chucho_01.jpg
chucho_012.jpg
chucho_02.jpg
chucho_03.jpg
chucho_04.jpg
chucho_05.jpg
chucho_06.jpg
chucho_07.jpg
chucho_08.jpg
chucho_09.jpg
chucho_10.jpg
chucho_11.jpg
chucho_13.jpg

@josemarialeonc

Un relato del último gol de Christian Benítez para la Selección**

Cuando saltó a la cancha la tarde del martes veintiséis de abril pasado, Chucho Benítez no sabía que ése sería el último partido con la selección ecuatoriana en la que anotaría un gol.

Él, el más bajo de todos los seleccionados nacionales, era el último de la fila que caminaba junto a la bandera del Fair Play de la Fifa. En la toma de la televisión se lo ve junto a Diego Barreto, el arquero paraguayo, y detrás de Jefferson Montero.

A las cuatro de la tarde, el árbitro brasileño Sandro Mera Ricci pitó el inicio del partido. La toma de la señal de televisión –que perenniza todo lo que graba en un presente constante– enfoca unos zapatos amarillos que, cruzados en diagonal sobre el borde exterior, dicen “CHUCHO 11”. La cámara sube y muestra el dorsal once, encima del que estaba escrito “Chucho”, como en todas las camisetas que vistió en su carrera.

Frente a él, Felipao espera el silbatazo del brasileño. Apenas lo escucha, le toca apenas la pelota al Chucho, que entrega hacia la defensa. Es el último primer toque de balón de Christian Benítez en un partido de la selección ecuatoriana en que anotaría un gol.

Dieciocho pases y un minuto y catorce segundos después, Chucho volvería a tocar la pelota. En tres cuartos de cancha paraguayos recibe de Toño Valencia y, de primera y con el borde externo, ese que dice CHUCHO 11, toca para Felipao. El pase, demasiado largo, termina en las manos de Barreto.

El partido se complicaría a partir del minuto quince, cuando un descuido de los centrales ecuatorianos permite el uno a cero de los paraguayos. En la toma que muestra el gol desde detrás del arco de Alexander Domínguez se puede ver a Benítez, lejos de la jugada, casi en la media cancha. Cuando ve que la pelota entra en el arco propio, levanta la cabeza y reniega, molesto.

Hasta antes de ese momento el partido del Chucho es discreto, al igual que el resto del equipo nacional. Ha bajado hasta el círculo central para “arrancar desde atrás” –como dicen los entendidos– y mientras ha estado en el área siempre ha buscado el punto penal. Ese debía su lugar cada vez que Montero intentase ganar la raya y centrar. El Chucho ha intentado un par de bicicletas y se ha sacado un par de marcas. Casi siempre recibe de espaldas al arco y los rudos defensas paraguayos hacen hasta lo imposible para evitar que gire: saben cuán peligroso es Benítez cuando encara.

Desde la banca, recibe instrucciones constantes.

En un saque de arco que efectúa Barreto se escucha una voz que le grita “¡Chucho, Chucho, Chucho!” Da la impresión de que le pide que se ubique. En otro momento, cuando Paraguay va a cobrar un tiro libre cerca del área ecuatoriana, la misma voz le pide a gritos “¡El rebote, Chucho, el rebote!”

Ecuador insistía atropelladamente y los paraguayos se defendían con orden, marcando escalonadamente a los laterales ecuatorianos. Sin embargo, el ímpetu de Montero, Caicedo y Compañía no podría ser detenido por mucho tiempo más.

En el minuto treinta y ocho del partido llegaría el empate. La televisión muestra cómo, tras un tiro libre desde el margen izquiero del área, Felipao cabecea al borde del área chica para empujarla.

Benítez se une a Caicedo en la celebración. Las cosas volvían al mismo estado en que empezaron, solo que con cuarenta minutos de desventaja.

Para el segundo tiempo, Ecuador regresas antes que su rival a la cancha. Sus jugadores estiran, se mueven por la cancha para no enfriarse. Benítez está parado en la mitad de la cancha, conversando con Walter Ayoví, capitán del equipo. La señal de televisión –que ese día transmite por varios canales, asociados bajo el poco feliz nombre de G5– muestra una conversación entre Noboa, Montero y Pedro Quiñónez a la que se suma el Chucho.

Cuando el partido se reinicia, Benítez corre, velocísimo, para apretar la salida paraguaya. Cuando uno revisa esas tomas de televisión se pregunta ¿cómo puede haberse muerto alguien con esa entereza física? Un día después de su muerte, Miguel Herrera, su técnico en el América de México diría que Christian “era un roble”.

Todo el equipo parecería haber salido con la misma actitud. Paraguay está contra las cuerdas y a cinco minutos de empezado el segundo tiempo, Jefferson Montero anota el desempate. Remate de derecha, cruzado que pega en la base del palo izquierdo de Barreto y adentro.

Ecuador no daría tregua al equipo paraguayo y tres minutos después pondría las cosas en su lugar con un tercer gol. El último gol que marcaría Christian Benítez para la Tri.

La televisión muestra una toma abierta de la cancha. Pedro Quiñónez lanza un pase elevado a Valencia, que es empujado en el aire.

El árbitro brasileño señala la falta. Juan Carlos Paredes le pone la mano a la pelota y toca enseguida y corto para Christian Noboa que hace un cambio de frente perfecto, muy parecido al que genera el gol del empate. Piris, que ha sufrido toda la tarde los embates de Montero, despeja a medias con la cabeza. Jeff gana el rebote y gambetea a dos defensas paraguayos, se mete en el área paraguaya y, entre dos defensas, quiebra, amaga, vuelve a quebrar y centra de derecha hacia el borde del área chica, donde espera el más pequeño de los seleccionados ecuatorianos. Ha estado buena parte del partido en el centro del área penal, esperando ese centro.

Dentro de ella hay seis jugadores de campo paraguayos que forman una ele trazada en paralelo con la banda lateral izquierda y el borde del área chica. Entre los tres primeros ha centrado Montero, que es uno de los tres ecuatorianos que también están ahí dentro, junto con Felipao y Benítez. Forman un triángulo que se superpone a la ele paraguaya.

En el límite del área, sobre la raya que alguna vez fue de cal, el árbitro Mera observa la jugada, al igual que Cáceres y Valencia. El árbitro y los dos jugadores forman otro triángulo que, a su vez, dibuja un rombo que tiene como vértice al arquero Barreto que está agazapado sobre el primer palo.

En el momento exacto en que la pelota centrada por Montero alcanza su punto más alto en el cielo, Benítez se impulsa con la pierna derecha y , con el parietal derecho, cabecea a la izquierda del guardameta paraguayo que no hace más que mirar.

No bien ha tocado el Chucho la pelota con la cabeza, en el estadio se comenzado a levantar ese rumor eufórico que revienta segundos después en un solo grito:

¡Gol! ¡Gol, Chucho!

Benítez se levanta de inmediato y corre a celebrar su gol. Lo grita con el alma, como si fuese el último gol de su vida en la selección, sin saber que era, en verdad, el último gol de su vida en la selección.

Esta fue su celebración.

** Este es un relato hecho a partir de la grabación con audio ambiental del partido Ecuador – Paraguay. La fotografías y su selección son de autoría de Pablo Cozzaglio

José María León Cabrera