600guarderas.jpg

@juanaguarderas

Por cosas de la vida tuve la inmensa suerte de conocer a Pamela Troya en el año 2007, cuando ella trabajaba en una institución pública que desarrollaba proyectos anti-corrupción. Juntas implementamos un hermoso proyecto denominado «Valorarte» en el que trabajamos la reflexión sobre valores y anti-valores con niños y jóvenes de una escuela municipal utilizando el teatro como herramienta pedagógica, lúdica y de comunicación.  Fue de esos encuentros en los que desde el primer instante fluyó el entendimiento, el respeto, la complicidad. No es tan fácil para alguien como yo, vinculada al arte, encontrar interlocutores idóneos en el mundo de la burocracia, pero ésta fue una de esas raras y gratas excepciones.

Recuerdo que hablábamos de Pamela con tanto cariño en nuestras reuniones de trabajo cuando “craneábamos” el proyecto Valorarte,  que mi compañera Martha antes de conocerla decía: “Imagino a Pamelita Troya como una heroína de comic, una niña de coletitas rubias y cachetes colorados”… su imaginación no se alejaba de la verdad. La Pame es de esos personajes entrañables que se quedan en el corazón…

La empatía mutua hizo que desarrollemos una grata amistad que trascendió la relación laboral.

Con la Pame nos hemos sumergido en extensas charlas y “filosofadas” pretendiendo salvar el mundo; hemos compartido emociones y sentimientos de nuestras vidas paralelas como “jefas de hogar”; se ampliaron nuestros afectos hacia nuestras familias, hermanas, hijos, sobrinos. Durante esta primera etapa de nuestra amistad Pamela me había contado de su pareja heterosexual con la que tenía dificultades, hasta que se dio la ruptura definitiva. Luego de esa decepción amorosa con su pareja heterosexual, Pamela entró en un proceso de indagar su afectividad, su sexualidad y finalmente se asumió a sí misma como lesbiana. Un tiempo después con la sonrisa de “oreja a oreja” me dijo: “Juana, estoy enamorada…encontré mi amor” y me presentó a Gabriela. Pude confirmar en las dos esa chispa que reluce cuando una pareja se ama, la misma fascinación mutua que puede tener cualquier pareja heterosexual enamorada.

Pamela, Gabriela y su familia ampliada: Diana, hermana menor de Pamela; y Adén, hijo de 7 años de Diana, forman parte de mi vecindad, viven en un apartamento en la buhardilla de la casona en la que habito.  Su presencia ha sido muy importante para mí en mi proceso de formar a mis hijos. Soy madre, soy heterosexual y quiero que mis hijos sean seres humanos desprejuiciados y respetuosos, que NO crezcan con nociones de homofobia ni racismo ni clasismo, y no es una tarea fácil en medio de una sociedad aun pacata como la nuestra en la que ser homosexual es todavía un “pecado”, casi un “delito” e inclusive una «patología».

Una «patología» ¡sí! pues hasta se han inventado las espeluznantes clínicas de deshomosexualización en la que los propios padres, en un acto de crueldad e incomprensión extrema, mandan a sus hijas o hijos a un proceso inhumano de tortura con el fin de cambiar de manera violenta su orientación sexual. Me dan escalofríos solo de pensar que existen más de 200 clínicas en el país. Es decir, no son solo los padres inhumanos sino que hay gente que lucra, que ha hecho un negocio de esta aberrante situación. Se ha calificado a la homosexualidad como una aberración, una patología, la HOMOFOBIA ES para mí una aberración y una patología y eso es muy importante que mis hijos entiendan.

Participé como testigo del Matrimonio Civil Igualitario y me he involucrado en la campaña no solo porque soy amiga de Pamela y he atestiguado su amor; sino porque estoy absolutamente convencida que todos los seres humanos debemos tener los mismos DERECHOS. Si una pareja heterosexual tiene derecho a contraer matrimonio también debería tenerlo una pareja homosexual. ¡Negar ese derecho es discriminación! ¿Por qué no es válido su amor? ¿Quiénes nos creemos que somos para invalidar su amor?

Estoy segura que en casos como el de Pamela y Gabriela, o como el de Zulema y Titi, el amor tiene que vencer tantos obstáculos y prejuicios que se solidifica el afecto y el compromiso. Más bien muchas parejas heterosexuales no hemos valorado ese COMPROMISO con mayúsculas y medio algo no funciona en una relación la descartamos, la desechamos. El 5 de agosto, día del histórico «matrimonio» entre Pamela y Gabriela conmovidos frente a su lucha, frente a su compromiso terminamos ironizando con humor con un amigo heterosexual sobre lo efímero de nuestras relaciones de pareja heterosexuales y acuñamos el lema: ¡Por un Divorcio rápido y sin dolor!… riéndonos de nuestros propios traumas afectivos.

Aunque no soy devota del matrimonio considero que este contrato debería celebrarse entre dos personas que voluntariamente deseen unirse para construir un proyecto de vida conjunta y la orientación sexual no debería ser un impedimento.  Si bien nuestro país, con una Constitución que condena la discriminación,  ha otorgado mayores derechos a quienes pertenecen a la comunidad GLBTI, aun se deben resolver contradicciones como que el matrimonio es entre un «hombre y una mujer». El que se haya permitido que las parejas homosexuales puedan inscribir su «unión de hecho» es apenas «un premio consuelo», «una palmadita en el hombro», de ahí que el lema de la campaña es: Los mismos derechos con los mismos nombres. En términos de deberes ciudadanos los homosexuales cumplen con todos: trabajan, aportan a la sociedad, pagan impuestos, aportan al IESS, etc… entonces ¿por qué no pueden gozar de todos los derechos?

En fin, ya saliendo de lo legal y volviendo a lo humano y personal insisto: ¡Ya pues oye! ¡A ti te digo! ¡Sácate la venda de los ojos y el candado del corazón! No ves que es tan posible que en tu propio círculo familiar tengas un hij@, un sobrino@ un herman@, un niet@, un vecin@, un amig@, un soci@ que sea homosexual; y esa persona… ¿no tiene derecho a amar? ¿Quién te crees que eres para invalidar el amor?

https://gkillcity.com/sites/default/files/images/imagenes/112_varias/600Guarderas.jpg

Juana Guarderas