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@Carlos_SilvaK

El tema del artículo presente, es duro, sin embargo, no se puede hacer caso omiso a la realidad social del momento. Todo germina en una suerte de racionalidad social de ciertos grupos, lógicas que derivan en la segregación de sus considerados opuestos. Pero es en esa misma sustancia de razón, donde radica la mismísima idiotez. Suponiendo que, un posible racionalismo social, podría llevar a una buena organización de la sociedad. Artificio que no se cumple, porque las lógicas de los diferentes grupos sociales persiguen objetos distintos, según los intereses subjetivos de cada sujeto confluidos en los mismos grupos. Entonces, se cree erróneamente que las lógicas que deben de permanecer son las de –los grupos dominantes-.

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José Hidalgo. Utopographies. 2012.

¿Cómo es posible que una sociedad “civilizada”, tenga desbarajustes tan vergonzosos como la discriminación social de diversos grupos, ya sean, étnicos, sexuales, religiosos, económicos, culturales? Así funciona la racionalidad. En resumidas cuentas, estas son las modernas formas de barbarie social. La discriminación también es una nueva estratagema de eliminar, matar al otro –social-. Y se pensaría que aquí hay una intención de victimización, pero la cosa va de la siguiente manera: los excluidos, son tan excluyentes como quienes los excluyen.

La racionalidad básicamente funcionaría como la forma de concebir la prevalencia de una clase o grupo social por sobre otros, por considerarse los idóneos, los correctos, los puros, también los vulnerados, los blancos, los negros, la mayoría, entre otros, apartando todos los demás elementos que puedan conformar una sociedad. ¿Dónde quedaría la llamada inteligencia en un caso de discriminación en esa concepción de entender la condición humana y todos sus avatares? Este planteamiento se puede llevar a varias posibles vertientes, rescatando dos importantes: la primera, no se entiende nada sobre la condición humana o la segunda, somos unos idiotas.

Hay que aceptar que nuestra sociedad está construida con bases de una burguesía capitalista, que intenta a cómo de lugar negar al otro. Si no fuera así, no se negaría la delincuencia, ni tampoco a los locos; no habría ni cárceles, ni manicomios, ni murallas, ni puertas. La negación del otro, de ese otro que no entra en esta lógica, como figura de barbarie, es una forma de asesinato, estructuralmente hablando. Y la negación proveniente de una racionalidad instrumental, de la necesidad de ver al otro útil, en el sentido pragmático, para la edificación de una sociedad inteligente –si se quiere decir-, pura, en donde todo aquel que no cumpla con los parámetros de esa lógica, tendrá su cuota de discriminación, de exterminio.

Detrás de la supuesta racionalidad, en la oscuridad, se esconden figuras rizomáticas de miedos y de complejos; desconocidas en su contexto. Así como el horror que expresa “Margaret” refiriéndose a lo horribles que eran los judíos por no alistarse en el ejército, manejar el mercado negro o por tener puestos cómodos de trabajo; en la misma película “Cazador Blanco, Corazón Negro”, Clint Eastwood le responde, bueno… ustedes ya saben el resto.

Carlos Silva