Quizá el título sea un poco pretencioso, porque devendría pregunta ¿Y cuándo es que ha estado en auge la Filosofía en nuestro país? Entramos indudablemente en otras interrogantes concernientes a pensar, si es que verdaderamente hay una filosofía latinoamericana, ecuatoriana. Sabemos de cierta forma que Latinoamérica se ha pensado desde el dominocentrismo europeo, habiendo así, una europeización de América a manos de los criollos y la aristocracia latinoamericana.
¿Cuándo puede pensarse en una Filosofía Latinoamericana? Indudablemente con un Domingo Faustino Sarmiento y su obra magistral “Facundo, Civilización y Barbarie” o por otro lado Juan Bautista Alberdi y su “Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho”, que no tuvo mucha acogida, como la mayoría de obras de importantes pensadores mientras con vida están. Ambos autores argentinos. Y no es para menos, Argentina fue la puerta de entrada de toda la filosofía europea, mientras que aquí –Ecuador- las luchas incesantes eran por poder y dinero, hasta la fecha actual.
La Filosofía en nuestra región, siempre ha querido plantearse a partir del indigenismo –y lo andino en general-, y ahora ha tomado más fuerza lo indígena pero a manera de folclor y patrimonio. Nos pensamos como víctimas de la europeización, para edificar todo un sistema social y político, cuando ya es hora de dejar esa posición ridícula de víctimas y asumir la responsabilidad que aquella dominación que tiene su clímax en el neocolonialismo, llega a manos también de las mismas oligarquías locales.
La posición ideológica vigente posee una Filosofía propia, que es la que se quiere inculcar y en resumidas cuentas, sirve para alimentar un proyecto político local. De esta manera es como se cambian las mallas curriculares del sistema educativo secundario, la Filosofía desaparece del pensum; la Filosofía y cualquier materia que se le parezca. Los textos tienen que seguir una estandarización que va regida por un Ministerio, impartiéndose ahí una ideología propia. Es una quema de libros simbólica, cuando por ejemplo se puede mencionar que para Castoriadis, la Filosofía como tal es política. No hablo de Filosofía Política, sino que por antonomasia lo es. Esta idea convierte directamente el pensamiento en acción y ejecución. Pero hay un pensamiento previo, una idea, un libre pensar que solamente está en la Filosofía, y eso para un régimen puede ser peligroso por el mismo hecho que pueda convertirse en acción. Así, no superamos a un Foucault marxista que dice que la lucha de clases, solo es una lucha por el poder. Se trata de una quema de libros, en medida que la Filosofía misma se trata del disenso, en términos rancerianos.
Por otro lado, aunque cuento viejo, la Filosofía en las universidades no existe, a duras penas se encuentra una materia en carreras enteras. En las facultades de Filosofía, se hacen profesores, psicólogos o pedagogos, pero no existe una carrera llamada “Filosofía” como tal. Se les ha dado mayor importancia a las carreras técnicas, apostando en la rentabilidad social y económica.
Se cree infantilmente en el progreso y que este se puede lograr solamente con el tecnicismo y la maquinización del hombre, en una suerte de instrumentalización de este: ¿De qué sirve un filósofo? Contesto con otra pregunta ¿De qué sirve un ejército de técnicos trabajando en un régimen prepotente? Implicaría esto la maquinización del hombre, sin su espacio para pensar… para la Filosofía y su praxis, más que solo la ya inyectada ideológicamente. Inyectada, de la misma forma como se le aplica el suero a un enfermo que no tiene la más mínima voluntad de replicar y solo desea salvar su vida, en manos de una enfermera.
Pensar implicaría, someterse a sí mismo a crítica en detrimento al libre pensamiento crítico de la realidad en donde se desenvuelve. Porque el pensar es crítico, independientemente si esté de acuerdo o no con su entorno inmediato. Pero hay que decir, que donde se desenvuelva el sujeto, siempre va a querer ser sometido por ciertos dispositivos de poder (comunicacionales, políticos, salúbricos, entre otros), por lo tanto, someterlo a que esté de acuerdo. ¿Qué puede decir un ecuatoriano sobre la muerte? ¿Sobre la felicidad? ¿Sobre el amor? ¿Sobre el poder? Entre otras preguntas, probablemente responderán tonterías, quizás desde la religión, o peor, desde el discurso político.
Los proyectos políticos siempre tendrán sus razones filosóficas para ejecutarse. No importa la tendencia, pero serán coercitivas. Así como el “progreso” puede estar justificado con las más grandes atrocidades, las mismas que se critican desde el régimen actual, pero que se patrocinan. La Filosofía significa -la libertad de pensar-, pero eso en la estructura donde vivimos se evita y hasta se repudia, siendo este un ejemplo de atrocidad del siglo XXI; en el siglo pasado en Latinoamérica desaparecían a la gente y ahora, bueno esto. Freud diría: “estamos avanzando como sociedad”.
Lo social es necesariamente un antagonismo, un conflicto. La política dirá Rancière, es el desacuerdo. Solo así se puede construir historia, no a través de una imposición ideológica basada en un discurso unidireccional y apabullante, que podría ser sometido a discusión y acción si hubiera espacio para la Filosofía, para el disenso.
Llegamos necesariamente a cuestionarnos sobre la ontología del ecuatoriano. El ser, la existencia de este, su muerte, su felicidad, entre otros… se manifiesta en el libre pensar y en su libre hacer. Se pensaba antes que en la Universidad se debían crear a los libres pensadores, pero eso quedó nada más en bocetos de unicornios. La tachadura de este ser –libre pensador y hacedor de su existencia- lo traduzco como un exterminio subjetivo del sujeto. Lo que aquí se requiere es nada más que, ciudadanos que estén de acuerdo con el proyecto político y que contribuyan a un supuesto bien social. Puedo ver que el fin de la Filosofía, es el fin del sujeto.
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Olafur Eliasson, The weather project. 2003
Carlos Silva