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1.

El escritor amazonense Milton Hatoum publica una vez cada cuatro semanas en el diario brasileño O Estado de S.Paulo crónicas sobre su vida cotidiana – sesiones de terapia, la vecina del séptimo piso, un portero brasileño en Boston- y sobre temas tan abstractos y universales como la “energía casi cósmica” de los viajeros y enamorados. Hace un año, entre eses textos cortitos de no-ficción, Hatoum predijo: los brasileños terminarán por levantarse cuando perciban que no hay escuelas, pero sí, nuevos y megalómanos estadios de fútbol.

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Tomada de https://www.maspormas.com/noticias/deportes/brasil-arranca-la-copa-confederaciones-entre-protestas

 

«Esmérense en el maquillaje de las zonas urbanas para ocultar (por enésima vez) la pobreza de Brasil, mucho más vieja que el fútbol», escribió el autor, que cierra el texto:

“Y cuando la multitud enfurecida reencuentre la dignidad que le robaron, digan, con un cinismo vil, que no pasan de una masa de alborotados y terroristas”.

El texto fue publicado el 22 de junio de 2012. El 20 de junio de ese año, casi un año exacto después, un millón de personas salieron a las calles en las principales ciudades de Brasil mientras el país hospedaba la Copa de las Confederaciones.

Si lectores y críticos aun debaten si Milton Hatoum es uno de los mejores o el mejor escritor de Brasil en actividad, ahora uno ya sabe que el es el único de los escritores que también es adivino. Hatoum es nuestro George Orwell.

2.

Las protestas en Brasil no ocurrieron por causa de los estadios de la Copa, sino también a causa de ellos.

No es sólo por los 20 centavos aumentados al pasaje del bus.

No es en contra de la selección, es en contra de la corrupción.

Esas son algunas de las frases que uno leía en medio de las manifestaciones. Es más fácil decir por qué no eran las protestas que explicar qué pedían. Las protestas son por una junción de todo lo que ella no lo es.

Las protestas empezaron porque los gobiernos y alcaldías subieron el valor de los tickets del transporte público en las principales ciudades del país. En São Paulo, pasó de 3 a 3,20 reales. El Movimento Passe Livre (Movimiento Pase Libre), que pide un transporte de calidad y gratuito, fue quién organizó las primeras movilizaciones, que pasaron de 2 mil personas en el primer encuentro, en la primera semana de junio, a 20 mil al fin de la segunda semana.

Cerca de 37 millones de los 190 millones de brasileños no pueden andar en bus regularmente porque no les alcanza la plata, calcula la Associação Nacional das Empresas de Transportes Urbanos (NTU). El transporte es pobre, malo, hacinado y caro. El más caro del mundo si uno lo compara con el sueldo mínimo, según una encuesta de la Fundación Getúlio Vargas (FGV).

A principio, los gobernadores despreciaron las protestas; los principales diarios pidieron que la policía fuera dura para sacar los manifestantes del tráfico; y la policía lo cumplió – con una violencia desproporcionada y arbitraria. Pero el tolete de la policía tuvo un efecto boomerang. Fue entonces que más gente pasó se presentó a las manifestaciones, hasta que un millón de personas salieron a las calles de más de 400 ciudades el día 20 de junio.

La ultima vez que Brasil vio un levantamiento social tan grande fue a mediados de los años 1980. Brasil vivía una dictadura y la gente pedía elecciones para presidente. Desde entonces, solo salieron otra vez en los 90, para pedir que el primero de los presidentes electos por voto directo, Fernando Collor, acusado de corrupción, dejara la presidencia. En los dos casos, la situación era extrema.

El brasileño no protesta por nada, dice la gente. Una cosa es no protestar. Otra cosa es que te impidan hacerlo. La gente fue a la calle porque la policía impedía a los jóvenes del Movimiento do Passe Libre. La gente fue a la calle porque los estadios son enormes y las escuelas son chicas. Porque 20 centavos no es nada, pero porque 20 centavos es mucho.

3.

Hace unas semanas, en una demostración de apoyo a las protestas en Brasil organizado por emigrantes brasileños en Nueva York, en Union Square, un americano se acercó para preguntarme: ¿por qué están en contra del Mundial? Yo no diría que estamos en contra el Mundial, pero sí en contra el dinero sobrefacturado para hacerlo. El 65% sigue apoyando el evento, según una encuesta reciente de DataFolha

En su texto premonitorio, Hatoum cuenta que, cuando niño, en Manaus, iba feliz a los partidos de Rio Negro contra Nacional parado en una tribuna que amenazaba caerse. Una arena que nunca cayó hasta ser derrumbada para la construcción del Vivaldo Lima, el Tartarugão, una estadio moderno y de arquitectura premiada.

El Tartarugão, dice Hatoum, pudiera haber sido reformado para el Mundial de 2014 – tenía estructura, capacidad, historia – pero dio lugar a “una arena sobrefacturada en todas las etapas de su construcción”. “Quien paga la factura (o la sobrefactura)”, dice, “son los más pobres, que necesitan de los servicios eficientes y no de obras grandiosas.”

En Brasilia, donde nací, quien llega a la ciudad, muy de lejos, puede ver la Plaza de los Tres Poderes y la Explanada de los Ministerios. La ciudad es plana y los edificios modernistas de Oscar Niemeyer se dejan ver como obras de arte minimalistas en un museo. La última vez que estuve en mi ciudad, el nuevo estadio Nacional Mané Garrincha aun no estaba listo, pero en el desierto de Brasilia se lo veía grandioso, megalómano en una ciudad donde los edificios residenciales no pueden pasar el sexto piso. Me imagino ahora a un trabajador, que obligatoriamente pasa por allí – está en el camino a la principal estación de buses–, pensando que, cuando quiere, el gobierno lo hace, lo hace bien, y lo hace grande. Milton Hatoum ya lo imaginaba.

Fue en Mané Garrincha, la más cara de las 12 nuevas arenas (fue anunciada por 700 millones de reales, pero costo 1,5 miles de millones), donde Dilma Rousseff fue abucheada por la audiencia en el sábado día 17 de junio, en la inauguración de la Copa de las Confederaciones, mientras la policía militar lanzaba bombas de gas lacrimógeno en contra los manifestantes del lado de afuera. No es la primera vez que abuchean a un político en Brasil en un estadio. Hasta Lula, el más popular presidente de la historia, fue abucheado en una arena. Así como no es nada nuevo ni aislado, tampoco había sido tan importante: después de todo, uno quiere ver el fútbol, no escuchar retórica política. Para Dilma es diferente. Ella pasará a la historia como la presidenta que fue abucheada durante el más grande levantamiento social de Brasil.

Ese día, Brasil ganó por dos goles a cero a Japón. Veinte y siete personas fueron presas en las manifestaciones fuera del estadio, cuatro policías heridos a pedradas y 20 manifestantes golpeados a bastonazos. El partido siguiente: Arena Castelão, Fortaleza, Brasil 2 México 0. Alrededor de 30 mil personas protestaron en la ciudad, dejando manifestante heridos por balas de goma y un coche de la Autoridad de Tránsito incendiada. El 22, Brasil venció a Italia por 4 a 2 en la Arena Fonte Nova, en Salvador, y terminó la primera fase de la Copa de las Confederaciones liderando el grupo A con nuevo puntos. Cerca del estadio, los manifestantes eran dispersados con bombas de gas lacrimógeno.

4.

Cuando Brasil perdió la Copa del Mundo de 1950 en el Maracanã frente a Uruguay, la sociedad tenía “complejo de perro callejero”, según el cronista Nelson Rodrigues, resumiendo un sentimiento de inferioridad que hoy usa el gobierno para llamar a los que critican aun después que el país creció enormemente en la ultima década, sacando a 30 millones de la pobreza y pasó a figurar en las portadas de las revistas económicas internacionales.

Ni siquiera los simpatizantes de Dilma se dan por satisfechos porque Brasil va saliendo de la pobreza. Es porque Brasil superó el complejo de perro callejero que la gente no quiere ser más el país del fútbol. “Revolución del aumento de expectativas”, ya lo decía Toucheville en el siglo 19.

Más difícil que decir de qué se tratan las protestas es decir qué va a pasar con Brasil después de ellas. La subida de las tarifas fue cancelada para el 70% de la populación (lo dice Folha de S.Paulo). Los manifestantes en Brasilia rompieron la barrera policial y pusieron el pie en el techo del predio modernista del Congreso Nacional y los políticos, por fin, empezaron a votar propuestas atrapadas por la burocracia hacía años. Negaron las que pedía el pueblo pedía que se nieguen, como la absurda propuesta de la cura gay. Aprobaron más recursos para la salud y educación. La presidenta Dilma Rousseff tuvo que aparecer en cadena de televisión para proponer soluciones para la corrupción, la educación y la salud pública. La elección general será en octubre del 2014, pero los políticos ya están en campaña para salvar sus cabezas.

Hubo manifestaciones de niños, de ciclistas, de religiosos, de médicos, maestros, de izquierda y de derecha. Hubo gente que quemó la bandera brasileña porque quiere un país mejor. Gente vandalizando bancos, coches, edificios de gobierno. Unos con banderas de partidos políticos y otros prendiéndoles fuego. Gente que intentaba organizar: “sin violencia”, “sin partido”, “ahora a la calle”, “ahora con la violencia, mejor si tenemos sabiduría y regresamos a casa”. No hubo organización, y por no haberla, el movimiento se hizo más fuerte. Aun hay docenas de protestas planificadas para los próximos días.

Pelé, el ídolo del fútbol nacional, divulgó un video pidiendo a la gente que no abuchear a la selección. Fue abucheado virtualmente, hasta que se disculpó. Ronaldo, el fenómeno, dijo que no se hacía un Mundial con hospitales. No le tomaron con el mismo humor de cuando fue descubierto con un travesti en Rio. Ya nada era lo mismo. En una entrevista reciente al diario argentino Clarín, el escritor Juan Villoro dijo que entiende mejor el fútbol quien entiende un poco de teología. Para entender la Copa Confederaciones de unio pasado era necesario entender más de política.

Es temprano para entender si los gritos en la calles se van traducir en un cambio real. Nadie lo sabe; Hatoun aun no lo escribió. Con una patriotería que sé peligrosa en tiempos inciertos, busqué un texto del cronista del fútbol Nelson Rodrigues, el mismo que acuñó “el complejo de perro callejero” y que murió en 1980, una predicción para las jornadas de junio del 2013 para no dejar a Milton Hatoum solo en el panteón de escritores adivinos. El texto es de 1970 y habla de una victoria de Brasil. Dice: “Hace poco el brasileño tenia una cierta vergüenza de ser brasileño (…) Ahora no. Ahora pasa esa cosa espantosa: todo mundo quiere ser brasileño. El país fue invadido por brasileños, ocupado por brasileños”.

Carol Pires