En menos de un día conocí tres leyendas que tienen al volcán-laguna Quilotoa como escenario:
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i) Está escrita sobre una madera, abajo, en la orilla. Una chica muy triste conoció a un joven vestido con una bufanda blanca, poncho rojo y pantalón blanco. Era “el cóndor”. Pasearon varias veces por la laguna hasta que el ave se la llevó lejos. Los perros de la chica chismosearon el evento a sus padres y estos la encontraron y la encerraron. Ella, desesperada, hizo señales de humo hasta que el cóndor la rescató. La chica se transformó en cóndor y vuelan juntos sobre la provincia de Cotopaxi.
ii) La leí en un afiche turístico aún sin terminar que me regaló un pintor de la zona. Hace unos cuatrocientos años un hombre de un poblado cercano presenció la gran batalla entre el dios Quilotoa, cuyo lugar propio era la superficie de la laguna, contra el dios Toachi, que se encontraba bajo el agua y le tenía envidia al primero porque podía reflejar el color del cielo. Durante esas furiosas peleas destruían todo lo que había a su alrededor.
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iii) Me la contó una indígena que se sentó al lado mío en la noche mientras calentábamos agua en la estufa para tomar té de horchata con miel. ¿Qué significa Quilotoa? ¿Cómo que qué significa? Es el nombre pues. Sí, pero algo debe significar. Ah, sí, viene de quiro-toa que significa el diente de la princesa. ¿Y cómo es esa historia? Yo no me acuerdo, tiene que comprar los libros en la tienda, ahí dice. El que sabe todo es un señor mayor que tiene 120 años que vive en Vilcabamba. Sé que aún está vivo porque cuando vienen los gringos de allá les pregunto si le vieron y dicen que sí. En la tienda nunca hubo tal libro.
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Desde las 10 de la mañana el sol pega directamente en el ojo de Quilotoa. Aunque este, en vez de cerrarse, muestra su color verde fruto de los minerales que componen su agua inviable a la vida. Bajar a la laguna toma aproximadamente media hora llena de viento y polvo y repleta de lugares desde los cuales la vista cada vez es mejor que la anterior. Subir, en cambio, cuando estás atrasado porque tu amigo tiene que llegar al bautizo de su hermana a Quito y cargas el sleeping en el que ibas envuelto en la mañana, es una tortura de un poco más de una hora. Una amistad cuesta arriba. Una carretera cuesta arriba. Otra vez la vida cuesta arriba. También se puede rodear la laguna sin descenderla en un paseo salpicado de rojas, moradas, blancas y amarillas flores de páramo que son las aliadas frente al viento te empuja afuera de su casa. La ruta es Quito-Latacunga-Zumbahua-Quilotoa en un viaje de tres horas a través de las ya celebradas vías de la revolución decoradas por el volcán Cotopaxi. Hay muchos hostales que ofrecen cena, cama y desayuno a 15 dólares. En la noche se forma un excelente ambiente alrededor de la estufa entre los indígenas del lugar que trabajan en el hostal y los visitantes –sobre todo extranjeros– que pasarán la noche allí entre el agua caliente y un helado IMAX de estrellas.
Andrés Cárdenas