La relación entre los guayaquileños y el agua ha dejado de ser interactiva para ser pura y llana contemplación.
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La cercanía al río Guayas y gran parte del Estero ha quedado tras barrotes. Su encierro no ha sido para salvarlos de la contaminación de los desfogues de las migraciones y las industrias. Ese encierro no parece tener otro efecto que el de alejarlos de la gente. Por supuesto, nadie supone que esa es la intención detrás de la instalación de las rejas -que tiene como propósito la creación de un orden forzoso-, pero al final del día es lo que termina causando: un recurso hídrico en el que las personas ya no se adentran, ni tocan, ni utilizan, sino que apenas ven, suspirando, arrimados a una baranda. Paisajismo contemplativo, que ajena a río y ciudadano, que limita el sentimiento de pertenencia.
Mientras tanto, el problema de la contaminación no ha sido resuelto. Hay planes de dragado del río y de descontaminación del Estero que intentan darles una nueva perspectiva.
Según datos del Ministerio del Ambiente hasta tres toneladas de desechos se calcula son botados diariamente al estero, sin contar con los desfogues de las alcantarillas que terminan también en los brazos del mar. En la búsqueda de soluciones, el Ministerio ha identificado a 37.409 usuarios contaminantes, entre industriales y domésticos. Éstos tienen un plazo que vence en agosto para terminar con su contaminación y se conecten a las redes de alcantarillado.
Antes que llegaran las disposiciones del ministerio del gobierno central, el Gobierno Autónomo Descentralizado, en este caso la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil, ya había ordenado una serie de estudios y acciones para salvar sus aguas.
Desde que en el 2002 el Municipio recibió la competencia ambiental de la ciudad se vienen gestionando distintos estudios que intentan resolver el problema de contaminación. Según un estudio dirigido por la bióloga Nancy Hilgbert, de la Escuela de Ciencias Ambientales de la UEES realizado en ese año, cada cinco metros existían numerosas alcantarillas clandestinas de empresas con salida al Estero en la parte norte de Guayaquil.
A partir de estos resultados el gobierno municipal en el 2008 habría autorizado la limpieza del Estero Salado a la compañía Visolit hasta 2011, contrato que posteriormente fue renovado por 7 años más al ser la única oferente en la licitación para prestar dicho servicio. De acuerdo a esta nota de prensa, Visolit mantiene contratos para limpieza del Estero desde el 2003, cuando facturaba 140.000 trimestrales por sus servicios. Los resultados de esta operación eran tres mil fundas o siete kilos de desechos diarios, entre botellas plásticas, pañales o vidrio recogidos del brazo de mar.
Sin embargo, la limpieza de Visolit, que con el nuevo contrato que supuso un aumento en la recolección de 325 a 400 toneladas mensuales de basura en el Estero, entre otros requerimientos, no ha podido frenar la contaminación. En consecuencia, el gobierno central ha declarado la zona como Área Protegida incluyendo los ramales internos del Estero, a fin de concretar un proyecto con plazo hasta el 2017, que desde el 2002 el cabildo no ha podido remediar. Esta iniciativa, que según la Ministra de Ambiente, Lorena Tapia, conlleva la necesidad de que el sector empresarial actúe responsablemente y no contamine. Son unas seiscientas empresas las que deben adecuar su forma de disposición de residuos, caso contrario podrían enfrentar consecuencias civiles y penales. “La posibilidad de de clausura se contempla en la ley” ha dicho la Ministra.
Por su parte, el río Guayas se enfrenta a 500 millones de metros cúbicos de descargas tóxicas diarias de industrias y alcantarillado sanitario. Esto tiene efectos a mediano plazo pues Guayaquil bebe del agua del río para lo cual, la empresa concesionaria del servicio de agua potable -INTERAGUA- debe realizar procesos específicos para descontaminar el agua de residuos de mercurio que descargan las industrias.
Las distancias entre las proyecciones del gobierno central y las del Municipio para el rescate del Estero y del Río Guayas son grandes. Mientras que el primero considera dentro de su proyecto una visión de Guayaquil Ecológico el otro busca algo más “integral”, con ella pretende apuntar a lo arquitectónico con la construcción de más malecones y espacios de recreación.
Fácilmente la idea de rehabilitación del estero y del río Guayas de manera “integral” puede ser cuestionada al considerar aspectos como que el integrar estas áreas al sector urbano industrial se genera un gran aporte sedimentario en la época lluviosa, generando riesgos como la destrucción del hábitat y el origen de especies invasoras.
Antes que crear un espacio contemplativo, es importante concientizar a las personas y hacerlas reconciliar con su agua. Lo arquitectónico no necesariamente debe oponerse a lo ecológico, sin embargo se debe tomar en consideración el uso de materiales alternativos al concreto y hierro que tanto insiste el cabildo en emplear.
El río es un símbolo guayaquileño, al igual que el Estero y la actividad más directa que posiblemente se tenga con ellos es olerlos y mirarlos. Una relación más cercana quedó grabada en los archivos históricos de una universidad extranjera, en crónicas de libros que pocos leen y en canciones que sólo en fiestas cantamos. La ciudad que recibió los nombres de sus primeras calles en congruencia con la corriente del río ha perdido su esencia por una política que no confía en sus ciudadanos al restringir espacios que se constituyen como identitarios.
Jessica Zambrano