¿Por qué a la gente que vive en Harlem no le gusta el Harlem Shake?
Habitado en su mayoría por afroamericanos, Harlem es uno de los barrios más emblemáticos de Nueva York. Conformado por cientos de casas cuyas fachadas son legalmente intocables por conservar la arquitectura holandesa del siglo XVII, alberga también al Apollo Theater, donde Billie Holiday, James Brown, Diana Ross y Stevie Wonder se convirtieron en leyendas gracias a las noches de talento amateur. A esta zona, que termina donde nace la prestigiosa universidad de Columbia, le tomó siglos convertirse en un ícono de la cultura negra.
New Haarlem o Manhattanville, ahora Harlem, surgió como zona residencial para la clase alta neoyorkina a finales del siglo XIX. Ideado como antítesis habitacional de los Tenements –viviendas familiares que cubrían la sobrepoblación de migrantes polacos, donde se acomodaban a decenas de familias en un solo edificio en el Lower East Side– que se convirtieron en focos infecciosos de la tuberculosis. Ya en los años veinte, tras el renacimiento de Harlem con el folklor afroamericano a través de creaciones artísticas ligadas al jazz, soul y la creación de varias editoriales centradas en la lírica, este barrio se erigió como un nuevo espacio cultural con identidad propia e innegable.
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Do the Harlem Shake
El 30 de enero del 2013 apareció en Youtube –madre posmoderna de los fenómenos mediáticos—el “Harlem shake”, video más que comentado y conocido entre internautas, posterior meme y ahora sólo anécdota viral. Un video que en Latinoamérica ya era furor en febrero de este año y que movió a distintos círculos sociales, académicos e incluso militares a subir videos imitando movimientos tan súbitos como ridículos tras el grito de guerra “¡Con los terroristas!” en loop y un “Do the Harlem Shake” seguido de un corte. Un meme en todo el significado de la palabra: una unidad o réplica de información que para Richard Dawkins en El gen egoísta (1989) se basa en la memoria y la mímesis. En los estudios transmisión cultural se acuña el término por las analogías que el propio Dawkins realizó entre las réplicas de contenido genético con la difusión de rasgos culturales y el apoyo de los media para su evolución a través del proceso de la creación de memes.
Harlem Shakes a la carta circulan en la red: desde el ejército noruego, pasando por el del staff del programa Late Night with Jimmy Fallon, el del club Manchester, hasta el de los chicos argentinos que se tomaron el obelisco y el subte de Buenos Aires. Universidades alrededor del mundo se colocaron en el mapa mediático con versiones estrafalarias y masivas. En Ecuador fueron dos –Casa Grande de Guayaquil y la Universidad San Francisco de Quito– las que lanzaron sus propias versiones. Como los medios son inclusivos de tendencias, Teleamazonas no pudo evitar asumir el rol conductivo a nivel local, así que el noticiero “24 horas” tuvo su propio Harlem Shake. Al menos eso intentó. Acá está el video perennizado en la web.
Todo el mundo parecía divertirse con el Harlem Shake. Excepto la gente que vive en Harlem. En realidad, los molestó. Les incomoda la relación entre los videos subidos a la red y el barrio donde han vivido ellos y sus ancestros.
El verdadero Harlem Shake en Harlem
Un simple movimiento de hombros y seriedad en el rostro. Distintivo entre los amantes del hip hop de principios del siglo XXI, el gesto fue incluido en el 2001 en el video del rapero G-Dep (Trevell Gerard Coleman) “Let´s get it” como un ejemplo de cómo se baila en Harlem. En una de las tomas aparece P. Diddy, padrino de la carrera musical de G-Dep junto a un niño, y comienza a realizar el Harlem Shake como otro “Ghetto move” alusivo al álbum “Child of the Guetto” del propio Coleman. El “Harlem Shake” es un fenómeno colectivo que muestra las relaciones sociales de la comunidad que dio a luz no sólo a G-Dep, sino también a A$AP Rocky y a Tupac Shakur, íconos del rap neoyorkino. El rap, como tal, es importante dentro de la cultura Hip-hop porque ésta se construye a partir de cuatro elementos: dos personajes, el rapero o MC (por maestro de ceremonias, capaz de improvisar) y el DJ; y dos expresiones artísticas, el breakdance y el grafiti.
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Recorrer Harlem no basta para comprender a fondo la importancia de este movimiento como incorporación de lo nativo en un espacio público. Este barrio, como todo espacio geográfico, incluye de manera indisociable distintos sistemas en constante interacción y, tal como Milton Santos propone en su teoría de flujos y fijos, estos sistemas se clasifican en objetos-formas (fijos) y sistemas de acciones-funciones (flujos); de esta manera, el espacio es modificado a través de las acciones de los individuos que lo habitan, “relaciones realizadas a partir de las funciones y las formas, que se presentan como testimonios de una historia escrita por los procesos del pasado y del presente” (Santos, 1990:138). Harlem alberga un sistema único de producción de ideas, leyes, normas, bienes y servicios.
Paul Cesar Leonardo tiene 22 años, es estudiante de Ciencias Políticas en Saint Bonaventure University, es nativo de Harlem, mitad latino (su madre es de República Dominicana) mitad afroamericano. Mi amigo y guía en Harlem y en el Bronx ve con absoluto rechazo el fenómeno mediático que utiliza como referencia a su barrio, incluso con visceralidad lleva la situación a la categoría de sacrilegio cultural: “Harlem es la cuna de muchos bailes y a través de los años ha sido un lugar sagrado culturalmente porque representa al movimiento Hip-hop. El nuevo Harlem-shake no se identifica con Harlem”. Leonardo afirma que hay una gran distancia entre eso y lo que ellos consideran hogar. En su lugar, el Harlem shake les parece un ataque de locura que no disfruta porque usa el nombre de su barrio y porque existió uno antes, con mayor sentido. “Además”, recuerda, “el baile original personalmente, me recuerda mi infancia y por ello es especial”.
Llegamos al Boulevard Malcom X. Le pregunto acerca de la naturaleza del Harlem Shake y la discrepancia entre el jugueteo con los hombros y el rictus en la cara. A su criterio, en esa contradicción yace un enlace con el orgullo y la identidad construida dentro del Hip-hop. “La mayoría de las personas de Harlem lo saben. Solo quien se educa dentro del hip hop sabe todo acerca de ello” acentúa. Un análisis cartográfico superficial de Harlem muestra cómo existen espacios para la interacción social y no es difícil distinguir dónde se cerraban las calles desde los años setenta para realizar las block parties, fiestas públicas en las cuales se daban a conocer los pasos, la música, el arte visual, dirigidas por un nuevo maestro de ceremonias que sería lo que actualmente conocemos como rapero. Paul tiene razón. Desde la mirada foránea sólo se ven los productos culturales y no sus orígenes, menos de unos tan endogámicos y completamente dependientes del linaje.
No sabemos cómo hemos llegado hasta un puesto de frutas frescas cubiertas con plástico. La población hispana y europea dentro del barrio va en aumento y los rostros y acentos en las intersecciones de las calles crean Babeles diminutas. Paul me guía hacia el Apollo Theater, donde varios turistas escuchan “At last” entonado por Ella Fitzgerald desde un pequeño reproductor que lleva un guía turístico, quien a la par les comenta cómo una noche de 1934, Fitzgerald, aun adolescente, triunfó sobre ese conocido escenario. Cruzamos la calle y las casas vuelven a ser rojizas y la pulcras. En unas escaleras hay hombres jugando cartas. Nos sentamos cerca y a uno le pregunto qué opina del Harlem Shake. Ríe. El más joven (de unos veinte años) me mira con las cejas enarcadas y me responde que eso que yo le muestro desde mi celular no es Harlem. Descaradamente le pregunto si conoce el Harlem Shake original –que se puede ver en este vídeo de 2011, cuando cuando en Harlem ya era conocido como parte de la cultura Hip-hop–. El chico me contesta resuelto “Claro que sí. Somos adictos a bailar de una u otra forma y esa expresión influyó en la evolución del hip hop. Durante años la conocíamos solo nosotros.”
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Paul se levanta orgulloso. Su cadencia al caminar es similar a la de sus pares. Esa aparente prepotencia es parte de su identidad. Desde la otredad sólo se ven reacciones y movimientos que asociamos a nuestro contexto cultural. Tal vez, esa es la razón por la cual alguien vio el video de los Harlem Shakers y al reproducirlo no se preocupó de destacar la advertencia que aparece: “Esto no es Harlem”.
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Referencias:
Dawkins, R. (1989). El gen egoísta. Editorial Salvat, España.
Santos, M. (1990). Por una geografía nueva. Espasa-Universidad, España.
Leira Araujo