Declaro la profunda verdad, busqué la modalidad Heminghway para describir esto: “Escribe borracho, edita sobrio”… Pobre iluso idiota, querer considerar que puedo llegar a eso, ni migajas de lo que hacía Ernest soy capaz de generar.
Indagué otra alternativa: Lanzar las palabras que salgan y tratar de exponer lo auténtico de un alma como la mía, pasada de moda, que tiene un nexo precario con lo políticamente correcto. Sólo intentar vomitar sentimientos puros… volví a fracasar.
¿Qué tenemos que decir? ¿Qué obligaciones morales de honor tenemos como ecuatorianos con Christian Benítez?
Soñamos con el discurso perfecto o la columna que dinamite hemorragias de reflexión… Yo trato de hacerlo. Me gusta abrir otras rutas de análisis, debate y meditación.
Es inevitable, me gusta decir lo que pienso, olvidarme del “Mejor no digas eso que, si es que no pasa te lo refregarán en la cara”. La certeza me dice que si no expreso ciertas cosas esto se volvería aburrido, repetido, cobarde y falso. Por último, no es nada absurdo u osado decir que Christian Benítez iba a paso firme y fijo a convertirse en el máximo anotador de la historia de la selección ecuatoriana de fútbol, que no comprendía los ojos que impugnaban su puesto fijo en el equipo nacional, concluía que los hígados de quienes lo puteaban estaban cargados de frustración momentánea y no análisis real.
Benítez era un jugador ofensivo por naturaleza, de raza goleadora, con instinto de red, ansias de encarar, heredero de la magia y con un síndrome clínico de gambeta.
¿Que fallaba varios goles?
Cierto, pero únicamente porque tenía la suficiencia de construir con capacidad industrial esas opciones de gol.
Respeto a quienes ahora mantienen firme su criterio sobre Benítez como jugador, no tienen prohibido lamentar su muerte por el hecho de haber criticado su titularidad y por haber profesado todo tipo de agravios cuando no entraba al arco la pelota que llevaba en sus pies.
No hay muerto malo, siempre se recurre al mismo ejercicio, se resalta todo lo que fue en vida, su obra, momentos y dicha, su alegría y bien cumplida misión en vida.
Creo que existen muertos que pueden no caer bien y por prudencia se prefiere destacar sus “virtudes” basados en la circunstancia, igual eso no desacredita el sentir pena, no así con ‘Chucho’. Soy de la legión de personas que solo tiene cosas buenas que decir de él, que disfrutó en muchos aspectos su tiempo terrenal y me fasciné viéndolo jugar fútbol.
Pero sigo preguntándome, ¿cómo honrarlo?
El dolor y pena que reproduce su muerte es por el cariño y admiración que se le tenía, era un generador de alegrías, un ser que obtenía la explosión de júbilo de los ecuatorianos y demás habitantes de otros sectores del planeta. O acaso creen que no era deleitante toparse con un mexicano o escucharlo hablar del compatriota, los pechos se inflaban como pavos alemanes y la complacencia era colosal.
‘Chucho’ nos regalaba con notable frecuencia esos momentos, nos metía en esas dimensiones y no cobraba nada por hacerlo, debido a eso se lo llora hoy, por valorar lo que nos dio emocionalmente y saber que ahora nos arrancan definitivamente a un ser capaz de donar felicidad por medio del fútbol.
La reserva de mis tristezas ha sido solicitada como la de miles de miles de ecuatorianos. Yo no lo voy a olvidar, hablaré siempre de él, seré constante e insistiré en remarcar lo que iba a conseguir y quién fue. Yo lo vi jugar. Sí, exigiré silencio y atención cuando lo mencionen las futuras generaciones y lo comparen con los nuevos delanteros, ahora sí me declaro su abogado y guardián eterno de su imagen, que lo sepan los que no tienen memoria ahora y pisarán estos barrios después de algunos años.
Me explota en la cabeza la misma interrogante, ¿de verdad los aficionados que lo vieron eran tan insensibles a la calidad del producto que tenían por delante?, ¿por qué no escribimos estas cosas cuando están vivos?
Nos pasamos la vida hablando de filosofías de existencia, secretos de vida, ética y cómo ser mejor terrícola, pero no ejecutamos mucho de lo que pregonamos.
Sólo la muerte denota estas manifestaciones y homenajes. ‘Chucho’ cambió de misión, pero nos volvió a aclarar que la muerte es más dura asumirla que padecerla.
También caí en la obligada y repetida causa de escribirle al 11… ¿acaso había un tiempo límite para hacerlo?, ¿debí escribir otra cosa o tenemos todos los ecuatorianos alguna deuda con él?
Si sigo escribiendo esto se volverá más confuso, mejor me dejo infectar por el cliché y termino esto con una frase común de los finales eternos.
Nos vemos Christian Rogelio, aquí ando golpeado pero parado. Honraste tu vida y la de tantos más.
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Fotografía: Pablo Cozzaglio.
Diego Arcos