino que –como un verdadero artista– decidió traer al frente uno de los problemas más difíciles de superar en Guayaquil: El clasismo y nuestro deseo constante de clasificarnos como seres superiores al resto de nuestros conciudadanos.  Es más, la brillantez de Toral radica, en que nos hace abrir los ojos al hecho de que de la misma forma que los habitantes del Guayaquil antiguo eran esclavos de la supuesta raza superior –conquistadores españoles, que, irónicamente, eran en muchos casos la escoria de su país– nosotros después de siglos aun no vivimos en una sociedad 100%  libre y participativa.

 

Me parece que como un producto artístico y de rebelión política, el mural del señor Toral es hasta mucho más efectivo que otras intervenciones urbanas de crítica social plasmadas en las paredes de la ciudad como La Chanchocracia –la cual considero genial desde un punto de vista intelectual–. Es más, me atrevería a decir que el mural del señor Toral debería ser tema de estudio en la ciudad, ya que homologa de una forma muy inteligente una realidad del pasado lejano que se creía superada con la realidad actual –que por desgracia sigue siendo muy similar–, convirtiéndose en lo que el verdadero arte es:  un instrumento para abrirnos los ojos a realidades que a veces no podemos ver.